El crítico perspicaz de las “buenas historias” –promovidas por el mercado editorial para contrarrestar el desinterés hacia la creación literaria– es distinguido por su obra, definida como “un edificio verbal asombroso”. El escritor barcelonés Luis Goytisolo ganó el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el Idioma Español, un reconocimiento bianual para escritores de larga trayectoria que hayan contribuido a enriquecer la cultura universal, dotado de 250 mil dólares, que otorga la Secretaría de Cultura y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Entre los ganadores de otras ediciones se destacan Mario Vargas Llosa y Sergio Ramírez. El jurado, que eligió al autor de la excepcional tetralogía Antagonía por unanimidad, destacó “su compromiso irrenunciable y persistente con la literatura, su afán de renovar la novela tradicional a través de la pluralidad de perspectivas, incluidos el ensayo, la filosofía y la reflexión sobre la creación literaria misma; el respeto ineludible por el lenguaje y el método autorreflexivo de su narrativa”.

La infancia de Goytisolo (Barcelona, 1935) estuvo marcada por la muerte de su madre, Julia Gay, durante un bombardeo en la Guerra Civil, justo el día en que el escritor cumplía tres años. No guarda ningún recuerdo de su madre, probablemente por “un mecanismo de defensa” que hizo que “un sentimiento de rechazo de la compasión ajena, casi de vergüenza, se impusiera al dolor” que aquella muerte le producía. Su primera novela, Las afueras (1958), fue reconocida en la primera edición del Premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral. Las líneas maestras de su narrativa se gestaron en 1960, cuando estuvo encerrado en la prisión de Carabanchel (Madrid) por su militancia comunista. “Ser comunista era la mejor forma de combatir el franquismo”, dijo, y admitió que “la cárcel representó una de las experiencias más importantes de mi vida, aunque también fue muy duro”. 

En la tetralogía Antagonía, integrada por Recuento (1973), Los verdes de mayo hasta el mar (1976), La cólera de Aquiles (1979) y Teoría del conocimiento (1981), Goytisolo explora el itinerario de Raúl Ferrer Gaminde desde que descubre su vocación de escritor hasta que escribe su primera novela, la última de la tetralogía, en un período que comienza en las postrimerías de la Guerra Civil y concluye con el final de la dictadura franquista. El crítico Ignacio Echevarría afirma en el prólogo de la edición de Antagonía, publicada por Anagrama en un solo volumen en 2012, que es “una de las grandes novelas del último siglo; comparable en sus logros, y no sólo en su ambición, a títulos como Retrato de un artista adolescente, de James Joyce; En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, o El hombre sin atributos, de Robert Musil”. La novela de Goytisolo ofrece “un cuadro muy revelador de toda una sociedad, observada con extraordinaria perspicacia crítica, y entraña una sutil teoría del conocimiento basada en las reminiscencias que en la conciencia del sujeto despiertan tanto el acto de escribir como el de leer”, planteó Echevarría. 

A Luis –hermano de Juan Goytisolo (1931-2017) y de José Agustín (1928-1999)– no le gusta que le digan que es “un escritor catalán”. Se considera “escritor barcelonés” porque nació en Barcelona, pero siempre aclaró que no ha escrito “ni una línea de catalán” y que habla “mal” esta lengua. El autor de Estela del fuego que se aleja (1984), con la que obtuvo el Premio de la Crítica; Estatua con palomas (1992), ganadora del Premio Nacional de Narrativa; Escalera hacia el cielo (1999), Liberación (2003) y Oído atento a los pájaros (2006), entre otros títulos, es miembro de la Real Academia Española (RAE) desde 1994, y entre los premios que ha cosechado se suman el Premio Anagrama de Ensayo en 2013 por Naturaleza de la novela y el Premio Nacional de las Letras Españolas (2013). “¿Buenas historias para quién? ¿Desde qué punto de vista? Pues lo que gusta a unos no tiene por qué gustar a otros”, escribió en un artículo publicado en El País de España en 2004. “Las buenas historias que promueve el mercado responden a un intento de contrarrestar el creciente desinterés del público hacia la creación literaria, por lo que tal promoción –desarrollada a lo largo de la segunda mitad del siglo XX– tiene un carácter eminentemente defensivo; si la gente leyese masivamente a Proust y a Faulkner, el best seller se estaría por inventar. Sin embargo, se trata de un apaño que no hace sino agravar la situación en la medida en que aumenta el divorcio entre lo que se vende como literatura y lo que hay que entender por creación literaria.” 

Goytisolo, que suele aclarar que no es esa clase de escritor que dice estar escribiendo siempre la misma novela, explicó que lo que le interesa hacer mientras escribe es “encontrar minas que luego exploto”. Terminó Chispas, una novela breve de 100 a 120 páginas que tiene “un humor rabioso y al mismo tiempo es bastante triste”. Nunca se caracterizó por ser un optimista. Menos en estos tiempos. “Es un mundo realmente muy difícil y veremos cómo salimos, es una crisis a la que yo no le veo un final inmediato”, reconoció el escritor. “Ha cambiado todo y bastante. Es un mundo ya incomprensible. Por eso digo que no es posible ser optimista, no se puede ser optimista ante el mundo actual, yo no le veo la salida.”