Los Estados Unidos prepararon a los golpistas de Brasil en 1964, a partir de la creación de la Escuela Superior de Guerra, fundada por Golbery do Couto e Silva y Humberto Castelo Branco, que habían convivido con las tropas norteamericanas en Italia, en lo que fue la participación brasileña en el final de la Segunda Guerra Mundial. Junto con los formados en la Escuela de las Américas, en Panamá, se creó así la generación que preparó y puso en práctica el golpe militar de Brasil en 1964. La Doctrina de Seguridad Nacional y los métodos de tortura fueron las dos claves esenciales del régimen de terror que fue implantado en Brasil y en los otros países del Conosur.

En la posguerra fría, los Estados Unidos buscaron un nuevo enemigo, figura esencial para exorcizar hacia el exterior los problemas de la sociedad norteamericana. Junto al narcotráfico, se fijaron en el terrorismo.

Como parte de la lucha en contra del terrorismo, con toda la amplitud que George W. Bush pasó a darle al tema, se desarrolló un campo de actividad llamado “contraterrorismo”, como un elemento más de la función de “policía del mundo” que los Estados Unidos asumieron.

El blanqueo de dinero pasó a formar parte de esa acción, en la creencia de que el terrorismo lavaría sus recursos en los mecanismos  bancarios. Se pasó a la investigacion y punición en los casos de blanqueo de dinero, incluyendo la cooperación formal e informal entre los países, confiscación de bienes, métodos para extraer pruebas, negociación de delaciones, uso de interrogatorios como herramienta y sugerencias de cómo tratar con las Organizaciones No Gubernamentales sospechosas de ser usadas para financiamiento ilícito.

El seminario “Proyecto Puentes: construyendo puentes para la aplicación en Brasil” –cuyo tenor fue revelado por Wikileaks–, realizado en octubre de 2009, en Río de Janeiro, con la presencia de autoridades norteamericanas, sirvió para la formación de nuevo personal al servicio del Imperio, para consolidar entrenamiento bilateral de aplicación y habilidades prácticas de contraterrorismo. Participaron promotores y jueces federales de 26 provincias brasileñas, además de 50 policías federales de todas las provincias. La brasileña fue la mayor delegación. Tambien hubo representantes de México, Costa Rica, Argentina, Panama, Uruguay y Paraguay.

En el transcurso de la reunión intervino solamente Sergio Moro, el hoy muy conocido juez brasileño, que pretende ser un “justiciero, al margen de la ley, en contra de la corrupción”. Disertó acerca de los “cinco punto más comunes de lavado de dinero en Brasil”. Los participantes solicitaron entrenamento adicional sobre la búsqueda de evidencias, entrevistas e interrogatorios. Ese interés se suscitaría porque “la democracia brasileña no tiene todavía 20 años de edad. Así, los jueces federales, los magistrados, los abogados, son principiantes en el proceso democrático, no fueron entrenados en cómo lidiar con largos procesos judiciales (...) y son incapaces de utilizar eficazmente el nuevo código criminal, que fue completamente alterado”.

El informe pide, en los resultados de la reunión, que se realicen cursos más avanzados en San Pablo, Curitiba y Campo Grande. El informe concluye que “el sector judicial brasileño claramente está muy interesado en la lucha contra el terrorismo, pero necesita herramientas y entrenamiento para empeñar fuerzas eficazmente. (...) Magistrados y jueces especializados han conducido en Brasil los casos más significativos de corrupción de individuos de alto nivel”.

El surgimiento de gobiernos que contrarían las orientaciones de Estados Unidos fue la oportunidad para adaptar esas orientaciones a proyectos de desestabilización de esos gobiernos, apoyados en acciones que se concentran en la denuncia reiterada de supuestas irregularidades cometidas por esos gobiernos, por los partidos que los apoyan y por sus líderes. La contribución de Moro y de sus comparsas es la de usar los métodos que aprendieron con los norteamericanos –que incluyen el uso de las delaciones, entre otros métodos–, para destruir la democracia, reconstruida después del agotamiento de las dictaduras militares instaladas por la generación anterior de golpistas, también formados por los Estados Unidos.

Wikileaks ya había demostrado que los datos del espionaje del gobierno de los Estados Unidos en la Presidencia de la República de Brasil, en el Ministerio de Minas y Energía y en Petrobras fueron suministrados a Sergio Moro y sus comparsas, para que dieran inicio a las denuncias en contra del gobierno del PT. Esa reunión de 2009 es indicativa de los nuevos métodos de desestabilización política generados por EE.UU., con intervención escandalosa en los asuntos internos de los otros países, violando su soberanía y contando para ello con miembros del Poder Judicial y de la policía, como preparación, por EE.UU., de la nueva violación de la democracia brasileña, apoyada en personajes que representan directamente los intereses del Imperio, como Sergio Moro y sus comparsas.