La economía terminó el primer trimestre del año con el freno de mano puesto. El Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec arrojó en marzo una mejora de apenas 1,4 por ciento interanual y una baja del 0,1 por ciento respecto a febrero, mes que se caracteriza por una menor actividad por el receso estival. La sequía que afectó la producción agropecuaria y la anémica demanda interna explican la fuerte desaceleración experimentada en la actividad económica, que antes de la decisión oficial de profundizar el ajuste fiscal todavía tenía a la construcción, pública y privada, como uno de sus factores más dinámicos.

Con su segunda caída mensual consecutiva, el EMAE acumuló una suba de 3,5 por ciento en el primer trimestre de 2018 que, sin contemplar factores estacionales, representa un alza del 1,1 por ciento. El dato acumulado positivo se explica en parte por la baja base de comparación, ya que entre enero y marzo del año pasado la actividad creció 0,1 por ciento en relación al mismo período de 2016. El estancamiento que comenzó a evidenciar la actividad como consecuencia del pobre desempeño del mercado interno y el sector agropecuario se conjuga con la persistencia de elevados niveles de inflación.

Como consecuencia de la sequía que afectó a la zona núcleo, la actividad agrícola registró una caída mensual del 5,5 por ciento y se convirtió en el principal elemento para explicar el pobre desempeño en el EMAE de marzo. La segunda caída relevante observada fue en el rubro Otras actividades de servicios comunitarios, sociales y personales que marcó una baja de 1,4 por ciento. Los otros dos sectores que cerraron el mes en rojo fueron Electricidad, gas y agua y Administración pública con 0,9 y 0,2 por ciento, respectivamente.

Desde el Palacio de Hacienda eligieron, sin embargo, ponderar los elementos positivos del informe elaborado por el Indec. “La mayoría de los sectores de la economía crecieron en términos interanuales en marzo. Los sectores más relevantes para explicar el crecimiento fueron construcción (5,9 por ciento), Hoteles y restaurantes (4,5 por ciento) e intermediación financiera (3,3 por ciento)”, destacaron desde la cartera encabezada por Nicolás Dujovne.

“Argentina tendrá más inflación y menos crecimiento”, anticipó la semana pasada el flamante ministro coordinador del área económica al referirse al impacto de la corrida cambiaria y las políticas oficiales sobre el nivel de actividad. En abril, cuando Argentina todavía no había solicitado un crédito stand-by, el Fondo Monetario Internacional recortó sus proyecciones de crecimiento para el país de 2,5 a 2,0 por ciento durante 2018. La aceleración del ajuste fiscal anticipada por el gobierno que llegará asociada al financiamiento del FMI impactará de lleno sobre los débiles motores de la economía local.

“Desde la asunción de Cambiemos, el salario real ha evidenciado un proceso de deterioro que, si bien ha tenido fluctuaciones, en la práctica significó un retroceso en términos salariales”, sostiene un informe del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la fundación Germán Abdala al advertir que los ingresos reales de los asalariados acumulaban en abril un retroceso de 3,1 por ciento desde octubre de 2017. Cuando incorporan el impacto de la devaluación sobre los precios y el éxito oficial para limitar la magnitud de los aumentos salariales, los investigadores del ITE estiman que el salario real terminará el año con una caída en el orden del 5 por ciento. “De no mediar cambios en la dinámica paritaria, el salario real se encamina a un retroceso equiparable al de 2016”, sostienen los economistas al advertir sobre la debilidad del consumo masivo.