El general ve en las inmediaciones de la barranca al cura Navarro que bendecirá la bandera que espero sea aprobada por vuestra excelencia; lo acompañan Perdriel y Escalada, quienes se harán cargo de las baterías cuando él parta.

-‑Plante el tronco, vea si está fuerte la cuerda y ate bien la bandera ‑-le ordena a Maziel cuando el pozo ya estaba hecho y la tropa formada.

Cuando el sol del 27 (de febrero) se empezaba a apagar por el oeste, levantó su espada a modo de señal que esperaba el primer abanderado. Hecho el pozo, Maziel comenzó a enarbolar, por primera vez, la bandera celeste y blanca hasta lo más alto del mástil y todos los presentes juraron vencer a los enemigos internos y externos frente al río Paraná.

Dejó el Rosario el 2 de marzo de 1812. Marchó, enfermo, hacia el noroeste para asumir en Jujuy el comando en jefe del Ejército Auxiliador del Perú. Ese mismo día, el gobierno le envía un oficio donde le prohíbe el uso de la bandera celeste y blanca, se desaprueba su desobediencia. "Haga pasar por un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera enarbolada, ocultándola disimuladamente", le escriben, con ironía, desde Buenos Ayres. "La bandera la he recogido y la desharé para que no haya memoria de ella", escribe Belgrano, a modo de respuesta. Pero también advierte a la Junta que ni en su ingreso al Rosario, un triste pueblo, como lo definió, ni en otras ciudades he observado aquel entusiasmo que se manifestaba cuando hizo su primera expedición al Paraguay. Solo escucha quejas, lamentos, frialdad, indiferencia total.

***

Un mes después, Perdriel reúne a la tropa del Rosario. Una escuadra realista viene avanzando río arriba. Reclama a Buenos Ayres cuarenta artillleros como refuerzos.

-‑Estamos dispuestos a morir todos antes que consentir el triunfo de los enemigos -‑manda a decir el coronel a los porteños.

El estado del pequeño ejército es de pobreza. El comandante del Rosario encara a los comerciantes españoles en la aldea.

‑-Mis soldados no tienen ropa ni comida, apenas tienen chuzas, están lejos de sus familias, necesitamos la contribución de ustedes.

Las baterías levantadas por Belgrano se preparan para la primera defensa cuando el río Paraná experimenta una enorme crecida que termina favoreciendo a los españoles. Perdriel divisa cinco lanchones y buques menores, en la avanzada, y dos bergantines un poco más retrasados. La flotilla española ha llegado al Rosario. La breve batalla naval comienza con disparos de metralla desde los barcos de guerra de pequeño porte hacia la batería Independencia; la respuesta no se hace esperar por parte de los cañoneros rosarinos instalados en la isla, pero no alcanza. Los españoles sondean el extraordinario calado del río; es perfecto para internarse en el riacho Los Marinos y remontar el río por detrás de la isla, fuera del alcance de las baterías.

Perdriel imagina, en la urgencia, echar a pique una lancha en el riacho, hundir palos con un martinete a manera de escollos, tender una gruesa cadena. Pero nada de eso ocurre.

-‑Todo este trabajo está perdido -‑razona.