“Cualquier transeúnte curioso tiene perfecto derecho a entrar a una facultad (de la Universidad pública)y escuchar una clase que le interese, sin necesidad de estar ‘inscripto’ en carrera o materia alguna. Desde ya, casi nadie lo hace. Muchos no lo harán porque en efecto no les interesa, y no tienen por qué hacerlo. Pero otros muchos no lo saben, o aun sabiéndolo no se animan. La sociedad de clases levanta barreras culturales invisibles pero infranqueables ante la conciencia de aquellos/as que presuponen que no ‘pertenecen’ a esos espacios”.

Eduardo Grüner. “El lugar de la universidad en la calle”, publicada en PáginaI12.

Distendida, como quien juega en su cancha sin tribuna visitante, la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal sinceró su cosmovisión. “¿Es de equidad que desde hace años hayamos poblado la provincia de Buenos Aires de universidades públicas cuando todos los que estamos acá sabemos que nadie que nace en la pobreza en la Argentina hoy llega a la universidad?”.

Las imágenes, profusamente divulgadas, muestran que los socios del Rotary Club que la entornaban (varones, todos los que se ven) no la miraban, ni parecían destinarle mucha atención. Por suerte o por decoro, no aplaudieron.

Las respuestas atosigaron las redes sociales, si tal cosa fuera posible. Chicas y chicos del Conurbano, sin reconocerse en el rótulo de pobres, relataron historias de vida. Su núcleo, integrar la primera generación en su familia que accedió a la educación terciaria, que se recibió o la está remando. Nobles semblanzas de empeños familiares compartidos ubicados enlas antípodas del imaginario macrista. Gente común que “sabe” como piensa y qué derechos reivindican.Pertenecen a “otras” clases sociales, ausentes en los ágapes VIP.

Las llamadas Universidades del Conurbano comenzaron su saga durante las presidencias de Carlos Menem, las hay con más de un cuarto de siglo recorrido, otras con pocos años. Su número creció desde 2003; se crearon diez.

La cercanía territorial cumple varias funciones, entre ellas atenuar la macrocefalia de la Universidad de Buenos Aires. La vecindad posibilita el acceso, una obviedad para cualquiera que no sea otario… ni, tal vez, rotario.

Viajar desde los suburbios bonaerenses a las dispersas facultades porteñas o de La Plata insume horas.El costo del transporte es un escollo para potenciales educandos peroel mayor gravamen no es la plata sino el tiempo. La mayoría de los estudiantes provenientes de familias de bajos recursos trabajan, ahorrar tiempo multiplica las perspectivas de laburar, ayudando a madres o grupos familiares a parar la olla.

La vecindad es asimismo emocional. En la Universidad cercana, se convive con las amistades del barrio, con los pares, con pibas o pibes que van a los mismos boliches.

Llegar con un solo viaje en bondi o a pata o en bici, cumple un puñado de micro ventajas en la vida cotidiana.Quienes son mamás o papás solo pueden hacer el esfuerzo de cursar en una universidad cercana. 

Un relevamiento del Observatorio Educativo de la Universidad Pedagógica Nacional –publicado anteayer en la nota de tapa de este diario– prueba que la representación de los dos quintiles más bajos por ingresos en la Universidad creció mucho más que el promedio entre 2008 y 2015. “Nacieron en la pobreza” según el tosco decir de Vidal, llegaron a la Universidad. “Nadie” mintió la gobernadora; son más de 200.000 (ver recuadro aparte).

La condición universitaria ayuda a conseguir conchabo durante la carrera. Una mínima defensa contra la prepotencia del “mercado”, objetivo dilecto de Cambiemos.

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Inserciones, perspectivas, dilemas: La inserción social y cultural acompañan la entrada a la Universidad. Se suele estudiar valiéndose defotocopias porque los libros son costosos, pero se dispone de bibliotecas a mano, que no las hay en muchos hogares.

La flexibilización laboral, un objetivo anhelado por el presidente Mauricio Macri, es dura de lograr por vía legal porque cuesta reformar a la baja las normas vigentes o los convenios colectivos.

La pérdida de derechos, como en los ‘90, comienza de facto como consecuencia de la baja de calidad del empleo, del aumento de la informalidad. El clima cultural ensoberbece a las patronales, que saben que el Gobierno las banca y que los ministerios de Trabajo no hacen honor a su nombre.

Cualquier supermercado que busca un repositor al que ni siquiera le reconocerá relación de dependencia exige un “CV” en la búsqueda. Las mujeres jóvenes casadas caen bajo sospecha: en una de esas se creen con derecho a tener hijos. El domicilio de los postulantes agrega un factor de rechazo: determinados barrios populares o villas garantizan el bochazo.

Consignar que se está cursando en una Universidad mitiga la flexibilización de facto. Parece mentira, es realidad cotidiana.

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La musa involuntaria: De modo tan involuntario como eficaz, Vidal actuó como musa inspiradora para espontáneas historias de vida, que testimonian novedades en la vida de personas jóvenes (ver asimismo páginas 16 y 17 de esta edición y video de la Universidad de Florencio Varela accesible en www.pagina12.com.ar). Los impulsa el deseo aspiracional, el ansia de progresar, de no resignarse.

Un profesor de la Universidad de Hurlingham pregunta a los cursantes porqué ingresaron. Hablan de sueños, de anhelos postergados. De nuevo, en algo concuerdan todos; “porque está aquí”.

El aprendizaje, la capacitación y la salida laboral (ardua en un contexto que no la garantiza para nada) se combinan con el acceso a bienes o experiencias habituales hasta para personas de clase media. Subirse a un avión por primera vez, viajar para un postgrado o un curso de especialización, sacar pasaporte.

Las casas de estudio del Conurbano albergan al 14 por ciento de los universitarios argentinos, pero captan solo el 7 por ciento de las respectivas partidas del Presupuesto Nacional.

La dispar distribución de las competencias, el “capital cultural” viene desde la cuna, detalle que ignoran los apologistas de la educación privada. Un hogar con escasos recursos está imposibilitado de contratar un profe particular para dar clases de apoyo a un joven que se rezaga eventualmente.

Se cuestiona que son demasiados los estudiantes que no llegan a graduarse. Es un aspecto serio, que debe atenderse y mejorarse en establecimientos que comienzan el recorrido histórico. La solución, siempre transitoria y parcial, es mejorar la dotación de recursos materiales y humanos, perfeccionar a docentes y alumnos. Incluso-y por qué no-hacer introspección sobre los métodos y la calidad educativa. Jamás tronchar las trayectorias de decenas de miles de jóvenes y centenares de profesores. 

La diatriba de Vidal apesta a anuncio anticipado de recortes del Estado manos de tijera, con cruel criterio de clase. Todos lo sabemos o nos damos cuenta, gobernadora.

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Un vistazo a la historia: Alternar en espacios de saber abre la mente, pasar horas en un campus mejora las perspectivas, subjetivas y objetivas.

La educación como resorte de la movilidad social se cuenta entre las clásicas tradiciones argentinas.Embola un poco tener que subrayarlo cuando se cumplen cien años de la Reforma Universitaria.

La conquista de la educación universal no se concretó, de volea y por encanto, con la mera sanción de la notable ley 1420, en 1884. Los académicos Emilio Tenti Fanfani y Alejandro Grimson enseñan en el libro “Mitomanías de la educación argentina” que once años después de su promulgación la mitad de la población argentina era analfabeta. Cumplidos treinta años, el porcentaje se había reducido al 33 por ciento.

La conquista de la gratuidad comenzó con la escuela primaria primero.El final del arancelamiento en las Universidades públicas arribó con el primer peronismo.

Los precedentes ilustran: las transformaciones se van construyendo de modo sucesivo, en distintas promociones y hasta generaciones.

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Un poco de memoria: Se agolparon reacciones de la comunidad educativa, hubo para regalar. Vaya un resaltado para aquellos dirigentes de la agrupación Franja Morada que, distanciándose del alineamiento genuflexo de casi toda la dirigencia radical, fueron consecuentes con su mejor historia.

Hugo Juri –rector de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y presidente del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN)– refutó de plano a la gobernadora. Según informam.cba24n.com.ar expresó: “se vuelve a discutir equidad en términos totalmente equivocados como en la década del ‘90. La equidad se obtiene llevando la mejor educación a los lugares donde se encuentran los más necesitados. Capital Federal tiene muy buenas universidades públicas y privadas, pero en los sectores de mayor concentración de pobreza la educación privada no está presente y es donde está la universidad pública.(…)La universidad pública contagia cultura como está demostrado con múltiples ejemplos, entre los cuales mencionó a la Universidad Arturo Jauretche, localizada en Florencio Varela, provincia de Buenos Aires En sectores vulnerables del Gran Buenos Aires está una excelente universidad cuyos estudiantes son primera generación de su familia y son hijos de padres que no han terminado el colegio secundario. (…) Cuando se habla de equidad y justicia significa que una persona que habita lejos de las universidades o en lugares pobres debe tener posibilidades de acceder a la universidad. Hay que romper los preconceptos como lo han hecho países como Vietnam, que superan a países como los nuestros cuando hay una voluntad nacional sin errores conceptuales”.

Radical también, Juri fue ministro de Educación durante la presidencia de Fernando de la Rúa. Renunció a su cargo en disconformidad cuando Ricardo López Murphy, designado ministro de Economía, propuso un recorte formidable del “gasto público” que golpeaba especialmente a la Universidad. El gesto o, mejor dicho, los dos gestos merecen recordarse. La gran masa boina blanca reincide en la línea De la Rúa-López Murphy: antes como cabeza de la Alianza gobernante, ahora como furgón de cola del macrismo. Vale la pena saludar las excepciones.

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Contornos y contextos: Tal vez sea impresión del cronista, pero, justo cuando se reclaman sacrificios a la población, se multiplican ágapes fastuosos para dirigentes políticos y empresarios. En ese contorno Vidal emitió su proclama, coherente con dos años y medio de gestión cambiemita. La educación pública es una de sus bestias negras, aunque de eso no debe hablarse.

Macri y Vidal bregan por bajarles el copete y el valor adquisitivo de los salarios a los docentes. El Programa Conectar igualdad, que entregó más de cinco millones de computadoras a estudiantes secundarios, en comodato primero y en propiedad al egresar, fue discontinuado, mediante la clásica alquimia oficial. Falta de entrega de las compus, asfixia presupuestaria en paralelo.

Los “gastos” en infraestructura escolar se encogieron dramáticamente. 

Se interrumpió la entrega de libros gratis.

Las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional no podrán apuntar a esos “costos” porque el macrismo se anticipó a sus mandatos. 

La jerga oficialista rehúye las palabras “derechos”, “conquistas” o “desigualdad” con toda coherencia. Una derecha ramplona domina la política mundial, construye muros y cárceles para los inmigrantes, segrega, discrimina, apuesta a cristalizar las desigualdades. Las vallas, techos o fronteras invisibles pero infranqueables pueden ser más eficaces que los ladrillos o los alambrados con púas. 

La ampliación del sistema educativo, un afán constante de las fuerzas nacional-populares constituye un avance, una tentativa para acortar brechas. 

La invectiva de Vidal enfila en sentido contrario.Su aseveración “todos sabemos” rezuma ideología. Esa primera del plural es bien singular: expresa a minorías, elites, una clase arrogante que cada día se saca un poco más de maquillaje.

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