Aznavour tiene temas que son inolvidables, ha sido un cantante impresionante por lo que cantó y por cómo lo cantó. Hay uno que a mí me encanta especialmente, ese gran clásico suyo, “La Bohème”. O cuando hace “She”… ¡Es algo serio! Es un hombre que te cala hondo cuando canta. Su forma de ser y de parecer en el escenario estaba también muy marcada por su origen armenio, y eso también le daba ese toque menos almibarado, digamos: era francés, pero con otro color. 

A mí me encantaba Aznavour, me fascinaba. Digamos que me encanta y me fascina, porque es de ese tipo de intérpretes que quedan. Lo fui a ver cuando era chica, con una tía que adoraba. Fuimos a verlo al Gran Rex, estaba repleto. Y él era una cosa importantísima, un referente cultural importante acá en la Argentina, muy fuerte. Yo era chica, tendría unos quince, dieciséis años, y no me olvido de esa vivencia. Algo que le agradecí mucho a mi querida tía: tenía la conciencia de que me estaban llevando a ver a un grande.