Hará unos 14 años, en una cena de fin de año de ADA en la que se sorteaban los dibujos de los comensales, es decir, llegabas con un dibujo tuyo y se lo dabas a, Garaycochea y Nine (presidente y vice en esa época) y ellos, junto a otros colegas, los ponían en una mesa y al cierre, a modo de rifa, se iban sacando números y te llevabas el dibujo de otro. Pues bien, en una de esas cenas, me tocó al lado de Hermenegildo Sábat. El hombre, serio, de saco azul marino y anteojos, me charlaba y mi gusto por el jazz y el tango derivó en bueyes perdidos que cruzaban a Django Reinhardt y Oscar Alemán con Troilo y Gardel.

En un momento, Garaycochea le pregunta: “Menchi, ¿y tu dibujo?” a lo que sorprendido confiesa “¡Me lo olvidé!” A lo que con mucha vergüenza le pide a un mozo que le consiga hojas de máquina y algo para dibujar. Al ratito unas A4 blanco titanio y una Bic azul trazo grueso le llegan y mientras seguía charlando conmigo acerca del encuentro de Fresedo con Dizzy Gillespie en un local llamado Rendezvous porteño, Sábat, sosteniendo la birome como quien sostiene un pajarito para no lastimarlo, dibujó primero una mujer bella y atribulada, vestida como en los años ‘20, de perfil. Una belleza. Y luego, mirándome y casi justificándose, me dice: “voy a hacer dos más, porque acá los muchachos traen unos trabajos de lo más elaborados y yo acá con estos garabatos en birome”

De esa breve anécdota me quedaron tres cosas que sumé inmediatamente a la figura de Hermenegildo Sábat, admirado, primero como maestro y luego, y salvando las distancias, como colega. Tres cosas a sumar al talento como artista y que fueron la humildad, la sencillez y, sobre todo, el perpetuo amor por ese íntimo y frágil barquito que nos ha hecho a los dibujantes navegar hasta las páginas de un diario, y que a veces se pierde de vista: amor por el dibujo, por dibujar. Ahí sentado, un poco quiso dibujar dos dibujos más porque le parecían insuficientes y otro poco porque (se le notaba en la cara) estaba disfrutando de esa birome y ese papel de impresora que nunca imaginaron tamaño destino de obra de arte.

Hoy se terminó la vida de Hermenegildo Sábat, queda para siempre su legado de enormes dibujos que ya son parte de nuestra historia gráfica.

Yo, cada día, intento al menos mantener ese íntimo amor por dibujar que se lo vi en la cara aquella noche y que seguro es uno de los secretos para toda esa enorme obra que nos legó.