La pregunta en torno a la relación de la escritura con las plataformas digitales ha producido muchos discursos apocalípticos de lo más diversos. Entre ellos se encuentra, por ejemplo, la idea de una competencia ya resuelta por la aparición de la pantalla como plataforma para poder leer un texto: el libro, ese objeto hecho con papel, ya tenía su fecha de vencimiento asegurada. Y si bien se ha producido un cambio en el mercado y en el consumo, libro y pantalla conviven sin mayores problemas, complementándose, acomodándose cada uno a la existencia del otro, o planteando un funcionamiento en paralelo que poco tiene de choque. Casi parecería una suerte de extraña hermandad operando, siempre, en función del texto. Algo de esta perspectiva se deja leer en el libro de Silvia Ramírez Gelbes, El discurso híbrido. Algo que se hace evidente por el formato: pensado como un manual, la publicación, que tiene tanto de ejercitación como de reflexiones teóricas sobre la escritura digital, es un libro, sí, en papel, hablando de un fenómeno en pantalla. Un mundo que le da la mano a otro mundo, casi. 

Ramírez Gelbes ordena cada una de las secciones del texto en función de un tema específico, procediendo a seguir la fórmula de cualquier trabajo guía en torno a un aprendizaje en particular. En este caso, a la mejor y más clara forma de ajustarse a los requerimientos de la escritura digital. Un recorte presente en la segunda sección puede servir para pensar una oposición que estructura todo el texto: conviene diferenciar entre “lectores” y “usuarios”. Mientras que los primeros son los que viven en el mundo del papel, en el “modo Gutenberg” de acceder al texto, los segundos son los que leen en pantalla, los que “usan” la información del texto antes que reservarlo a un ejercicio que implica una demora temporal, un distanciamiento con lo efectivo y un proceso de reflexión. Sólo posible mediante la presencia del libro de papel, claro. El usuario, sin embargo, es una figura que también permite pensar la rapidez con la cual aquel que lee se convierte en productor de otro texto: podemos pensar, rápidamente, en cómo algunas entradas en medios digitales son comentadas por usuarios quienes, hacia el final de tal o cual nota, opinan sobre el contenido o, incluso, interactúan entre ellos. ¿No hay allí una diferencia sustantiva con respecto a la distancia espacial y temporal que la producción en papel implica? 

Así, El discurso híbrido pasa por diversas aristas de las complejidades de la escritura en formato digital, y de la lectura que está implicada en esa práctica. Por ejemplo, ¿por qué es conveniente el uso de tipografía “sans serif” en los textos digitales? ¿Cuál es la mejor manera de colocar un hipervínculo? ¿De qué manera se puede apelar al interlocutor en un sitio que va a vender un producto o en un sitio institucional? ¿Por qué es conveniente escribir párrafos cortos en lugar de largos? Toda una serie de cuestiones que, como bien advierte el prólogo, están destinadas tanto al especialista o investigador que tenga como tema modos de la escritura digital como al usuario que, ya sea en las redes sociales o por mera curiosidad, se pregunte cuál es el mejor modo de comunicarse. 

 A diferencia de otros trabajos que se han planteado el mismo objetivo, como La cultura de la conectividad  de Jose Van Dijck, El discurso híbrido hace observaciones muy generales en torno a cuestiones teóricas y se dispone a abordar el problema de la escritura digital desde un costado totalmente pragmático. Existen otras publicaciones mucho más sólidas en lo que se refiere a la investigación, por lo que la naturaleza de “manual” del presente libro debe ser entendida como un rótulo y una advertencia. Quizás, en el sentido más estrictamente teórico, conviene seguir alguno de los textos presentes en la bibliografía al final de cada capítulo. El tono amable y los ejemplos seleccionados hacen que el libro se lea de manera ágil, pero presenta un problema de difícil resolución: ¿está estrictamente destinado a los profesionales dentro del área de la escritura digital? ¿Hasta qué punto no hay algo intuitivo, casi en términos generacionales, en el uso de las redes o de las aplicaciones destinadas a la comunicación instantánea, como Whats-App? Podría llegar a servir más como un camino que introduce algunos temas específicos de disciplinas como la lingüística para un público no avezado (como la sección destinada a retomar temas de gramática textual, al estilo de coherencia y cohesión) antes que como una guía de uso de la escritura en pantallas. De alguna manera, el presente libro introduce la cuestión central de que, incluso en la actualidad, para poder acceder a un conocimiento reflexivo y distante sobre ciertas cuestiones, mal que nos pese, todavía sigue siendo necesario tener las cosas en un formato hasta ahora no superado. El libro, digamos, un par de páginas pegadas encarpetadas que pueden subrayarse, marcarse, que ocupan espacio y juntan humedad, y que todavía sirven como el mejor acceso  para pensar lo nuevo.