Desde Moscú

–Explicame una cosa, Flaco, ¿por qué nosotros hacemos siempre fuerza por ustedes y ustedes cada vez que jugamos nosotros celebran los triunfos de los contrarios?

–No sé, algo deben haber hecho.

–¿Algo como qué? ¿Yo no hice nada, yo hago siempre fuerza por Uruguay y seguro que vos gritaste los goles de Francia...

–Y...

–Ves lo que te digo... 

–Nosotros leemos mucho los diarios argentinos y en Clarín decían antes de que jugáramos con Portugal que se venía el duelo entre Cristiano Ronaldo y Messi. Nos daban por muertos.

–¿Quién? ¿Clarín? Clarín no representa el pensamiento de los argentinos. Clarín miente.

–Vos vas a la cancha en Argentina y nosotros gritamos “u-ru-gua-yo”, “u-ru-gua-yo” cuando se destaca uno de ustedes. Pero nunca supe que en una cancha uruguaya gritaran “ar-gen-ti-no”, “ar-gen-ti-no”.

–Ustedes no se hacen querer y nosotros somos un país chiquito. Tenemos nuestro orgullo.

–A mí me caen buen ustedes, pero en el fútbol son insoportables, asumanló.

El diálogo en una mesa del primera piso del restaurante de la Feria de Izmaylovo, en el norte de Moscú. La discusión incluía algunos comentarios de mesa a mesa sobre lo bueno que estaba el brochet de cordero.