Cuenta la leyenda que luego de ver Eraserhead en una función privadísima, Mel Brooks exclamó algo así como “Este tipo está loco. Tiene que ser él”, decidiendo en ese preciso momento que Lynch era la persona ideal para dirigir la producción El hombre elefante. Tal vez las cosas no fueron exactamente así, a la manera clásica del ¡eureka!, aunque esa proyección existió y Brooks optó finalmente por el joven realizador en lugar del más experimentado Alan Parker. Brooks recuerda en Room to Dream su primer encuentro con el particular creador: “David vino a mi oficina en Twentieth Century Fox vestido como si fuese Jimmy Stewart a punto de protagonizar una película sobre Charles Lindbergh. Tenía puesta una chaqueta de cuero de aviador y una camisa blanca abotonada hasta el cuello y su pelo estaba cortado de una manera provinciana. Era muy sencillo y poseía un loco acento del Medio Oeste. Hablamos sobre el guion y en el momento en el que me dijo ‘Creo que es una historia muy reconfortante’ me consiguió por completo”. Unas páginas más tarde, en la “respuesta” de Lynch a McKenna, el autor afirma que “no tenía derecho a dirigir El hombre elefante. Venía de Missoula, Montana, y este era un drama victoriano con estrellas gigantes y todo lo que había hecho antes de eso era un pequeño film que habían ido a ver diez personas. Era una locura. Pero allí estaba. Esta película iba a ser mi bautismo de fuego. Y no creerían las cosas que pasaron”. Entre otras, Anthony Perkins, a cargo del personaje del Dr. Frederick Treves, llamó desde Londres –donde se rodó gran parte del film– a Los Angeles y le pidió a Brooks que despidiera a Lynch. El enojo venía de una serie de enfrentamientos durante la filmación, que llegaron a incluir gritos e insultos de toda índole. “Tony está perfecto en la película, es absolutamente genial, pero mantuvo una actitud hosca durante todo el rodaje. Tony estaba sencillamente enojado con la vida”.