Doña Disparate y Bambuco vuelve a escena. Vuelve la obra teatral de María Elena Walsh y también –claro– sus canciones. Y vuelve Georgina Barbarossa a ponerse en la piel de esta señora que es todo lo que indica su nombre, y que encarna esa capacidad excepcional de la obra de la gran autora argentina: la de hacer ver al lector –y en este caso, al espectador– todo lo que lo rodea con ojos asombrados. Desde algo tan común y corriente como una naranja (¡que puede ser cazada y domada!) hasta la Mona Lisa (que en su casa del Louvre habla, se queja en italiano y hasta tiene un esposo: el Mono Liso). Si el mundo es absurdo, en este Reino del revés puede serlo aún más. Rescatando y cuidando el planteo y el espíritu de aquella puesta que tiene ya cincuenta y cinco años, Barbarossa, Jorge Maselli como Bambuco y un elenco de bailarines y cantantes traen de vuelta a María Elena, fresca y actual. La obra va de martes a domingos a las 17.30 en el Centro Cultural 25 de Mayo (Av. Triunvirato 4444, en Villa Urquiza).

La primera Doña Disparate y Bambuco se estrenó en 1963, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín, dirigida por María Herminia Avellaneda y protagonizada por Lydia Lamaison y Osvaldo Pacheco. Dos veces más estuvo en teatro, y esas dos veces, Doña Disparate fue protagonizada por Barbarossa: en 1990 (con tres temporadas) y en 2000. Ahora la actriz vuelve a ser ese personaje disparatado que le cabe muy bien, pero esta vez asumiendo también la dirección, junto a Rubén Cuello. 

Y así Doña Disparate se toma El último tranvía, que rueda todavía… y emprende un viaje que va de aquella Buenos Aires de antaño al frío invierno de París. Siempre detrás de “La Naranja”, que es todo lo que Bambuco quiere ver. Es Manuelita la Tortuga (obvio) quien los lleva a cruzar el océano. En la capital francesa conocen La calle del gato que pesca, el río Sena y el Museo del Louvre. Y allí a la Mona Lisa, a la que ya tenían vista… ¡en las latas de dulce de batata! Y hete aquí que su marido, el mismísimo Mono Liso, es el domador de la famosa Naranja. Sí, la que se pasea de la sala al comedor. 

Como todo clásico, Doña Disparate y Bambuco sigue sorprendiendo a los espectadores, de todas las edades. Les sigue diciendo que el mundo es un poco loco. Y que a pesar de todo, en él siempre estamos invitados a tomar el té.