A pocos días de entrevistar a Tomás Máscolo lo atacaron por la calle, le gritaron puto una vez más y le robaron sus cosas. Le suele ocurrir, sobre todo cuando va de la mano o abrazado con algún chico. Tomás es un hombre trans que gusta de otros hombres y por su elección de vida ha tenido que soportar situaciones difíciles, de violencia e incomprensión, pero no solo en la vía pública. La vida puede ser para él un semillero de ámbitos expulsivos entre los cuales está el recuerdo de aquella clínica clandestina, un dispositivo sórdido, donde hizo su primer aborto. En esa oportunidad tuvo que aclarar cuál era su identidad frente a una médica que lo desestimó por completo. Si bien se hormoniza, Tomás conserva sus órganos reproductivos (útero, ovarios, trompas de falopio) y puede gestar, y por lo tanto puede también interrumpir un embarazo. Como tantos varones T, podría tener que recurrir a un especialista ginecológico por otras cuestiones, de salud o chequeos de rutina, pero no tiene demasiadas ganas. La exclusión de identidades como la suya o como la de Feliciano Oliver -que con 16 años se niega a volver a ser revisado por unx ginecólogx para evitar el ninguneo- de los consultorios mal llamados “femeninos”, su invisibilidad para la ciencia, hace que la medicina carezca de respuestas frente a problemáticas específicas, como por ejemplo: ¿cómo hacer convivir un embarazo con un proceso de hormonización con testosterona? Un frecuente desconocimiento de las posibilidades identitarias exudan las salas rosas de los hospitales y sanatorios. Soledad, ocultamiento del propio nombre, miedo y estigmatización, todo esto y más guarda la caja de Pandora de estas experiencias.

  

ENTREVISTA A TOMÁS MÁSCOLO

“En cuanto al aborto hay una doble clandestinidad cuando se trata de identidades distintas a las que impone el clero.”

La sola descripción de la escena en la que Tomás, hoy 31 años, entonces 18, interrumpe su primer embarazo en una clínica trucha montada en un garaje, pasando por “un momento de máxima fragilidad”, arroja a la intemperie a quien escucha. “Había cuatro personas más esperando a ser atendidas.  Estaba completamente asustado, me chocaba toda la clandestinidad: cambiar mi nombre (porque la médica no parecía tener noticias ni de la posibilidad de que existiera un hombre trans y menos embarazado), que fuera en un garaje, pensar que podía morir, ser parte del porcentaje que tiene complicaciones. Que si tenía complicaciones tenía que ir a un hospital público. Pensé en la policía. Ese fue el inicio de mi militancia porque entendí que no me pasaba solo a mí, ni era mi culpa pasar por esa situación violenta. La segunda vez fue a mis 23, con Misoprostol. De nuevo, la clandestinidad. La primera vez fue una experiencia oscura porque era bastante ingenuo, y pensaba que era mi culpa. Después entendí que no, que abortar era mi derecho”. El paso por esta experiencia determinó que Tomás -ex candidato a diputado por el PTS (Partido de Trabajadorxs Socialistas) por el Frente de Izquierda- se dedicara a la investigación sobre aborto en hombres trans.  

¿Qué datos estadísticos hay sobre la relación masculinidades trans /aborto/embarazo?

-La última encuesta en la población fue hace cinco años, la hizo Lohana Berkins. No hay un relevamiento serio sobre personas trans que abortan o personas gestantes.  Que no lo haya implica que muchas personas trans a la hora de ir y exponerse, se ocultan. Hay una doble clandestinidad, cuando se trata de identidades distintas a las que impone el clero, de ser varón o mujer. 

En los grupos de Facebook que integrás, ¿qué aparece como queja común entre los varones trans que abortan?

-El factor común es que les costó mucho la aceptación familiar. Cuando decidieron abortar o ser padres, la familia no estuvo presente. También hablan de la violencia de los médicos que no respetan la identidad. En la nota que hice entrevisté a veinte chicos trans, quince aducen que por más que les aclararon su identidad, los seguían tratando con el género del DNI.

Dijiste antes que se ocultan a la hora de la intervención…

-Por miedo al destrato, no dicen que son trans o que no se sienten identificadas en la categoría de mujer. Para mí la ley de Educación Sexual Integral tiene que jugar un rol fundamental. Tiene que pensarse cómo se da. Es fundamental no solo para hablar de aborto en personas trans o cuerpos gestantes sino también para entender que las identidades son impuestas por un sistema. Si se aplicara la ley de Educación Sexual y se capacitara a los docentes y hubiera fondos y subsidios, sería un paliativo también. Por eso no es solamente la consigna de aborto sino que se aplique la ley para no llegar al aborto, que es una decisión en última instancia.  

Si se aprueba la ley de interrupción voluntaria del embarazo, va a ser necesario que se cree un protocolo específico para personas trans que pasan por esa situación… 

-Sería muy importante, sí. Hay una guía de salud trans bastante desfasada en la información: estandariza el proceso de hormonización en hombres y mujeres trans sin tener en cuenta que cada cuerpo es distinto. Y que cada tratamiento lo es. Es importante que se contemple como un problema de salud integral. Este gobierno lo primero que hizo fue recortar subsidios a los programas de reproducción y sexualidad, despidiendo trabajadores, como viene haciéndolo en el Hospital Posadas. No creo que esté exento en la política de Cambiemos hacer una parafernalia alrededor de la diversidad sexual, diciendo que esta es una ciudad gay friendly, o agarrando una demanda histórica del movimiento de mujeres y dar luz verde para que se trate en el Congreso. Me parece que todo tiene que ver con todo y que mientras siga habiendo gobiernos provinciales que tienen fuertes lazos con la Iglesia, y mientras la sigan subsidiando, va a tener un peso muy fuerte. 

¿Los movimientos y organizaciones feministas incluyen a los varones trans a la hora de pensar la ley de aborto?

-Fue toda una batalla política. Lo que me gustó del último Pañuelazo fue que, cuando se decía “Aborto legal ya” para mujeres, estuvieron contenidas dentro de las identidades, las masculinidades trans y los cuerpos gestantes no binarios. Esto después de una batalla que dimos particularmente los hombres trans, pero también la diversidad sexual. En los Encuentros Nacionales de Mujeres hay una pelea histórica para que me dejen participar de los talleres de aborto. Incluso en su momento con Lohana Berkins y Diana Sacayán, hemos batallado para estar en el Encuentro porque una parte del feminismo fue bastante transfóbica. El Partido Comunista Revolucionario, por ejemplo, que tiene mayoría en la Comisión Organizadora. En las asambleas de Ni Una Menos se han contemplado las voces trans y de la diversidad sexual. Fue una batalla dentro de un sector oprimido que tiene que estar unido, como en Stonewall o como los mineros en Inglaterra con el Pride. Las leyes permitieron que en las escuelas se cuestione el binarismo. Si bien se conquistó gran visibilidad, siempre digo que la igualdad de la ley no es la de la vida. La paternidad de los hombres trans es un tema tabú. En una mesa en la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto en 2014 le pregunté a un médico qué haría si un hombre trans hormonizado tiene que abortar. No es lo mismo, tiene otros parámetros médicos diferentes a una mujer cis. El tipo se puso blanco. Hasta el día de hoy, no conocí un médico que me pueda responder esa pregunta. En Argentina hay gente muy capacitada en tratar a personas trans, pero no que puedan responder eso. En el grupo de Facebook me contacto con gente trans que conoce médicos que no dan su nombre: hacen el tratamiento pero no quieren dar una entrevista ni off the record. 

ENTREVISTA A FELICIANO OLIVER

“Evito la asistencia ginecológica porque me hace sentir muy mal.”

La foto es del día del último Pañuelazo, cuando Feliciano se plantó frente al Congreso mostrando un cartel escrito por sus propias manos que decía “aborto legal para chicxs trans”. A la pesca de escenas efectistas y fácilmente estigmatizables, el periodista Agustín Laje difundió esta imagen en las redes, sin importarle demasiado el derecho de un menor de reservar su identidad. Un comentario supino la acompañaba: “pretender ser lo que no es…”, decía entre otras cosas, presto a ignorar, también, la Ley de Identidad de Género. Del escandalete se hizo eco en algunos medios, pero la denuncia todavía no llegó a la justicia porque Feliciano prefirió esperar para tomar una decisión legal (y no colaborar con la voracidad mediática de Laje). Como efecto colateral, el bien que trajo este mal fue que el reclamo expresado por el adolescente cobrara inesperada repercusión entre quienes habían fantaseado siempre, como única posibilidad de gestación, al útero cis. “Me habló mucha gente para decirme que gracias a mí habían aprendido muchas cosas que no se visibilizan, como que no solo las mujeres abortan y pueden gestar -cuenta Feliciano. Al principio la situación me hizo sentir muy mal, considerar cosas que ya había dejado hace tiempo como autoflagelarme, porque soy una persona propensa a ese tipo de actitudes y estar expuesto a recibir amenazas me hizo sentir muy mal”. 

Feliciano, con sus 16 años, seguramente sea uno de los tantos adolescentes trans que prefieren evitar la consulta ginecológica para no pasar por situaciones traumáticas: “Desde que me asumí fui al ginecólogo una sola vez porque, aunque le especifiqué a esa persona que mi nombre era Feliciano, siguió llamándome en femenino. Evito la asistencia ginecológica porque me hace sentir muy mal. Y sé que en algún momento cuando me haga el tratamiento hormonal me voy a ver como un varón cis, entonces ir al ginecólogo va a ser raro, el trato va a ser diferente. Las personas ante lo desconocido no saben cómo actuar. La primera vez que fui al endocrinólogo para que me habilitara la hormonización también se dirigió a mí en femenino y no quiso darme el tratamiento. Le tuve que mostrar la Ley de Identidad de Género que siempre llevo impresa y me dijo: ¿De dónde sacaste eso? Y dijo que iba a investigar, porque asumo que no creyó que de verdad existiera esa ley. Esto pasó a mitad del año pasado. Yo la llevo impresa porque se me han presentado varias situaciones en las que la gente la incumple, como cuando voy a un baño público y me echan (muchas veces tuve que presentársela a la seguridad local para que me dejara pasar)”. 

¿Qué pasó después de esa publicación de Laje?

-Mensajes de chabones diciéndome: “che, si te veo en la calle te voy a cagar a piñas” y “vos insultaste al Papa y todo lo que nos representa, así que si nos cruzamos, te mato”. También muchxs reposteaban mi foto, en la descripción ponían: “¿Nos juntamos todos a cagarlo a piñas por trava de mierda?” A eso lo vi bastante. Me sorprendió recibir tanto odio.

El odio es doble, además de por ser trans, por tu reclamo…

-Más allá de que mucha gente no entendía qué carajo soy, se sentía amenazada por mi existencia. Tuve que cerrar mis redes. En Internet cualquiera puede demostrar ese odio, pero en la vida real dudo que se vayan a organizar para cagarme a piñas. Igual no lo descarto y trato de protegerme. No es la primera vez que me pasa. 

¿En qué sentido?

-Entendí esto cuando mi viejo me hizo pasar por momentos de mierda cuestionándome por qué no puedo ser lesbiana o normal. También me pasó en el colegio. Tuve que dejarlo porque me internaron, la estaba pasando mal. Muchxs se aprovechaban para burlarse y hacer chistes, sacarme de los baños, decirme que me iban a pegar. O directivos que no me trataban por mi nombre, o me llamaban “princesa”, a propósito. No hacían esto solo conmigo, también con otra alumna trans a la que trataban de “capo”. Un preceptor, una vez que vino una mujer trans al colegio, dijo “qué asco, es un trava de verdad”. Y sentí que lo que él me hizo en algún momento era adrede, con la intención de lastimar. Cuando estuve internado, enfermeras y doctores me trataban de mujer. En la calle me han gritado “trava”, “puto”, “lesbiana de mierda”. Cuando salgo con chicos me pasa seguido que nos griten “putos de mierda”. Esto me empezó a pasar cuando empecé a transicionar, a vestirme de otra forma, a ser más yo. Cuando era leído socialmente como mujer, y yo no tenía problemas con serlo, no me pasaban la mitad de estas cosas. 

¿Y cuál fue la actitud de tu familia?

-Recibí el apoyo de mi mamá, también de mi abuela y hermanes. Mi papá no sabe ni le interesa. Solo lo necesito para cuando haga el cambio de DNI. Mi mamá sí, me abre muchas puertas, me ayuda en el tratamiento hormonal o la posibilidad de operarme. Es muy valioso porque la verdad es que muchas personas trans son excluidas también de sus familias. 

¿Pasaste por la experiencia del aborto?

-Tuve que hacerme test de embarazo y de VIH, pero jamás quedé embarazado. Estoy completamente a favor de que quienes sí, puedan tener la posibilidad. Por eso está bien visibilizar que los varones trans se embarazan y tienen hijes. Y a veces abortan.