La diversidad, la disidencia y la desobediencia sexoafectiva celebró sus diez años en la Feria del Libro. El suplemento Soy –“editado inmejorablemente por Liliana Viola” desde hace una década, como precisó Franco Torchia, suerte de maestro de ceremonia– volvió por tercer año consecutivo con Cabaret leído, una propuesta performática que rompe con los géneros tradicionales, en el stand del Grupo Octubre. Juan Pablo Mirabelli, el primer hombre vedette de la Argentina, fue el encargado de empezar con un monólogo de bienvenida. “Veo señores, veo señoras, veo menores, veo una tía y mucha loca, un aluvión de musculocas. Veo algunas allá atrás, apaleadas por la vida. Veo maraca a granel. ¿Eso es hombre o mujer? Lo importante es la apariencia. ¡Qué lindo parecer! Me cansé de ser, hoy me dejé hacer. Ya tuvimos mucha ciencia, médico, juez, calabozo. Sos mina, afeitate el bozo. Sos machito, no llores. ¿Sabés qué? ¿Me cogés? Si Colón llega a este puerto, se le revienta la brújula: torta, tortón, bomberazo, machona, chongo, machazo, torta visible, torta tapada, trabuco, travesti... ¿No hay bufarra? ¿No hay manflora? Allá hay una, denle el trono a la señora”.

Walter Romero, profesor de literatura y cantante, anticipó dos canciones de su próximo disco Bufo, que lo presentará el próximo 19 y 20 de mayo en Pista Urbana. Romero cantó “Fangal”, de Enrique Santos Discépolo, “que incluye una palabra difícil de rimar, la palabra banana”, aclaró. Después, con “Y a mí qué”, de Cátulo Castillo, logró que todos –los que estaban sentados y los muchos de pie, que caminaban por el pabellón azul, se detuvieron a curiosear y se quedaron hasta el final– repitieran la frase que da título al tango. Juan Tauil leyó unos “haikus queer” de métrica libre. “Él es una de las plumas más plumíferas del suplemento Soy, uno de los autores preferidos por todos los hombres, y acaba de anticipar que el que quiera llorar va a poder llorar”, preludió Torchia la lectura del escritor Alejandro Modarelli. “Estoy muerto, muerto de madre, desde siempre, entiéndalo. La cosa empieza por acá y empieza triste. Lloro al recordar el suceso, justo ahora que creía que no podía llorar más”, leyó el autor de Rosa prepucio y La noche del mundo. “Las madres mueren como en una desaparición forzada, incapaces ya de reconstituirse en otras caras, en otros corpiños negros”, agregó el escritor y aseguró que casi no conoce la historia de su madre, que ni siquiera sabe dónde está enterrada. “Yo sigo buscándola con el peso de una lápida encima, para recostar mi muerte contra ella”, concluyó Modarelli. Lo único que le quedó de su madre es un par de aros, que se los puso con la ayuda de Torchia.

Valeria Licciardi interpretó un fragmento de la obra de teatro que estrenará este año: ¿Soy un ser humano o no?: “Cuando era una niña, pensaba que un día podría ser una gran estrella. O quizá solo hermosa. Bueno, hermosa solo no. Hermosa y rica como en la televisión quería ser. Tenía muchos sueños, yo creo que era una niña romántica, aunque mis amigos me decían que era un maricón”. Adriana Carrasco, periodista y militante feminista lesbiana, leyó una crónica sobre el juicio por el travesticidio de Diana Sacayán, activista travesti asesinada en octubre de 2015. “Este es un suplemento en vivo”, afirmó Torchia antes de presentar a Rocío Rocha, una platinada cantante trans. “Y yo no soy/ como crees que soy;/ que soy paloma brava/ y para saciar mi sed/ toda la lluvia no basta”, cantó Rocha el temazo “Paloma brava” y luego cerró con “Me ha dicho la luna”. Para el final, llegó Fernando Noy con el “detector de putez”, una especie de juego de preguntas de Torchia y respuestas del poeta y artista. Es cierto lo que aseguró el maestro de ceremonias: “Noy funciona como una máquina poética: lo toco y automáticamente emerge un poema”. 

“¿Febo o efebo?”, preguntó Torchia. “Los dos al mismo tiempo, una hora tras otra, desde el alba hasta el anochecer y desde el anochecer hasta el otro alba”, respondió Noy. Lo mejor fue cuando le propuso pensar qué haría si fuera mujer. “Si fuera una mujer, llamaría a Eva Duarte de Perón y escucharía a un puto llamado Fernando Noy, que me canta un tango que hizo para mí, que dice: “Eva, yo te conozco/ carácter hosco, frente altanera/ mientras tu voz se escucha/ que entra en la lucha con cada obrera”. La despedida llegó cuando volvió Mirabelli para cerrar Cabaret leído con un grito-invitación: “¡A vivir la vida, locas! ¡Como nunca, como nunca!”.