El origen de la novela del mexicano Jorge Volpi está en un hecho policial ocurrido en 2005 cuando fueron arrestados dos supuestos secuestradores, el mexicano Israel Vallarta y la francesa Florence Cassez. No poco importante es el epígrafe que inicia este relato, pertenece a Paul Valéry y dice: “La mezcla de lo verdadero y de lo falso es enormemente más tóxica que lo falso puro”. Una pista para adentrarse en lo que sigue, si se lo piensa en términos de verdad y mentira, porque el delgado hilo entre ambas está permanentemente tensado en la extensa exposición con su nutrida cantidad de participantes pertenecientes a diversos estamentos sociales que están o son involucrados en aquel episodio. Así es que, en el devenir del relato, muy pormenorizado en cuanto a declaraciones, opiniones, argumentos, reclamos, justificaciones, la pareja acusada deja, en muchos momentos, de ser el centro de la escena para dar lugar a las voces de un cúmulo de personajes con quienes a veces están muy vinculados (por relaciones familiares, de amistad, económicas y de nacionalidad) y en otros casos aleatoriamente (cuando se muestra la maraña de negocios, pactos, traiciones e intereses). Al punto que entre los numerosísimos nombres que aparecen nos encontramos con políticos como Nicolas Zarkozy, Andrés Manuel López Obrador o funcionarios policiales, periodistas, jueces, diplomáticos, autoridades de la Iglesia, y otros tantos involucrados en la historia y listados como “Dramatis personae” al final de la novela. 

En este punto, cabe destacar que los más notorios y reconocibles no son simplemente mencionados como parte del contexto epocal, sino que el narrador ha forjado a muchos de ellos como personajes, a partir de sus dichos y conductas. Esto importa para considerar algunas reflexiones que quien narra y organiza el relato, lleva a cabo al hablar de una “novela sin ficción”, lo cual, bien visto, es como una contradicción en los términos, ya que la novela es por definición ficcional. 

Desde luego, esto lo sabe alguien que posee, como Jorge Volpi, una amplia formación en los meandros discursivos muy bien expuestos, con marcas autobiográficas, por parte de este autor-investigador-literato en el quinto capítulo de la novela cuando confiesa: “Mientras reviso el inagotable expediente de la causa criminal por secuestro en contra de Israel Vallarta y Florence Cassez –más de veinte mil fojas en una treintena de volúmenes–, reparo en que han transcurrido dos décadas desde la última vez que me adentré en un asunto judicial, un mundo que creí haber abandonado en forma definitiva en 1995, cuando poco después de presentar mi tesis de licenciatura, renuncié a la posibilidad de estudiar un doctorado en Filosofía del Derecho para, creía yo, dedicarme sólo a la literatura. Ante mí se extienden los primeros legajos y descubro que, detrás de su jerga enrevesada, sus mentiras y verdades a medias, se esconde un cúmulo de historias entrecruzadas que me corresponde sacar a la luz valiéndome tanto de las herramientas de la literatura como de los instrumentos del derecho”.  

Es decir, en su llamada “novela sin ficción” va a valerse, como en toda novela, de las “herramientas de la literatura” pero además, de archivos, cartas, entrevistas, que un género inclusivo como la novela es capaz, por propia índole, de incorporar en el recuento de acciones y, también aquí, de versiones de ese episodio oscuro y enigmático (el arresto de la pareja) capaz de desencadenar una narración signada por un estilo directo, claro y sencillo, remitiendo siempre a hechos, recurrentemente definidos como “reales”. 

Según Volpi: “Para mí existe ese compromiso ético con la novela entendida como una investigación personal que trata de encontrar algunas soluciones y ofrecerlas a los lectores, de investigar a través de la ficción que esa es la naturaleza esencial de la novela”; es posible conjeturar que la postulación de “novela sin ficción” apunta más bien a cierta idea respecto de la ficción que se ha visto esparcida con formulaciones como la non fiction. El conjunto de textos así definidos tendrían, a diferencia de la sí fiction, un correlato preciso en la realidad: versarían sobre un hecho o hechos efectivamente ocurridos y concretas personas. En este sentido la idea de ficción se asociaría con mera invención, fantasía, producto imaginativo, etc. y no con los procedimientos de figuración, narración, descripción, manejo de la temporalidad y la espacialidad, ambientación, propios de la ficción concebida como forma de moldear el discurso para ofrecer una visión o interpretación de la realidad. Baste considerar qué otra significación promovería el mismo hecho narrado según otros parámetros narrativos. 

Tal vez el efecto buscado sea el de afincarse en la afirmación de que todo lo que relata remite a una realidad presente y amenazadora (por las maniobras de los poderes, por el uso discrecional de la fuerza represiva muy reiterado en las detalladas escenas de tortura, por las intimidaciones). Algo así como apelar a la fuerza de lo verdaderamente vivido rubricado en las voces –no siempre coherentes– de los protagonistas, víctimas y victimarios. Por tanto, se trataría de una forma del relato testimonial organizado según la dosificación que el autor va haciendo de los hechos, poniendo en juego su propia voz para comentar los pasos de su investigación. 

Pero tal idea de “novela sin ficción”, aun con todas estas salvedades, pone en cuestión tal denominación teniendo en cuenta que cuando algo pasa de lo empírico al papel, se produce un cambio de medio (como si se pasara del aire al agua) que trastoca el conjunto, así, aun cuando una historia trate de acontecimientos que han tenido lugar en la historia, reciente o no, y de personas involucradas en ellos, el relato de eso implica un proceso de escritura por el cual, el hecho en bruto –por otra parte definitivamente perdido– se escenifica, y aun, cuando se piense en la mayor objetividad por parte del autor, este construye su narrador o narradores y efectúa un proceso selectivo, sea en el orden de presentación, en el punto de vista adoptado, en la “intervención” sobre los discursos usados para elaborar la narración. 

Las personas reales, con nombre, apellido e historia particular, pasan a ser personajes, inclusive si, como en un momento se lamenta Volpi, su relato no se postula como una “novela” habitual que le permitiera explorar, o más bien conjeturar o diseñar, el interior de todos los retratados, los cuales siguen siendo personajes, sólo que no los típicos de un autor omnisciente, ese que como el narrador de Cien años de soledad sabe el presente, pasado y futuro de los personajes, lo que demuestra que tal procedimiento narrativo no quedó como un vestigio en la historia literaria, sino que bien puede retornar según sirva a la propuesta escrituraria de que se trate. 

En este caso, la historia de Vallarta y Cassez surgida con todos los derechos de la novela como la punta de un inmenso iceberg, cuya masa hundida al visibilizarse deja a la luz los puntos oscuros que los mass media y las instancias de poder tratan de ocultar con su ineludible secuela de damnificados.


Una novela criminal
Jorge Volpi
Alfaguara
493 páginas.