El presidente de Estados Unidos Donald Trump aseguró la semana pasada que la banca central de su país está haciendo locuras con la suba de la tasa de interés. Los bonos del Tesoro a 10 años pasaron de rendir el 2,4 por ciento a principio de año a un pico de 3,2 por ciento en octubre. “Estoy pagando intereses a una tasa más alta por culpa de nuestra Reserva Federal. Me gustaría que no sea tan agresiva porque creo que está cometiendo un grave error”, dijo Trump. La lección de este episodio podría ser que las decisiones que toman los banqueros centrales causan dolores de cabeza no sólo en la Argentina. Pero no es el punto interesante. Lo que resulta más relevante fue la reacción de la comunidad internacional.

Las autoridades de la Reserva Federal recibieron el respaldo de numerosos referentes del mundo de las finanzas. El argumento fue el mismo: las decisiones de un Banco Central tienen que tomarse en forma independiente del Poder Ejecutivo. El apoyo más sorprendente fue el de la titular del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. “Powell y otros funcionarios de la Fed son extremadamente serios, sólidos y, sin duda, están dispuestos a basar las decisiones en información real. No debe asociarse al presidente de la Reserva Federal con la locura”. Lagarde dejó en claro que un país sólo puede tener una autoridad monetaria creíble si no depende de los deseos del Poder Ejecutivo.

La idea de las bancas centrales independientes es una de las consignas más repetidas en los manuales de la economía convencional. El planteo es que la capacidad del Banco Central para domesticar las expectativas de los inversores y consumidores, bajar la inflación y moderar la volatilidad cambiaria es mayor a medida que aumenta la autonomía de la entidad respecto de otras áreas de gestión de la política económica. La intuición para justificarlo es simple: un banquero central presionado por el Poder Ejecutivo para financiar con emisión los gastos no puede cumplir sus objetivos (principalmente la meta de inflación). Esta estrategia puede ser consistente para los economistas tradicionales y puede resultar una simpleza para los heterodoxos. Esto no es lo contradictorio. Lo que llama la atención es la defensa de Lagarde. La directora del Fondo fue explícita asegurando que la Reserva Federal tiene que mantenerse independiente de la gestión Trump. ¿El argumento es válido para Estados Unidos pero para la Argentina directamente lo pasa por alto?

El Fondo Monetario Internacional se encargó de armar punto por punto el programa fiscal y monetario del país para los próximos años. El plan es algo repetitivo. Déficit primario cero. Emisión cero. El organismo convalidó la gestión de Nicolás Dujovne en el Ministerio de Hacienda (un economista de confianza de Lagarde). Y en el Banco Central se pidió cambiar al presidente de la entidad. ¿Quién está al frente ahora? La mano derecha del ministro de Hacienda. El actual presidente del Central, Guido Sandleris, era el segundo de Dujovne hasta hace un mes, cuando se anunció su llegada al frente de la autoridad monetaria. ¿Y la independencia?

La titular del Fondo Monetario no es la única que pasa por alto este punto. Los consultores de la city estuvieron años asegurando que uno de los problemas de la inflación argentina era la falta de autonomía del Banco Central. En las charlas de estos economistas ahora no se menciona este problema. ¿Cuál es la diferencia? Es imposible no convencerse que la economía convencional se ha vulgarizado hasta convertirse en una rama más de la literatura.