100 días para enamorarse parece ser rehén del dilema en el que se encuentra atrapada la televisión argentina: acoplarse a los nuevos tiempos, con propuestas que temática y narrativamente sintonicen con su época, a la vez que puedan satisfacer al target de televidentes que aún opta por seguir viendo ficción en TV abierta. La comedia dramática recientemente estrenada por Telefe (lunes a jueves a las 21.45) no puede escaparse de ese contexto audiovisual. En ese camino, la producción de Underground desarolló una propuesta que pretende complacer ambos universos, plasmando en pantalla una ficción generalista capaz de atrapar al mayor público posible y, al mismo tiempo, plantear y profundizar algunas problemáticas generacionales que se alejan del relato típico del género. El resultado es un híbrido audiovisual que, pese a que cada capítulo cosecha muy buena audiencia, artísticamente corre el riesgo de quedarse a medio camino, atrapado en la transición.

Es que 100 días... no es la típica comedia dramática/romántica del prime time de la TV argentina, pero tampoco dista tanto de aquellas. La historia protagonizada por Nancy Dupláa, Carla Peterson, Juan Minujín y Luciano Castro parte de un disparador generacional interesante para la ficción diaria: la decisión de dos amigas que rondan los 40 de ponerle una pausa de 100 días a sus matrimonios para decidir qué hacer con sus vidas. Así, Antonia (Dupláa) y Laura (Peterson) patean el tablero para darse una nueva oportunidad.

Sin caer en el grotesco ni tampoco en el absurdo, 100 días... avanza en el proceso de “liberación femenina” que emprenden las protagonistas, condicionadas por el “detalle” de que Laura firmó con Gastón (Minujín) una suerte de decálogo de lo que ambos pueden hacer en esos cien días de impasse en la relación. Entre los enredos que surgen de esas separaciones a medias,  las marchas y contramarchas afectivas de los involucrados directamente y la de quienes los rodean, la ficción se desarma en distintas líneas del relato, que incluye a hijos, amigos, familiares y compañeros de trabajo. En 100 días..., Underground vuelve a trabajar sobre el paso del tiempo, una temática que resulta una constante en la productora de Sebastián Ortega y Pablo Culell. Esa suerte de obsesión o leit motiv fue abordada en ficciones anteriores como El tiempo no para, Graduados, Un año para recordar o Lo que el tiempo nos dejó. 100 días... dialoga con esos programas, como si fuera una escena más del mismo tópico temporal.

Como en aquellos ciclos, la amistad y los amores vuelven a ser ejes fundamentales de la trama escrita por Silvina Fredjkes y Alejandro Quesada, donde el humor no es un fin en sí mismo. Claro que hay situaciones muy divertidas, pero no se reduce la historia a hacer reír: el desgaste de los vínculos, la insatisfacción del camino recorrido, las cuentas pendientes, la tristeza y la alegría forman parte constitutiva de un guión que no elude su tiempo. Es, justamente, en los momentos en los que aborda temáticas complejas donde la ficción adquiere personalidad e identidad. La manera en la que el programa va deshojando el proceso hacia la transexualidad que transita Juani (Maite Lanata), con el incipiente bullying de la que es objeto, tuvo en estos primeros episodios un tratamiento delicado y respetuoso. La postura sobre el acoso laboral que sufrió Antonia fue clara y sin ambigüedades. La doble vida de Javier (Juan Gil Navarro), con dos familias constituidas, evitó caer en el estereotipo del mujeriego que detesta a su mujer, para plantear el sufrimiento de alguien que no puede resolver su doble vida por un simple hecho: ama tanto a Inés (Jorgelina Aruzzi) como a Florencia (Manuela Pal).

Esa profundidad que la trama asume en lo que respecta a las decisiones individuales, a la elección sexual o a las familias ensambladas, sin embargo, contrasta con la reiteración de algunos clichés propios del género. El peso de esas “tradiciones” que arrastra 100 días... se aliviana con un elenco que saca a relucir una gran capacidad interpretativa, aun cuando el casting no arriesgó en la elección. Tanto Minujín como Peterson interpretan con justeza a los personajes de esa pareja en crisis, que no saben bien qué es lo que quieren y a los que les cuesta entender qué deben hacer en el tiempo de distancia. Desde su apasionada Antonia, Dupláa demuestra su soltura para el género, a la vez que Gil Navarro le da verosimilitud a su atribulado hombre entre dos familias. El papel de Aruzzi como esa inclasificable, sorprendente e ingenua Inés le aporta transgresión a una trama que –a diferencia de anteriores comedias diarias de Underground–  mantiene el registro actoral a tono con el verosímil.

Aun con esos claroscuros, hay algo que quedó claro en estos primeros episodios: la TV argentina necesita historias locales, que reflejen conflictos y costumbres cercanas a los televidentes. Basta señalar que 100 días... se convirtió no sólo en el programa más visto de la pantalla local, con un promedio por encima de los 16 puntos, sino que además fue incrementando su audiencia con el correr de los capítulos. Una señal de que la TV abierta puede aún volver a enamorar a las grandes audiencias. Todavía se está a tiempo.