En el fútbol suelen sugerirse, discutirse y a veces aplicarse fórmulas a las que se atribuyen efectos mágicos: son las más conocidas el gerenciamiento, fideicomiso, los fondos comunes de inversión y las sociedades anónimas deportivas; acaso estás últimas el canto de sirenas predilecto del Gobierno. Esas palabras se mencionan con más frecuencia en tiempos de crisis como tablas de salvación. River, el de la historia millonaria pero también gigante con pies de barro, se endeudó en dólares y necesita esa divisa para pagar deudas o seguir invirtiendo en más futbolistas. No queda claro por qué el oficialismo dice una cosa y la oposición otra. El club tenía todo proyectado y aprobado para hacerse de 26 millones del billete verde pero una de las tantas tormentas de frente o de cola que anunció el presidente Mauricio Macri lo hizo recular o recalcular. Es más o menos lo mismo.

Su meta era recaudar aquella suma mediante un fideicomiso público y otro privado (de 20 y 6 millones de dólares, respectivamente), variante que sorprendió a propios y extraños porque el último balance había arrojado un superávit de 310 millones de pesos. Como buen banquero, el vicepresidente 1º del club, Jorge Brito, se transformó en vocero y defensor de la idea. Otro dirigente, el presidente del Banco de Valores y vocal titular de River, Juan Nápoli, va a instrumentar la captación del dinero a través de la entidad que conduce. 

PáginaI12 consultó a otro vocal del oficialismo que pidió reserva de su nombre porque en el club todo se centraliza por la oficina de prensa. Dijo que “el fideicomiso es una herramienta para obtener fondos en blanco, por vía de la Bolsa de Comercio y está destinado a afrontar las compras de jugadores. No es para pagar déficit como dice la oposición. Incluso el próximo balance que cierra el 31 de agosto tendrá una pequeña utilidad. Y además el dinero se devolverá a los inversionistas antes de que finalice el mandato de la actual comisión directiva”. 

La iniciativa del fideicomiso quedó postergada hasta nuevo aviso por la crisis galopante que generó la trepada del dólar y la inestabilidad financiera. El caso describe cómo un club puede meterse en problemas y quedar a merced de la especulación financiera. Desde la oposición están que trinan contra el presidente Rodolfo D’Onofrio.

River aprobó el fideicomiso público –había hecho lo mismo con uno privado en 2014 para pagar el agujero económico que dejó Daniel Passarella– en dos votaciones sucesivas. La primera en comisión directiva terminó 17 a 2 con una abstención y la segunda en la asamblea de representantes se definió también con holgura 105 a 29. Eso demuestra que la apuesta a un instrumento de riesgo tenía absoluto consenso en el oficialismo. En febrero se anunció el propósito: “la jerarquización del plantel profesional y el mejoramiento del perfil de deuda”. 

Brito lo justificó a su manera el último verano: “Este fideicomiso lo hacemos por la brecha financiera que nos genera haber comprado más jugadores de los que vendimos en enero y por la falta de ingresos hasta que arranque el mercado de pases europeo, a mitad de año”. Horacio Roncagliolo, voz opositora en la comisión fiscalizadora, le dijo a PáginaI12: “D’Onofrio miente con mayúsculas. El fideicomiso de 20 millones de dólares no es para comprar jugadores; es para limpiar las deudas generadas por el oficialismo. Han endeudado al club en dólares a un tipo de cambio de 18,35 y ahora deberán pagar a 31, 35, 40 o lo que cueste un dólar que no tiene techo”. 

Más allá de las diferentes interpretaciones sobre el objetivo que se busca con el fideicomiso, la Comisión Nacional de Valores (CNV) habilitó a River para que lanzara su propuesta de captación de fondos. Para ello se vio obligado a presentar garantías para los inversores. Saldrán de los contratos en dólares con sus principales sponsors Coca Cola y Adidas, más los ingresos de la comunidad Somos River que reúne a hinchas que pagan una cuota para tener acceso a ciertos beneficios como remanentes de entradas en determinados partidos. No llegan al status de socios adherentes, que en el club alcanza a quienes tienen carnet pero viven a más de 100 kilómetros de Buenos Aires.

La postergación del fideicomiso sin fecha de lanzamiento se debe a la influencia negativa que podría tener el plan económico del Gobierno. River necesita dólares que escasean, pero la volatilidad del mercado financiero con devaluación salvaje incluida, hizo que sus dirigentes retrocedieran. De cualquier modo, el club fijó como plazo máximo para la devolución del dinero que todavía no recibió, el 30 de agosto de 2021. Coincide con el cierre del último presupuesto de la gestión de D’Onofrio, quien se alejará de la presidencia en diciembre de aquel año tras dos mandatos consecutivos.

River compró tanto como vendió entre 2017 y 2018. En enero de este año hizo el gasto mayor. Unos 18,8 millones de los 40 millones de dólares que invirtió en los últimos tres mercados de pases por cuatro jugadores: Lucas Pratto –sólo por él 11 millones–, Franco Armani, Bruno Zuculini y Juan Fernando Quintero. Pero antes había transferido a Lucas Alario a Alemania, a Sebastián Driussi a Rusia y en junio pasado a Marcelo Saracchi al Leipzig de la Bundesliga a cambio de 10 millones de euros. Si nos remontáramos hasta tres años, River ya había negociado en 2015 por 22 millones de dólares a Matías Kranevitter, Ramiro Funes Mori, Germán Pezzella y Teo Gutiérrez. O sea, el flujo de caja siempre le permitió ser un actor protagónico en el mercado interno, sólo superado por el Boca comprador del último receso y porque decidió no reforzarse.  

Este racconto de las principales operaciones que se hicieron durante la gestión de D’Onofrio, se contradice en parte con el objetivo que declamó el oficialismo de que apeló al fideicomiso para seguir renovando el plantel. Desde la oposición sugieren que cuando se materialice el proyecto servirá para pagar los compromisos ya asumidos en dólares. El contrato de Marcelo Gallardo por cuatro años del que nadie discute su procedencia o la gratificación anual y retroactiva al manager Enzo Francescoli de 455 mil dólares y un sueldo también dolarizado de 30 mil. 

Una razón adicional para apelar a un fideicomiso público y otro privado sería que pondría a cubierto al club si no llegara a las instancias finales de la Copa Libertadores, una fuente de recursos que siempre juega un papel determinante en los balances. Otro motivo es que la tasa de interés que pagaría River sería de un dígito, cuando tomar dinero en el mercado con otras opciones de crédito –en pesos, por ejemplo– superaría con holgura el 9 por ciento que se piensa pagar. Más de un 30 por ciento según el banquero y vicepresidente Brito. 

Los inversores recibirán sus dividendos en dólares y para involucrarse no necesariamente tendrán que ser socios o hinchas del club. Recuérdese cuando el 18 de octubre de 1996, una asamblea extraordinaria de representantes aprobó en Boca el Fondo Común Cerrado que había ideado Macri en su primera presidencia. Llegó a tener 600 inversores y a colocar 124.308 cuotapartes de las 200 mil que salieron a la venta. El negocio mayor lo hicieron quienes apostaron al fondo –por cierto, una herramienta financiera diferente al fideicomiso– y no el club. Entre quienes le dieron una mano al ahora presidente de la Nación estaban dos connotados hinchas de River. Alfredo Dávicce, quien llegó a ser presidente de la institución y Carlos Avila, el ex dueño de Torneos y Competencias que cierta vez aspiró a ocupar el lugar desde el que ahora gobierna D’Onofrio. 

¿Qué pasaría si ahora fuera al revés y los inversores tuvieran su sentimiento por Boca? Para Carlos Lancioni, quien hasta noviembre pasado era el presidente de la Comisión Fiscalizadora por el oficialismo y desde ese momento critica el fideicomiso “es una herramienta para refinanciar deuda, un pasivo muy complicado pese a que River no compró futbolistas en el último receso”.