Durante los cinco años que duró la guerra civil entre Santa Fe y Buenos Ayres (1815-1820), Estanislao López demostró ser un extraordinario guerrero. Ante ejércitos porteños más numerosos y mejor organizados, López evitaba los combates frontales por carecer de táctica metódica aprendida en los manuales de guerra del extranjero. Sus indios y sus gauchos se adaptaban inteligentemente al terreno conocido; ante la lentitud de sus adversarios, respondían con la rapidez de sus movimientos y con la sorpresa de sus acciones. Sólo les quedaba recurrir a una táctica astuta, sorprendente y única: el entrevero, el combate individual en medio de la confusión general; los ataques furiosos después de simular falsas fugas; la captura de caballos del enemigo en medio de la niebla y el silencio.

En noviembre de 1818, el general porteño Juan Ramón Balcarce está a punto de invadir Santa Fe. López –designado cuatro meses antes gobernador en reemplazo del vacilante y popular Mariano Vera- está volviendo a la ciudad tras la batalla en Fraile Muerto. Aunque no pudo aniquilar en Córdoba a Bustos-La Madrid-Paz, sabe que la fuerza unitaria no tiene posibilidades de asociarse a Balcarce, no tiene movilidad en un territorio de enormes distancias ni alimentos.

“Las montoneras” llaman los porteños a las milicias de López y su definición remite a los que pelean en el montón, tanto a pie como a caballo, siempre en orden disperso y luego se retiran ante la resistencia del enemigo para volver a avanzar después de una reconcentración en puntos diversos. Es guerra de guerrillas: desgastar a las tropas enemigas, dificultarles sus maniobras.

Los soldados de López lucen originales y temibles. La pluma de ñandú, emblema de la libertad para los indios, se ajusta en el sombrero al que llaman panza de burro. Lucen cuernos y bocinas por trompetas, llevan chuzas emplumadas y cubren sus cuerpos con pieles de tigre del Chaco. Los dragones, en tanto, exhiben una cabeza de burro con las orejas inhiestas por crestón en la parte superior del casco que llevan puesto, visten chipá colorado y bota de potro, van armados de lanza, carabina, fusil o sable, y boleadoras en la cintura.

Tapes y milicos llevan su ración alimentaria de carne salada, el mate, la infusión en calabazas grandes, cargan con la bota con líquido para beber y chifle de caña paraguaya a la que le agregan un poco de pólvora a modo de estimulante antes de la pelea cuerpo a cuerpo con el enemigo porteño, donde la lucha es con arma blanca, meta fierro y a degüello.

 

Mañana se cumplirán 200 años de la asunción del brigadier Estanislao López como gobernador de Santa Fe. Para ello, el gobierno de la provincia ha organizado una serie de homenajes en la ciudad capital: a las 10, habrá un acto público en la plaza 25 de Mayo. A las 11.30, en la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe se desarrollará el panel “Los caminos del federalismo: historias y actualidad”, con la participación de los historiadores Ana Frega, José Carlos Chiaramonte y Miguel Ángel Asensio. A las 18, Pacho O’Donnell brindará la conferencia “La liga de los pueblos libres y la vocación federalista de Estanislao López”, en Casa de Gobierno de Santa Fe.