¿La receta para engendrar un prototipo de Tom Hardy? Basta ir a una carnicería, pedir ochenta y dos kilos de carne (lomo preferentemente), vestirlos de negro, inyectarles litros de whisky, obligarles fumar el tabaco más rasposo, añadirle un arma –de cualquier tipo– y listo. Frente a lo costoso del experimento, Fuera de la ley otorga la chance de disfrutar de su trabajo como una masa muscular con voz de ultratumba. La miniserie de cuatro episodios será emitida en nuestro país por Europa Europa desde este jueves a las 22. 

Tom Hardy es de esos actores que le otorga un significado explícito al physique du rol. Adepto y experto en la configuración de criminales amantes del caos, boxeadores que buscan redención, espías desclasados y presidiarios maniáticos. El británico es uno de los fetiches de Cristopher Nolan (El caballero de la noche asciende, Inception, Dunkerque), se catapultó con The Revenant y con Mad Max: Fury Road. Recientemente produjo una serie para su lucimiento personal –Taboo–, participó de Peaky Blinders como el jefe de una mafia judía y dentro de algún tiempo se lo podrá ver protagonizando Venom, tanque cinematográfico dedicado al némesis del Hombre Araña. Antes de todo ello, hacia 2009, tuvo su trampolín en la pantalla chica inglesa con este thriller culebrón que finalmente tendrá su estreno por la tevé paga local.

Fuera de la ley es una adaptación de una novela de Martina Cole (a quien han llamado “la J.K Rowling gore”) centrada en un clan que vive tal como sugiere el título. Aquí Hardy se pone en la piel de Freddie Jackson, un ex convicto que acaba de salir de prisión. Durante su estadía tras las rejas hizo los contactos apropiados y está buscando cómo sacarles el máximo provecho para subir los escalones dentro del mundo criminal. Se trata de un drama en ebullición, delitos con poco glamour, sexo sucio, algo de religión, bastante familia y deseos expresados a través de la fuerza. Un “western”, según dijo su protagonista, pero en las calles del East End londinense. Todos los que desfilan en la miniserie son los rufianes con tonada cockney que ama Guy Ritchie pero sin demasiado cuidado en la puesta en escena. Es el submundo del lumpenaje mafioso: los escenarios son sucios y humeantes, la ropa es brillante y desangelada, los peinados de las ladies son estratosféricos y Jackson va logrando sus objetivos a los tumbos. 

Su personaje es un huracán desde el primer minuto que aparece en pantalla. En la fiesta de que le organizan tras su salida de prisión se agarra a las piñas con alguien que lo traicionó. Algunos minutos después usa el culo de una botella en un pub con fines sangrientos. Así es Jackson. Se abalanza con su cuerpo contra todo lo que quiera poseer: billetes, poder, enemigos y mujeres. Ahí radica el atractivo de su encarnación, es un Tony Montana a escala barrial, una bestia calculadora o un delincuente indescifrable con mucha suerte. “Soy bueno en eso de forzar las cosas”, dice en algún momento.  

Pero Fuera de la ley también es una historia donde la sangre y el apellido pesan. Su esposa, su cuñada y su primo se juran una lealtad imposible de cumplir. Al igual que el protagonista, el resto de los personajes toman lo que pueden sin mediar las consecuencias. Otro sujeto clave es Ozzy (interpretado por el mítico Brian Cox) aquí en la piel de un padrino que manipula los destinos de los dos primos desde la prisión. “Inicialmente tomé papeles de este tipo para hacer ruido”, contó Hardy. Y es tal cual: en los primeros minutos de Fuera de la ley, Freddie Jackson golpea su cabeza contra una pared con tanta fuerza que se puede escuchar el crujido de la misma. ¿Posible spoiler? Vendrán muchos golpes más.