En La calma mágica a Osvaldo lo filman en una situación vergonzosa: dormido en el trabajo, frente a la computadora. Y el video comienza a circular y circular. Casualmente o no, en Próximo (2017), de Tolcachir, la tecnología también es uno de los temas: la obra, en cartel sábados y domingos, pone en escena una historia amorosa vía Skype. 

–Lo que ocurre con la propia imagen en el universo virtual es un tema de gran actualidad. ¿Qué piensan de esto y de cómo lo aborda la obra?

C. Z.: –Obviamente, poder definirse a uno mismo es difícil. Lo que la obra deja en evidencia es que en realidad uno no tiene control sobre lo que uno es para cada persona que lo conoce. Acá queda expresado en que cada uno puede tener una foto tuya. Es algo inevitable ya.

C. T.: –Hay un costado de tentación social, de sentir que tenés 3400 amigos y que contás tu vida. Es lo que conocemos como crítica de no intimidad. El otro día conocí en una fiesta unos influencers, adolescentes de 17 años. Los veía y decía “si no fuera porque existe esto, estos chicos se mueren, no tendrían lugar en el mundo”. Son unos bichos rarísimos. He conocido twitteros alucinantes que no pueden hablar. Estamos en medio de la ola, así que no sé bien. Yo mismo no sé cuánto me afecta. En relación a la obra, trata de cómo nos ven los otros. A este personaje lo que lo vuelve loco es que los demás lo van a ver durmiendo y lo que van a interpretar de él, en un momento en que él tampoco tiene muy claro cómo es él. Entonces es un estallido de un estallido.