No lejos del boulevard Black Mirror, esquina Inception, en el barrio de Matrix: ahí donde las paranoias del mundo virtual se acercan a toda velocidad, como un pixel que viene de frente, a las debilidades más humanas –la fascinación, la adicción, la voluntad, el dolor por las pérdidas irreparables– es donde intenta echar raíces Reverie, la flamante miniserie de ciencia ficción en diez episodios que estrena cada miércoles la cadena NBC. Reverie pone el foco narrativo en esa sensación (fastidiosa, incómoda, políticamente incorrecta) que viene a la cabeza al sacar la mirada del teléfono celular después de un rato de navegación táctil: que a veces el mundo virtual resulta tan seductor, convocante, atrapante, que es capaz de hacer olvidar “conscientemente” del entorno real. 

Apadrinada por Steven Spielberg –productor ejecutivo– y creada por Mickey Fisher –guionista de Mars y The Strain–, Reverie tiene como punto de partida un software que entrega alucinaciones sensoriales completas, hiperrealistas y a la carta: diseñar la cita perfecta, volver al freudiano, imbatible recuerdo infantil o recuperar seres queridos que han muerto; ofertas, todas, difíciles de rechazar. Esa forma de realidad virtual resulta nomás tan atrayente, creíble y adictiva que sus usuarios pierden noción del paso del tiempo, olvidan que están allí y ya no la pueden dejar. Cuando algunos clientes empiezan a caer en una suerte de coma digital y a amenazar el negocio, sale a la canche el personaje protagónico: una negociadora, experta en tomas de rehenes, contratada por la propia empresa creadora del bio-software Reverie para negociar con los usuarios-adictos. Así, la heroína es insertada dentro de la alucinación, en una suerte de “multiusuario”, para intentar convencer a los pobres diablos entubados de que salgan del coma y vuelvan a la –mierda de– vida real que tienen y que olvidaron o quisieron olvidar. Ese elemento dramático le da valor agregado a Reverie: el trágico deseo de fugarse de la propia existencia remite al agobiante ritmo de vida actual, por algo es que la serie no transcurre en el futuro, sino, mucho peor, en el presente.  

Dentro de su estructura de thriller, el link más inquietante que activa Reverie es el de la propia voluntad asociada con la opresión de la tecnología. No es un esquema totalitario que succiona a las personas, como el de Matrix, ni tampoco se trata de las distintas, infinitas formas de hostilidad que acechan asociadas a lo tecnológico, como en Black Mirror. En Reverie la peligrosa “cosa tecnológica” consiste en un universo virtual tan formidable, tan magnético, tan adaptado a las preferencias del usuario que consigue que la vida real, con sus imperfecciones y sus problemas, simplemente, no sea rival. Y lleva a que los usuarios se queden tildados dentro del programa. Cuidado con lo que deseas: si probás, no parás.