La noche del martes pasado una bomba (no un balde) de agua fría cayó sobre los sectores politizados que rechazan a Jair Bolsonaro. Las últimas encuestas consolidaron su candidatura y lo ubicaron como ganador en segunda vuelta contra Fernando Haddad. El antipetismo parece ser más fuerte que el antifascismo. El mercado celebra, la bolsa sube y el dólar baja. Brasil se angustia.

Hace dos semanas llegué al país para documentar el proceso electoral, realicé decenas de entrevistas y en el discurso de la ciudadanía encontré lo mismo que marca la encuesta. Como fenómeno electoral, Bolsonaro se parece más al Chávez del 98 que a las eternas candidaturas lepenianas de Francia, que despiertan el rechazo de todxs lxs que no le votan. Le ven como la única esperanza de cambio, el único antisistema. Sus seguidores más fieles lo llaman “el mito”.

Pero momento, que la elección todavía no termina y si bien no es lo que se respira, tampoco es imposible que Haddad, el candidato de Lula, se imponga en una segunda vuelta. La corrupción de los viejos partidos y sobre todo la del PT, debidamente excitada por los grandes medios, detonó el sistema democrático brasileño y los riesgos de un retroceso fantasmagórico quedaron ahora demasiado cerca. Hablar de democracia en este gigante es como creer en la revolución de la alegría.

Durante mi primera parada en Curitiba, un militante uruguayo notó mi acento y se acercó a hablarme. Me contó un rumor, que las fuerzas armadas no tolerarían un triunfo de Haddad. Lo tomé como un comentario más que en momentos de tensión pueden formar parte del acervo común entre grupos politizados. Luego vine a Sao Paulo y continué el intercambio con diversos actores políticos y sociales. El amigo uruguayo no era el único inquietado por una intervención militar. En dos importantes redacciones de medios de izquierda, la posibilidad de un golpe de Estado se discute asiduamente off the record.

Militares hacen política

A inicios de abril el Tribunal Supremo Federal debía definir si Lula ingresaba a prisión o daba lugar a un habeas corpus para suspender su encierro. Un día antes de la decisión el comandante del Ejército de Brasil, general Eduardo Villas Boas, escribió en su twitter: “El ejército brasileño juzga compartir el anhelo de todos los ciudadanos de bien de repudio a la impunidad y de respeto a la constitución”. No fue una declaración menor, el twit influyó decisivamente para torcer la voluntad de una magistrada a último momento. Lula fue a la cárcel por seis votos contra cinco.

Dos semanas después, Villas Boas fue el orador principal de un acto en el que el juez Sergio Moro, el que condenó a Lula, fue galardonado con la Orden al Mérito Militar.

Además de condenar a Lula, Moro también se muestra activo en la defensa de la intervención militar en Río de Janeiro. Desde el 16 de febrero, la ciudad es patrullada por el ejército y las decisiones de seguridad dependen de la comandancia de las fuerzas armadas, no de las autoridades legalmente electas. Las masacres se multiplicaron.

Militares también comienzan a dirigir las escuelas de enseñanza básica en el estado de Goiás (www.bbc.com/portuguese/noticias/2014/08/140819_salasocial_eleicoes_educacao_escola_militarizada_rm) antes de que el candidato Bolsonaro posea la facultad de cumplir su promesa de incrustar militares en la dirección de toda la enseñanza pública.

En mayo hubo una huelga de camioneros por el aumento en los combustibles, en las movilizaciones aparecieron carteles pidiendo una intervención militar. Las revistas Forum y Piauí revelaron la probable participación  de agentes de inteligencia del ejército en las marchas. (www.revistaforum.com.br/abin-investiga-participacao-das-forcas-armadas-e-das-pms-na-greve-dos-caminhoneiros).

¿Qué planean los militares?

La influencia militar en el proceso electoral brasileño está poco documentada, pero a cuentagotas se cuela en los grandes medios (brasil.elpais.com/brasil/2018/10/05/politica/1538696487_036568.html). Entre junio y julio, Villas Boas recibió a diez precandidatos y precandidatas presidenciales. Trataron asuntos de “defensa   nacional” www.gazetadopovo.com.br/eleicoes/2018/comandante-do-exercito-teve-reunioes-com-dez-presidenciaveis-de-bolsonaro-a-manuela-ekelg6nedxixswpr0ik8998o6. El 9 de septiembre el comandante del Ejército arremetió nuevamente y en una entrevista afirmó que la candidatura de Lula era una “afrenta para la constitución”.

El 13 de septiembre, el presidente de Tribunal Supremo Federal, José Antonio Dias Toffoli, nombró como asesor a un general recién pasado a reserva, el influyente Fernando Azevedo e Silva, quien anteriormente integró un grupo de asesores de la candidatura de Bolsonaro.

El pasado lunes durante un acto de conmemoración por el 30 aniversario de la Constitución Federal, Dias Toffoli dijo que el golpe del 64 contra Joao Goulart no fue un golpe ni una revolución sino “un movimiento”, generado por la “incapacidad de la izquierda y la derecha conservadora en ponerse de acuerdo”.

Horas más tarde en sesión especial, el presidente del Supremo insistió en valoraciones políticas al vociferar “nunca más la esclavitud, nunca más la dictadura, nunca más el fascismo y el nazismo, nunca más el comunismo, nunca más el racismo”.

Habrá que esperar para entender qué cartas están jugando Dias Toffoli, su flamante asesor militar, y Villas Boas, pero en estos tiempos donde poner a un general en un palacio presidencial queda tan demodé, un Ministro del Supremo no parece una opción tan desprolija.