Los programas sociales suelen contemplar una serie de exigencias para quienes los reciben. Esto funciona habitualmente para distinguir quienes son “merecedores” y quienes no y opera como mecanismo de legitimación social. El “Ellas Hacen”, surgido en 2013, no escapa de este formato. Se destinaba a mujeres madres de más de tres hijos en contextos de pobreza estructural y víctimas de violencia que debieron integrar cooperativas, realizar actividades de formación integral y terminalidad educativa para recibir una transferencia de ingresos. Sin embargo tenía una particularidad. Los espacios de formación fueron pensados con lógica colectiva, con contenidos vinculados con la producción social del hábitat, la prevención de las violencias de género, el trabajo en equipo y el asociativismo. Se canalizaban vía diplomaturas especiales o Plan FINES que estaban especialmente diseñados para estos sectores. Diversos informes púbicos destacaron el rol de estos espacios de encuentro y reconocimiento entre mujeres con trayectorias similares, en la construcción de relaciones sociales y comunitarias y en la posibilidad para transitar las situaciones de violencias.

En los primeros años de la gestión Cambiemos se mantuvieron las transferencias individuales pero se paralizaron todas las actividades vinculadas con el entramado comunitario y colectivo. En febrero de 2018 el gobierno reconvirtió este programa junto “Argentina Trabaja” y “Desde el Barrio” dando lugar a la creación de “Hacemos Futuro”. Esta nueva apuesta implica cambios sustantivos en la impronta y supuestos de este conjunto de programas sociales del Ministerio de Desarrollo Social.  

Se consolidó la dimensión de la transferencia de ingresos acompañada por la exigencia de capacitaciones individuales cuyos contenidos adquieren ribetes “new age” y promueven el fortalecimiento de las “habilidades socio-emocionales” (vinculadas con la perseverancia en el seguimiento de metas y con fuerte inspiración en organismos internacionales de crédito). Se desdibujó la presencia de aquellos espacios de gestión institucional del Ministerio en el territorio, que eran centrales en la identificación de situaciones de violencia y la articulación de recursos para su tratamiento y en el armado de actividades según las necesidades de las mujeres. En su lugar Anses absorbe responsabilidades. 

Todo esto implica una renovada apuesta por lógicas individuales donde las mujeres históricamente expulsadas del sistema educativo deben diseñarse de manera personal sus propios trayectos de capacitación. Una vez más el supuesto político y moral del capital humano para mejorar la empleabilidadinvisibiliza los problemas estructurales del mercado laboral y las actividades de cuidado que tienen estas mujeres a cargo y sobre todo desdibuja la dimensión colectiva que había tenido un despliegue significativo para las mujeres del “Ellas Hacen”.

(*) Por Pilar Arcidiácono investigadora del Conicet-UBA) y Ángeles Bermúdez investigadora (UBA).