“NiUnaMenos fue mi cuna”, define Manuela Ponz. El 3 de junio del 2015 Manuela no pudo ir a la Plaza del Congreso. Estaba en su casa. Aterrada. Sin animarse a salir. Con miedo a encontrarse con su violador. Paralizada. Apenas 40 días antes, el 18 de abril del 2015, salía de un bar en Colegiales. Se tomó un taxi Premium. Tito Franklin Escobar Ayllon la violó. “No lo están buscando”, denuncia Manuela. Y denuncia también la inacción del Ministerio de Seguridad de la Nación y el destrato recibido por Patricia Bullrich que no le permitió realizar una marcha para pedir que reactiven la búsqueda del violador. “Es un atropello sostenido al cuerpo”, enmarca y apunta: “No erradicar la cultura de la violación es una responsabilidad del Estado. La violación más grave y perversa es el maltrato de la justicia y el Estado”. 

Manuela tiene 23 años. Y, en el cuarto NiUnaMenos, marcha y es parte de la calle colectiva. Ella es parte de las mujeres que ganan la calle y no de la violencia machista que intenta disciplinar a las mujeres. El 4 de junio del 2018 lo denuncia, desde la calle, abrigada por la marea de manifestantes que la acompañan y la abrazan, cantan que el patriarcado se va a caer y el feminismo va a vencer. NiUnaMenos es su calle, en la que se siente libre y protegida, parte de una potencia colectiva y gritando contra la impunidad que ultrajó su cuerpo, pero no logró vencerla ni hacerla suya. “Compartir la carga te la hace más liviana”, dice sin cerrar los ojos y con el cuerpo potente, parada sobre Avenida de Mayo, apenas resguardada de las gotas que rocían la marcha.  

Y pone en valor su propia potencia para denunciar la violación, pero no dejarse vencer. “No hay que darles el gusto, conmigo no”, se planta. “Tengo secuelas, pero no pudieron conmigo”, defiende orgullosa la denuncia de la violencia sexual, pero no la construcción de una víctima destruida frente al machismo. Manuela vino a la Ciudad de Buenos Aires, a los 17 años, desde Capitán Sarmiento (cerca de San Antonio de Areco) y dejo el escenario para estudiar derecho. “Que haya una sola piba que se siente valiente a partir de mi historia es una victoria”, resalta y convierte su propia reinvención en una forma de arenga para salir del dolor que inmoviliza por una forma de potencia colectiva contra el abuso y la violación. Ella no se define como una sobreviviente de la violencia, sino como una superviviente, viva y furiosa. 

Manuela pide que el delito de abuso sexual sea imprescriptible y que se apruebe el aborto legal, seguro y gratuito, entre otras demandas de una marea que no extingue sus deudas pendientes, sino que renueva sus reclamos. Además se fue de su lugar de militancia por exceso de machirulos y quiere formar un Partido Feminista. “El feminismo me puso en un lugar muy lindo donde doy y recibo”, contextualiza un fenómeno de sororidad que combate la soledad y multiplica la solidaridad permanente. 

–¿Qué le reclamas al Ministerio de Seguridad?

–En la gestión de Bullrich se unificó la búsqueda de prófugos. Pero es una tomada de pelo. Ellos usan la hipótesis de que se fue a Bolivia para decir que no está acá, pero yo creo que es para no buscarlo, porque hoy no lo están buscando. El 18 de abril hice una marcha para criticar el maltrato y el destrato y que le dieron mi causa al Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Vallaron a mi mamá y a mis amigos. No dejaron circular a la gente y pusieron una horda de policías para treinta personas. No me dejaban ni entrar a mi marcha. Y los funcionarios me atendieron en la vereda como si fuera una ciudadana de quinta categoría. Yo tengo 23 años y todavía me aguanto el cachetazo. Pero mi mamá tiene 51 años y ese día le subió la presión y terminamos en el hospital. Es una violación sistemática. 

–¿Qué significa NiUnaMenos para vos?

–A la primera marcha de NiUnaMenos yo no pude venir. Estaba encerrada en mi casa porque estaba aterrada. Vinieron mi mamá y mis amigos. Pero, después de NiUnaMenos, vino Malena Pichot y me regaló “Teoría King Kong” (de Virginia Despentes) que me cambió la vida.

–¿Cómo es subvertir la idea tradicional de la víctima de violación a la que se le arruina la vida?

–Yo no respondía a ninguna de las ideas sobre las víctimas. Volví a tener sexo, me volví a tomar taxis. Esa idea de víctima era otra forma de aleccionarme y yo no lo permití.

–¿Cómo te acompaña el feminismo?

–Valió la pena toda la mierda que tuve que atravesar cuando veo a pibas de 15 años que se sienten más fuertes. También gracias a esto se puede pedir el aborto legal, seguro y gratuito. Militamos esto para que mujeres como mi mamá se tengan que sacar la vergüenza entre las piernas por abortar. En ambos casos es un atropello sistemático, de parte del Estado, al cuerpo. Que haya violadores prófugos es responsabilidad del Estado y que haya muertes por abortos clandestinos es responsabilidad del Estado. Te quieren permitir que abortes solo cuando te violan como si fuera un premio.