“¡Por fin están aquí, en la Biblioteca Nacional!”, exclama Alberto Manguel, el director de la institución, en la sala del Tesoro, donde están las vitrinas que exhiben una selección de la biblioteca de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo, 17.000 volúmenes que fueron donados en septiembre del año pasado a la Biblioteca Nacional (BN). Los pequeños tesoros preservan las marcas de lecturas, los modos de anotar, comentar e interpretar; los itinerarios que parten de la lectura a la escritura. Y viceversa. Cada ejemplar está tatuado por las inscripciones que dejaron Bioy, Silvina o Borges. Alejandra Pizarnik, que admiraba a George Bataille, le regaló a la autora de Cornelia frente al espejo un ejemplar de El muerto con sus anotaciones. La carta de la menor de las hermanas Ocampo es de una honestidad brutal respecto del texto de Bataille: “¡Qué horrible libro! Me da miedo tenerlo en mi cuarto porque nunca como dulce de leche. Es bueno conocer cosas repugnantes”. En la posdata, Silvina agregó: “Detesto la escatología”.

El destino final de los libros que integran la biblioteca Bioy-Ocampo será el Centro de Estudios Internacionales Jorge Luis Borges, dirigido por Laura Rosato y Germán Álvarez, que funciona en el anexo Sur de la Biblioteca Nacional de la calle México al 500. “Estos documentos estaban en condiciones pésimas, tenían bichos de todo tipo y estaban en un lugar malsano –recuerda Manguel–. La gente de preservación y conservación trabajó para poner los documentos en un estado que se puedan utilizar. Este fondo va a ser trabajado por investigadores argentinos y de otros países”. Juan Pablo Canala, jefe del Tesoro a cargo de la selección de los materiales, cuenta que se encontraron una gran cantidad de libros de Borges. Hay una edición de los Anales de Buenos Aires (el número 17, de julio de 1947) con la primera publicación del cuento “El zahir”, en donde Borges de forma manuscrita añadió fragmentos que luego incorporó en la reedición de la primera edición de El Aleph. “Esta práctica es bastante habitual; hace unos años Laura (Rosato) y Germán (Álvarez) publicaron una edición del ‘Tema del traidor y del héroe’ a partir de una serie de correcciones manuscritas a una revista Sur que se encontró en el acervo de la Biblioteca Nacional. Cada vez que encontramos alguna revista donde Borges pudo haber publicado, miramos con más atención porque en la colección tenemos varios ejemplares intervenidos por él”, dice Canala.

La vitrina más “borgeana” incluye una edición inglesa de Las mil y una noches traducida por Edward William Lane, que para el jefe del Tesoro evoca a los ensayos incluidos en Historia de la eternidad sobre “Los traductores de Las mil y unas noches”. Además de tener la edición en inglés que Borges leyó, en una guarda de unos de los tres tomos hay unas notas en alemán que confrontan con la traducción alemana de Gustave Weil del mismo texto. También están las galeras de la primera edición de El jardín de senderos que se bifurcan, con algunas correcciones, enmiendas y agregados a los textos hechas por Borges, que se encargó de corregir todas las erratas de quienes compusieron el texto mecánicamente, y además incluye una versión mecanografiada del prólogo con correcciones manuscritas. 

En otra de las vitrinas está el ejemplar del Finnegans Wake de James Joyce, con una serie de recopilaciones de dichos, refranes y neologismos, hecho por Borges y por Bioy, “casi como una especie de juego lingüístico que les propone la propia estructura de la literatura de Joyce”, plantea Canala. La primera edición de Viaje olvidado, primer libro de relatos de Silvina publicado por la editorial Sur en 1937, tiene una serie de intervenciones manuscritas en varios colores para una reedición en la editorial Emecé. Hay una edición de Enumeración de la patria, uno de los más importantes libros de poemas de Silvina, con una serie de correcciones y enmiendas en los versos. En la misma vitrina está la primera edición de La invención de Morel corregida por Bioy. “La mayoría de las correcciones que uno encuentra en este ejemplar añadidas en forma manuscrita por Bioy pasaron a la edición de Emecé –confirma Canala–. Adentro aparecen otros agregados: un listado manuscrito por Bioy con enmiendas al texto y un manuscrito bastante raro, donde recupera muchas de las opiniones de otros escritores, como por ejemplo (Ernesto) Sabato, que le comenta imprecisiones sobre cuestiones vinculadas a la física en este texto donde la figura de la máquina y la ciencia es central”.

En el rubro antologías se destacan Antología poética argentina (Sudamericana, 1941), compilación de Silvina, Borges y Bioy, con notas manuscritas de Bioy para una reedición no efectuada; y Poesía gauchesca (Fondo de Cultura Económica, 1955), con notas de Bioy en la sección del Glosario. Canala comparte una interpretación: “Uno podría pensar que estas correcciones y el propio glosario anticipan la obra lingüística que Bioy va a desarrollar después, el Diccionario del argentino exquisito”. Hay notas de Bioy en la hoja de cubierta de The doors of perception de Aldous Huxley; ejemplares dedicados por los autores a Bioy y Silvina, como Tres glosas de Ernesto Sabato y Campo nuestro de Oliverio Girondo. un ejemplar del discurso de premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, “La soledad de América Latina”, dedicado a Bioy y con una carta del escritor colombiano; y varios libros de la biblioteca de los padres de Bioy: Xaimaca, de Ricardo Güiraldes, dedicado por el autor a Adolfo V. Bioy y Marta Casares; Discusión, de Borges, dedicado por el autor a Marta Casares. 

El director de la BN pide que haya más donaciones. “Los manuscritos no se pueden ir al extranjero –advierte Manguel–. La universidad de Virginia tiene 60 manuscritos de Borges. Grecia dejó que las esculturas griegas fueran al museo británico y ahora se arrepiente. No tenemos que permitir que suceda esto en la Argentina porque estamos perdiendo nuestro pasado”.