Argentina no vive una crisis, transita una de las mayores estafas de su historia. La asunción de un gobierno de diferente signo político, en un país alejado de sus dramáticas y habituales vicisitudes, era una oportunidad para edificar sobre lo construido. Eso esperaba gran parte de la sociedad. Se presentaba la inédita posibilidad de admitir una agenda que rompa el recurrente maniqueísmo que nos caracteriza. 

Asustado por el resultado electoral en la Ciudad, cuando el ahora embajador en EE.UU. casi derrota a su delfín, el candidato Macri asumió un discurso de reivindicación de numerosas políticas del gobierno que concluía. La sociedad le creyó y hoy sufrimos las consecuencias. Prometer para ganar, mentir para derrotar al oficialismo pareció ser la consigna de Durán Barba y Peña Braun. 

Decenas de promesas enterradas en un mezquino año de gestión, y otras tantas con fecha de vencimiento. La sociedad pierde mucho más que la paciencia y siente el transitar de una historia ya vivida. La estafa no tiene límite, cada día extiende sus fronteras. Se inició el desguace del Estado y de sus responsabilidades, una política de ajuste que se profundizará en el año que se inicia. Irrumpe un Estado que se achica y sólo expandió su capacidad de endeudarse para sostener un déficit profundizado por la transferencia de recursos a los sectores concentrados y sostener la fuga de capitales.

El camino prometido se centraba en la expansión de la economía para alcanzar una Argentina con pobreza cero. A las pocas semanas se sepultó el objetivo por ser de cumplimiento imposible (Michetti dixit), mientras se devaluó y se impuso una progresiva pérdida de valor de compra del salario (-5,6% en el año, medido por el Instituto Estadístico de los Trabajadores). La “pobreza cero” sometió a la penuria a más de 2 millones de ciudadanos.

El Mauricio candidato repetía en los platós de televisión: “Hay que expandir la economía, no ajustar; los trabajadores no pagarán impuesto a las ganancias; hay que cuidar el empleo y nuestras pymes; continuará Fútbol para Todos; bajar la inflación va a ser fácil para mi gobierno”; entre interminable lista de vacuos compromisos. A las palabras no se las lleva el viento, son ultrajadas por las decisiones del gobierno. Se restableció, como en los noventa, la habitual sumisión de la política a los intereses del capital y las corporaciones. Prometieron consolidar los valores republicanos y la justicia persigue, condena y estigmatiza a dirigentes políticos y sociales opositores.

Dejamos atrás la Argentina de ampliación de derechos para retornar a la de la desigualdad y los privilegios. Si le va bien a los de arriba, el beneficio llegará a todos, argumentan los defensores del libre mercado. Datos recientes del Indec confirman que  los sectores que más han mejorado sus precios relativos en 2016 han sido el agro con un  79,5% y el sector financiero con un 59,5%, frente al promedio del 41,1%. “Electricidad, gas y agua” y “minas y canteras” (petróleo y minería) también fueron sectores muy beneficiados en términos de precios relativos, con subas respectivas del 53% y del 51,2%. Se trata en todos los casos de sectores de elevada concentración. En contraste, las ramas que menos aumentaron sus precios son aquellas en donde los salarios son componentes clave de la estructura de costos (por ejemplo, “Construcción” subió 31,1% y “Enseñanza” 37,9%), o en donde la mayor competencia extranjera disciplina precios (por ejemplo, “Industria manufacturera” 39%).

La transferencia de ingresos a los sectores concentrados se dio por la mejora en sus precios relativos y por una menor presión fiscal. La baja de retenciones al agro implicó un costo fiscal cercano a 50 mil millones de pesos y la eliminación de las retenciones a la minería otros 3.300 millones. Ambos sectores ya habían sido beneficiados por una devaluación del orden del 50% y la baja de retenciones amplificó esa transferencia. La disminución, en la estructura de recaudación impositiva, de los impuestos de  ganancias, bienes personales y derechos de exportación, afianzan el modelo de inequidad. Nada positivo puede ocurrir impulsando una agenda que tiende a la concentración de la riqueza y promueve el ajuste  sobre el sector trabajador. 

“Esta noche estamos haciendo historia, hicimos posible lo imposible: cambiamos futuro por pasado”, recitaba la gobernadora Vidal el día de su triunfo. Es verdad, cual tarotista nos adelantaba el mañana. Están haciendo historia, pusieron en marcha una de las mayores estafas que vivió el pueblo argentino. Un fraude similar al del menemismo que destruyó el tejido social y la matriz industrial mientras prometía la “revolución productiva”. 

Es hora de interpretar a fondo los años de transformación vividos y animarse a pensar en serio sobre el futuro y su compleja agenda. Ello nos permitirá superar los límites alcanzados y vencer las políticas neoliberales impuestas por este régimen. Cambiemos pretende normalizar la ausencia del Estado, le corre la mirada al que necesita su ayuda y lo abandona a las reglas del mercado y del individualismo. Se mercantilizan los derechos. Inicia un año que implicará la importación de un concepto doloroso que se expande en Europa: la pobreza energética, a partir del irracional aumento de los servicios públicos. No hay democracia si los derechos pasan a ser privilegios.

En el año de la gran estafa, del golpe en Brasil, de la espalda a la paz definitiva en Colombia, del auge de la xenofobia y de los Trump, el campo popular y progresista debe unirse para impulsar y defender políticas de distribución, desarrollo y justicia social. Es tiempo de ponerle freno al ajuste y lograr recuperar el camino de un desarrollo con equidad. Debemos ser conscientes que no hay peor crimen que el que comete este gobierno: el reestablecimiento de un modelo económico de exclusión. 

* Rector de la UMET.  @trottanico