Como la misma realidad que pretende reflejar, Gisela Marziotta no para. La periodista atraviesa uno de esos momentos en los que el trabajo profesional y la ciudadana se funden todo el tiempo. Podría decirse que está cumpliendo el sueño de la piba: hace radio, escribe en gráfica, acaba de publicar un libro, realiza entrevistas para un sitio web y ahora le acaba de sumar la conducción de un segmento informativo televisivo diario. En su caso, ni la realidad ni el trabajo se detienen. Conductora en la AM 750 en La primera página (sábados de 10 a 13), escribe todos los sábados investigaciones sobre distintos problemas de la Ciudad de Buenos Aires en PáginaI12 y tiene un segmento semanal de entrevistas en el portal Infobae. Además, el mes pasado publicó Amores bajo fuego (Editorial Planeta), su cuarto libro. Y desde hace dos semanas se hizo un hueco para conducir Siempre noticias, el segmento informativo que en el renovado Crónica HD encabeza de lunes a viernes a las 17. Su caso es, tal vez, la más clara prueba de que el periodismo es más una manera de vivir que una mera condición laboral.

Periodista desde antes de cumplir los 18, cuando Rolando Hanglin le dio su primer trabajo “profesional” haciendo RH Positivo en una emisora de Pinamar, Marziotta se fue haciendo un lugar en los medios saltando de un lugar a otro. Suerte de trotamundos del periodismo, trabajó en el viejo Azul TV, la agencia Télam, la TV Pública, América, El Trece, Radio América, Del Plata, C5N y Canal 9, entre otros medios en los que trabajó con muchos. “Aunque nunca trabajé tanto como ahora”, reconoce en la entrevista con PáginaI12.

–¿Poder ejercer el periodismo en casi todos los soportes es el estado ideal que anhela todo periodista o se padece más de lo que se lo disfruta?

–Se fue dando todo gradualmente, no sufrí el shock de tanto trabajo. Si se hubiese dado todo junto, no sé si hubiera podido disfrutarlo. Tuve el honor de que pude disfrutar cada caso en su momento. Empecé con la radio, que es puro disfrute, y después apareció la idea del libro, que venía trabajando en paralelo y en silencio hasta que lo entregué. Más tarde surgió la posibilidad de hacer entrevistas para Infobae, que me interesaba mucho porque es una herramienta completamente nueva, en la que quería incursionar, además de ser una de las plataformas más importantes de la región. Y ahora apareció la posibilidad de conducir en Crónica HD un segmento de noticias, un género al que quería volver, después de cinco años de haberme terminado en América 24. Tenía muchas ganas. ¡Ah! Y además tengo dos hijos y una vida...

–¿Cómo hace?

–Al irse sumando de a poco, se fue organizando. La manera de sobrevivir a tanto trabajo es teniendo una organización. Si no funciona el esquema, si alguna estructura se rompe, no funciona nada.

–Hay quienes funcionan como una batería, que si no trabaja se agota su carga y que se recarga de energía a mayor funcionamiento. ¿Usted funciona así?

–Soy de las que necesita trabajar para pensar bien. Sin dudas. De hecho, el domingo es el único día que no trabajo, que disfruto de mis hijos y en el que supuestamente más descanso. Sin embargo, el lunes es el día de la semana que más cansada estoy. Me doy cuenta de que en el transcurrir de la semana y del trabajo voy cargándome de energía. Así funciono. De cualquier manera, ser periodista es no tener horarios de trabajo: se trabaja todos los días, todo el tiempo. No hay un horario fijo en el que empieza la jornada laboral y otro que determina su fin. Estás en un restaurante, ves un precio, y ese dato te dispara una nota. Los periodistas somos sensibles a la realidad. No podemos ver la realidad sin tamizarla por nuestra profesión. La agenda nuestra es lo que pasa, y nosotros somos parte de lo que pasa. A los periodistas nos pasan las mismas cosas que al resto de la gente. No somos extraterrestres que venimos a contar la realidad. Desde ese punto de vista nunca dejamos de trabajar. pero el domingo, que es el día que bajo las revoluciones, es peor. Tal vez es porque estoy muy entusiasmada y contenta con los trabajos que tengo. Poder hacer gráfica, radio y televisión, teniendo en cuenta el momento complejo por el que pasa la gente, donde el periodismo es objeto de pérdidas de trabajo como nunca antes, con muchísimos colegas perdiendo o con riesgo de perder su trabajo, es un privilegio que tengo que agradecer más que quejarme. Poder hacer periodismo hoy en día es casi un privilegio. 

–Acaba de estrenar un programa en una señal de noticias, ¿cómo se predispone un periodista ante dos horas diarias en las que la calle impone la agenda?

–Es un desafío que me gusta transitar, por el que pasé durante ocho años en América 24, pero al que hacía cinco años que no realizaba. Extrañaba estar en una señal informativa. Conducir una señal de noticias es distinto a todo, por la conexión permanente con la realidad a la que uno se expone. La dificultad, en todo caso, es volver a ese trajín que requiere de mucha capacidad de adaptación ante una realidad que en Argentina siempre es cambiante. Además, Siempre noticias tiene un formato diferente al que estaba acostumbrada.

–¿Por qué?

–Estaba acostumbrada a un formato de noticiero tradicional, donde presentaba una noticia detrás de otra. En cambio, Siempre noticias más que un noticiero es un programa de noticias. Nuestra materia prima es la información y la noticia, pero no nos limitamos a un formato tradicional de noticiero. En el programa la noticia se debate con invitados y especialistas de cada tema. El fuerte es estar en vivo en el lugar de los hechos para complementar esa información con el debate en piso. Tenemos un gran despliegue de móviles en vivo, con cinco situados en distintos puntos, en el lugar de los hechos pero para tratar de poner en pantalla historias de vida, la voz de los protagonistas en primera persona, contando lo que les pasó. Los testimonios que más me conmueven escuchar son los de los ciudadanos comunes que visibilizan cosas que otros medios ocultan. 

–Darles voz a los que usualmente no la tienen.

–Esa es una característica de Crónica, que visibiliza lo que otros no, que lo hace sin intermediarios y que siempre cuenta lo que pasa desde el lugar de la gente. Esa característica de la señal me entusiasmó a la hora de aceptar la propuesta. Me interesa contar las noticias desde el lado de la gente, que es en definitiva donde estoy yo.

–¿Por qué subraya que ese es el lugar en el que está usted? ¿Cree que muchas veces el periodismo no habla desde ese lugar?

–No siempre el periodismo trata de reflejar lo que le pasa a la gente. Muchas veces los periodistas –me incluyo– somos víctimas de nuestro propio ego. Yo trato de estar muy atenta a eso porque me gusta el periodismo que es herramienta de visibilización. No me interesa el periodismo que es protagonista. Ese el periodismo que me gusta consumir y el que me gusta hacer. Pero reconozco que ser víctima de la autoreferencialidad. En este ultimo tiempo se profundizó mucho eso de los “periodistas nombres propios”, voceros de medios que se convierten en mega estrellas y que no importa si dicen la verdad o si mienten. Están en esta construcción de la posverdad, que no es otra cosa que la mentira reiterada para construir una realidad que no existe. En ese proceso no solo pierde el ciudadano, la gente que tiene derecho a informarse, sino también el periodismo. Cuando la posterdad se impone, se pierde el derecho a la información. Cuando se pone el periodista delante de la información, el periodismo como “cuarto poder” se empieza a debilitar. 

–¿Y cómo lucha usted contra eso?

–Trato de no perder el contacto con la realidad. Lo peor que puede hacer un periodista es aislarse de lo que pasa en la calle. Por poner un ejemplo, aunque esté apurada, trato de no dejar de viajar en transporte público. Mis hijos van a la escuela pública y participo de la comunidad educativa. Me impongo estar conectada con lo que pasa. Si me aíslo de eso, se pierde la periodista como herramienta de visibilización de los otros y de las otras. Me obligo a hacer determinadas cosas. Solo si vas al supermercado y constatás por vos misma cómo aumentan determinados productos, entendés lo que le pasa a la gente. La manera de darme cuenta que los huevos habían aumentado en una semana de 50 pesos a 80 fue yendo al supermercado, no me lo tuvo que contar nadie. 

–El riesgo, en ese caso, es caer en la autorreferencialidad. Otro de los males de época.

–Hay preguntas que un periodista no puede dejar de hacerse nunca. ¿Estoy hablando yo o estoy dejando hablar a los otros? ¿Es más importante lo que yo tengo para decir o lo que el entrevistado tiene para contar? ¿Quiero escuchar la opinión del otro o su presencia no es más que la excusa para dar la mía? Es un ejercicio diario y permanente para no poner al periodista antes que la información, la realidad.

–¿Y cómo juega en ese caso la necesidad de informar a la vez que entretener a la audiencia, fundamentalmente en el periodismo televisivo?

–La tele siempre tiene una puesta, y la puesta es parte de un show. La escenografía, los graphs, el ritmo, es parte de la forma de comunicar que tiene la tele. No se puede comunicar de otra manera en televisión. La tele te informa pero también te tiene que entretener. Van de la mano. Mi desafío en Siempre noticias es lograr ese equilibrio. No perder el foco de visibilizar lo que pasa, denunciar lo que haya que denunciar y escuchar distintas opiniones, pero sabiendo que el botón del zapping está al alcance de la mano de cualquier televidente. El publico es muy exigente: se aburre y cambia de canal. El desafío más grande es mantener el equilibrio, poder hacer que todos hablen y tengan su momento para desarrollar su pensamiento, que las posturas diferentes se escuchen y se respeten sin agresiones ni violencia. Estamos muy acostumbrados a que en los programas periodísticos haya mucho griterío y se peleen unos con otros todo el tiempo. El objetivo es que quede algo después de cada programa. Porque del griterío en el que hablan uno encima del otro no queda nada. 

–Entre columnistas e invitados siempre está rodeada de no menos de ocho personas a la vez, durante dos horas diarias. ¿Cómo se cede la palabra pensando en lo periodístico, en el ritmo televisivo y en el interés editorial?

–Hay mucho de intuición. La prioridad mía es ser equilibrada y que todos se puedan expresar. Hay invitados que son más arremetedores y van solos, y hay otros que necesitan que los vayas a buscar y les preguntes. Hay que estar alerta a esos perfiles para poder ordenar el debate. Obviamente, tengo la ayuda del productor al que tengo todo el tiempo en la cucaracha que me marca ritmos y me sugiere cosas según el contenido periodístico que tenemos pero también el interés de lo que está pasando en ese momento en el aire. Hay que tener muchas confianza con el productor. No es fácil ser periodista pero mucho menos conducir un ciclo periodístico.

–¿No es de las que se atan a la rutina?

–Para nada. En el periodismo no existe la rutina. Y Siempre noticias es vértigo total. El plan de producción previsto antes de aire se va al demonio cuando la realidad se impone. La realidad no sabe de estructuras. A lo mejor tenés planificado un debate por una situación que tuvo interés durante el día y te llama un móvil con una historia tremenda a la que no podés dejar de darle aire. 

–Si bien en la Argentina hay siete señales informativas y muchísimos noticieros en los canales de aire, no deja ser una rareza una mujer en soledad al frente de un espacio. abundan las parejas de conductores o los hombres solos. ¿Cómo vive la situación de ser una mujer al frente de un periodístico?

–Ojalá sea un signo de los tiempos. También pasa en la AM 750, que es una de las pocas radios que tiene enorme presencia de conductoras femeninas en relación al resto de las emisoras. Creo que tiene que ver con un cambio cultural, con una avanzada femenina que lucha por tener los mismos derechos y oportunidades que los hombres. Es un proceso que no se puede retroceder, que tarde o temprano llegará a todos los medios. En Crónica también hay varias mujeres, como Georgina Barbarossa y Rosario Lufrano. 

–¿Esa atipicidad, en este momento en el que la mujer ocupa el centro de la escena pública, es un peso extra?

–No. Creo que todas tenemos la posibilidad de poder estar al frente de programas de TV o radio. No siento que por una cuestión de género y de momento histórico tenga un desafío mayor. El desafío es contar lo que pasa sin que el televidente la pase mal, aún cuando le contamos un bajón. Ultimamente la realidad no ayuda a dar buenas noticias, pero intentamos siempre buscar herramientas o ideas que puedan servir a revertir situaciones o ayudar a atravesar malos momentos. No es fácil porque la realidad no da tregua. Si es una noticia policial vamos a tener que contar algo malo. Si es una noticia económica lo que voy a contar es que si ahora te cuesta llegar a fin de mes, a lo mejor el mes que viene no vas a llegar. Si abordamos un tema en Tribunales el funcionamiento de la Justicia siempre está presente. Si a la realidad no le ponemos un poco de entretenimiento, ni nosotros podríamos bancar dos horas de información todos los días. 

–¿Qué le permite cada uno de sus trabajos?

–El trabajo en PáginaI12 me encanta, es de lo que más me gusta. Me permite escribir, que me fascina, y tratar temas de la ciudad que suelen estar ocultos y creo necesarios contarlos porque hacen a la vida cotidiana de los porteños. Además, al ser informes semanales, el diario me permite investigar y profundizar en los temas. La 750 es el lugar que encuentro para hacer periodismo más amigable, en el sentido de que es relajado y divertido. Infobae me da la posibilidad de sentarme escuchar pura y exclusivamente al otro, en un formato de media hora de entrevista a solas. La entrevista mano a mano, sin la coyuntura caliente y grabada, me permite la escucha en otro tiempo. En la radio o en tele escucho las entrevistas pero tiene otra velocidad. El trabajo en Crónica me da la adrenalina del vivo y la posibilidad de contar la realidad con otras herramientas. La suerte que tengo es que en todos los casos sigo haciendo periodismo.