“Militen pero lean. Apaguen los televisores y lean. Salgan de Twitter y lean, ¡por favor! ¡Ilústrense! ¡Y rían! Cojan con cualquiera en cualquier esquina. Dejen de dictaminar. Traten de saber quiénes son antes de andar por el mundo evangelizando idiotas. Ahóguense en alguna duda alguna vez”, pide El Mono –un escritor de 52 años con un montón de libros publicados, enamorado de La China, una joven militante kirchnerista– durante un discurso en una unidad básica del Frente para la Victoria en Constitución, que terminará entre abucheos y unos pocos aplausos tímidos. En Los días de Kirchner (Emecé), que Fito Páez presentó en la Feria del Libro junto a Camila Fabbri y Cristián Alarcón, abundan las pasiones y las traiciones. Fabbri dijo que la segunda novela de Páez es “hermana” de la primera, La puta diabla (2013). “El Mono discute con La China, con la mujer que ama, y ella se va para siempre. El Mono se sienta y escribe la escena tal como sucedió y piensa que es un gran arranque para una novela”, planteó la autora de Los accidentes, a quien el músico definió como “la nueva Silvina Ocampo mejorada”. 

Alarcón invitó al público a saludar a un “gran escritor capaz de fundar personajes inolvidables”. Después de los aplausos de las mil personas que colmaron la sala José Hernández, el director de la revista digital Anfibia aseguró que Los días de Kirchner es “una novela sobre pecadores”. “La novela toma el riesgo de insinuar que no va a terminar demasiado bien este amor obsesivo, dominante, tremendamente patriarcal”, advirtió el autor de Cuando me muera quiero que me toquen cumbia. “En los ajustes de cuentas de la novela, en esos homicidios, cae el kirchnerismo, el rock, la izquierda y el feminismo; es la primera novela poskirchnerista que leí después que terminó aquella experiencia política”, admitió Alarcón. “El texto tal vez sea un réquiem del kirchnerismo; pero uno no tiene la respuesta. Las novelas buenas deben abrir preguntas”.

“Me gustan los personajes complejos. La linealidad de los buenos y los malos, los villanos y los salvadores, siempre terminó embolándome, incluso cuando era chico”, afirmó el músico y escritor. “En uno de los momentos más calientes, que es la llegada del Mono Vargas a la unidad básica del FPV en Constitución, se adelanta al tiempo y dice: ‘muchachos, la cuestión es que están matando tantas mujeres por día y las chicas pobres mueren por hacerse abortos ilegales. Muchachos, dejen de crear comisiones, dejen de andar evangelizando idiotas, si no saben quiénes son. No es una crítica a La Cámpora”, aclaró Páez. “Creo que el libro hace una crítica al accionar dentro de la vida política, ya no como mecanismo de obtención de logros específicos, sino como una suerte de mundo donde las cosas fallan permanentemente y no producen bienestar”. Páez reconoció que el personaje del Mono es una mezcla de Fogwill, Horacio González, Horacio Verbitsky y Enrique Symns. “El Mono pone en duda todo el sistema social y político universal”, precisó. “Como dice en la novela, mientras ustedes están tan preocupados por quedarse con la razón, yo tengo que dedicarme a mi trabajo, que es probar que nadie la tiene. El tipo tiene que debatirse adentro de ese terremoto que son las pasiones y la vida política”.

En cuanto a cómo nacen sus personajes, Páez confesó que cuando se sienta a escribir siembra “unas ideas malignas” y después las deja crecer. “La escritura es como la respiración, como una música. Tomo mucho de mi vida y a la vez me salgo porque no quiero que sea solo eso. Hay momentos donde los personajes te dicen: ‘¡guarda que con el tema de las contradicciones, no podés hacer cualquier cosa!’. Todavía le presto atención a ciertos estados de lógica, y si bien puedo fundar contradicciones, tampoco me gusta abusar de eso. Cuando los personajes toman decisiones fuertes, empiezo a no dejarlos librados a la azarosa historia personal. Yo creo que los personajes hablan por sí mismos y se te rebelan. La convivencia con los personajes no es una democracia ni mucho menos. Hay una convivencia adentro de la sala de tortura del escritor y el personaje puede decir: ‘si me fajás tanto, man, me voy a morir’”. 

Los días de Kirchner la escribió a la par que componía las canciones de su último disco, La ciudad liberada. Páez, que cantó la canción homónima, intentó resumir su novela sin espoilearla: “Va a haber una traición, una mentira y después casi un suicidio... No es una muerte que le podemos cargar a La China”, aventuró el escritor y se refirió a los prejuicios políticos de la sociedad argentina: “La clásica es puto, falopero y comunista. Ahora se sumaría peronista o negro kirchnerista. Que haya esa mentalidad dando vueltas en el aire del siglo XXI, atrasa un poco la aguja”.