Los Martín Fierro son los galardones de mayor trayectoria de la televisión argentina. También los más populares. Sin embargo, probablemente no sean los más reconocidos por la comunidad televisiva argentina, que en buena medida concurre a la fiesta anual como un lugar de encuentro y diversión. Casi ninguno de los que suelen ir creen que el galardón que entrega Aptra tenga prestigio. Ese secreto a voces, de cualquier manera, no significa que muchos no se enojen cuando no lo ganan ni que algunos no hagan el lobby necesario para tener un gaucho brillando en el living de su casa. El ego a veces puede más que cualquier razón. 

La del domingo fue una velada cruzada por el reclamo de “aborto legal, gratuito y seguro”. La comunidad artística fue –es– uno de los colectivos que más levantó e hizo flamear esa bandera. Así quedó reflejado en los numerosos discursos alusivos a la despenalización del aborto y el verde que invadió una fiesta que en muchos aspectos parece seguir estancada en antiguos estamentos, en una cultura rancia fuera de tiempo. La elección como mejor programa de “humor/actualidad” a Polémica en el bar, un ciclo creado en 1963 por los hermanos Gerardo y Hugo Sofovich, en el que la mujer cumple apenas el rol decorativo de saciar el instinto masturbatorio del macho argentino, probablemente sea la mayor prueba de que Aptra debe renovarse. Pero no la única.

Los cuatro Martín Fierro ganados por Susana Giménez (mejor programa de entretenimientos, producción integral, conducción y el “de la gente”), tras un 2017 flojo en todo sentido, parece tener que ver más con mantener el status quo que en reconocer lo más destacado de cada año. Que la inoxidable Mirtha Legrand tenga siempre que llevarse una estatuilla habla más de rendirle pleitesía a la Señora y garantizar su presencia que en hacer justicia artística con la producción televisiva de cada temporada. ¿Se imaginan que en los premios Emmy ganasen siempre las dos mismas figuras? No hay peor premio que el que se regala y se repite por el peso de la historia.

El Martín Fierro parecería ser, en realidad, la fiesta anual que se organiza para premiar a Susana y Mirtha con la excusa de destacar a toda la TV argentina. Y esa injusticia en la que se premia al presente con criterios del pasado no hace más que terminar atentando contra la legitimidad de quienes hicieron méritos artísticos para ser reconocidos. De igual forma, que ninguna de las dos divas haya hecho referencia al debate sobre la despenalización del aborto ni se haya solidarizado con los trabajadores que sufren el ajuste y los desaguisados empresariales en los medios pareciera ser también una actitud de otro tiempo, de otra “familia televisiva”, más protocolar y menos comprometida con su tiempo.

La industria televisiva argentina merece (¿acaso necesita?) conjugarse más en presente y en futuro que en un pasado que la fija a una sociedad y a una TV que son puro recuerdo. Por más que se lo premie una y otra vez.