El cubano Roly Berrío no es un trovador convencional. Lo suyo rompe con el estereotipo de cantautor que aborda el acontecer político y social con tono solemne. No es que se desentienda de lo que sucede, elige otro lenguaje y herramientas para decir sus cosas. Berrío explota en el escenario su costado teatral y defiende canciones con dosis de humor e irreverencia. Una línea estética que se discontinuó, dice, después de la Revolución. “Hay una raíz histriónica que proviene del cabaret y que se abandonó y se estigmatizó luego del triunfo de la Revolución. Algunos representantes de esa línea son Bola de Nieve, Celia Cruz o Beny Moré. La música popular, la rumba, necesitan del ‘fuego sagrado’. Lo que hago es pensar en el fuego que llevan las canciones y entregar ése ánimo”, dice el músico y actor. “Es importante darle vida a las canciones. Tenemos pocos elementos: solo la guitarra, la voz, el alma y la letra para contar. Creo que es vital incorporar el cuerpo y las energías”, amplía este artista que se encuentra de gira por el país y hoy se presentará a las 21 en el Teatro de La Media Legua (Aristóbulo del Valle 199, Martínez), junto a Palo Pandolfo.

“El humor es un modo y es parte de la vida cubana”, sostiene Berrío, y apunta sobre el concepto de trova. “Es lindo recalcar que la trova no es un género. El compromiso de la trova es con el mensaje, con qué decir, con no negar el tiempo en el cual transcurre el hecho creativo y no alejarse del pueblo. Los géneros son salvoconductos para poder contar; por eso un compositor trovadoresco cubano puede hacer un bolero, un chachachá, un mambo, una zamba o un rock. La idea es tomar los géneros para comunicar, porque son sentimientos. La trova es una actitud, una postura, tener claro de qué lado estás dentro de la sociedad”, desarrolla el músico, quien está presentando un repertorio centrado en el disco en vivo Sólo salen (2012), que se pasea por el son, la salsa, aires de jazz y otros ritmos. La gira comenzó en Alta Gracia y luego continuará en Pista Urbana (Chacabuco 874) el jueves 26 y el 2 de agosto; llegará a Club Dumas (Dardo Rocha 401, Monte Grande) el 9 de agosto y culminará con fechas en Rosario y Córdoba.

–¿Por qué se interrumpió la tradición más picaresca de la trova?

–Antes de la Revolución, en Cuba la música y la creación estaban destinadas al entretenimiento. En el cabaret transcurría gran parte de la vida cultural cubana, era un espacio de ocio. Y eso se intentó eliminar. Cuba proponía una nueva sociedad, un hombre encaminado a sueños mayores. Se hizo una campaña de alfabetización y una reforma agraria. Los cambios estructurales en la economía también trajeron cambios en la cultura del país. Muchos de los artistas que estaban en plena madurez perdieron espacios y quedaron desamparados. En algún punto, se atacó a esta vertiente artística como si fueran la causa de un mal social. Se invisibilizó la religión afrocubana, una cultura muy rica. Muchos decidimos no abandonar la guitarra y sacarle rigidez a la canción. Hay una tendencia lúdica que está volviendo.

Oriundo de Santa Clara, Berrío es uno de los integrantes fundacionales de La Trovuntivitis, un colectivo de trovadores con 20 años de existencia que revitalizó la escena cubana. “En la década del ‘90, durante el ‘periodo especial en tiempo de paz’ (N.d.R: la etapa de profunda crisis que se desencadenó en Cuba tras el derrumbe de la URSS), hubo una migración de músicos hacia lugares donde hubiese mayor fortuna. Algunos emigraron al extranjero y otros emigraron desde sus provincias hacia la capital. En Santa Clara habíamos quedado un poco huérfanos de espacios, de ediciones y música. Me dediqué a ocupar lugares, a buscar y tratar de motivar, junto a otros compositores, la posibilidad de renovar el panorama musical”, contextualiza el músico, quien plantó bandera junto a sus colegas en el famoso centro cultural El Menjunje. “¡Todos los jueves de la vida estamos ahí!”, se alegra este juglar de 46 años.