Una chica de 17 años, que está acusada de asesinar de una puñalada a su novio de 19, en la madrugada de ayer, como corolario de una fuerte discusión entre ambos, se entregó pasado el mediodía en el juzgado de Menores en turno, en Rosario. El hecho tiene muchos puntos en común con lo ocurrido en Gualeguaychú con Nahir Galarza, que mató a su novio, Fernando Pastorizzo, de 20, de dos balazos, en la madrugada del 29 de diciembre.

Fuentes del Ministerio de Seguridad explicaron que el caso trascendió a partir de una llamada al 911 que daba cuenta de la presencia de un hombre herido de arma blanca en Garibaldi al 3800. Cuando la policía y personal del Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias llegaron al lugar comprobaron que la víctima ya había fallecido. Enseguida, y en el mismo lugar, los policías tomaron declaración a una mujer que dijo ser la madre de la adolescente que cometió el crimen.

Según el testimonio de esa mujer, su hija habría mantenido una discusión con su pareja, Brian Ezequiel Ortiz, de 19 años. El joven recibió una puñalada en el tórax, cerca del corazón, y murió a los pocos minutos, mientras se aguardaba la llegada del personal de emergencias. 

Poco antes del mediodía, la adolescente se entregó a la policía. Según publican medios locales, la mamá contó que a las 2 de la mañana estaba acostada mirando el celular cuando oyó que los jóvenes discutían en la cocina. “Estaban discutiendo. Brian la había encerrado en el baño para que ella no agarrara el cuchillo. Igual lo agarró. Ella se puso tan nerviosa que no habrá pensado lo que hizo”, relató la mujer. “Yo no pensé que iba a terminar así. Habían discutido tres veces en los últimos tiempos”, dijo. Cuando fue a ver qué pasaba, vio que su hija salía corriendo. Brian quedó tendido sobre un sillón, con un puntazo en el corazón. “Se me murió en los brazos el pibe, pobrecito”, dijo. 

La mujer contó también que tanto su hija como Brian habían tenido una infancia muy difícil, marcada por la extrema pobreza y la vulnerabilidad. Brian y sus hermanos, más pequeños, perdieron a sus padres hace unos años y vivieron en un orfanato. La joven había sido violada, a los 10 años, por tres adolescentes. No se había recuperado de las profundas huellas psíquicas que el hecho le dejó.

Las fuentes indicaron que la chica estuvo prófuga unas horas y luego se entregó. Las actuaciones judiciales están a cargo del fiscal Luis Schiappa Pietra. El cuerpo de la víctima fue derivado al Instituto Médico Legal para la realización de una autopsia.

Los puntos en común con el caso de Gualeguaychú son evidentes: la edad de los protagonistas, el resultado trágico (para las víctimas, por supuesto, y también para las jovencísimas homicidas). Pero hay una diferencia fundamental: mientras uno de los dos casos despertó un revuelo mediático de proporciones y fue ampliamente cubierto por la prensa, que desplegó fotos de Pastorizzo y de Galarza, ventiló detalles íntimos de la relación entre ambos (detalles contradictorios entre sí y sin ningún escrúpulo por la veracidad de quien los difundía) y diseccionó la vida sexual de los dos (con la amenaza de publicar un video íntimo de ambos incluida), este caso de Rosario apenas merece unas líneas en la prensa local (y algo más en este diario, de alcance nacional). 

Acaso lo que realmente hace a ambos casos merecedores de tan distinta repercusión en los medios masivos sea que los chicos de Gualeguaychú son (eran) de clase media acomodada, en un ambiente que el imaginario social no asocia con estos hechos, y que la tragedia rosarina se produjo en un barrio más que humilde, entre adolescentes pobres y vulnerables, los mismos que son estigmatizados a diario por esa misma prensa.