Jorge Falcone nació en 1953 y Leonardo Marcote, en 1984. Los dos se conocieron y hoy marchan juntos, reunidos por la magia de María Claudia Falcone (nacida en 1960 y desaparecida en septiembre de 1976), hermana de Jorge y musa inspiradora de Leonardo. Militante de la organización Montoneros en los setenta, Jorge hoy se dedica al cine, publica libros con sus poemas y dibuja como los dioses, en su casa de City Bell, repleta de libros, de fotos de Perón y Evita, de Héctor Germán Oesterheld, y una especie de santuario que abriga su cama bajo la imagen de Rodolfo Walsh, además de la presencia sempiterna de su hermana desaparecida. Por si fuera poco, sigue soñando con la revolución o al menos con encontrar alternativas progresistas al “gobierno cipayo” que hoy maneja los destinos del país. 

Leonardo Marcote estudió periodismo con la mente puesta en escribir sobre María Claudia, desde que escuchó su nombre, cuando él tenía 14 años. En su casa de Lanús, el Capitán Piluso, Fito Páez y Juan Román Riquelme son ídolos, pero están a la zaga de la adolescente que desapareció ocho años antes de que él naciera. Lo que más lo conmueve de María Claudia son los testimonios sobre su extremo sentido de la solidaridad. “Si veía a una persona en la calle pasando frío, le regalaba su campera”. Leonardo comparte todo con “sus chicas”. Gaby, la que le acomoda las ideas cuando Leo se desborda, además de ser una virtuosa en el manejo del balón y fanática de Independiente. En el medio de los dos, corriendo por toda la casa, Claudita, que a los cinco años se ha convertido en la mejor amiga de las Tortugas Ninjas.