La mañana del 24 de diciembre de 2017, J. fue con su familia al complejo de piletas termas de Cacheuta, ubicado en el piedemonte mendocino. Abonaron las entradas y a continuación correspondía la colocación de cintas a modo de pulsera que el establecimiento dispone para sus clientes. Cuando llegó el turno de J, explicó que ella quería ingresar al agua “con una malla que no era la habitual, y le di los motivos de esa circunstancia”. Pero no la dejaron entrar por no cumplir con las “normas” del establecimiento.

J. prefiere seguir resguardando su identidad por eso se la nombra por la inicial y no se publicará su foto ni datos que la identifiquen. J. llevaba una burkini, un traje de baño que cubre el cuerpo de la mujer a excepción del rostro, las manos y los pies que quedan al descubierto y es usada por las musulmanas cuando se bañan en público. Las Termas de Cacheuta exigían (y lo siguen haciendo) que las mujeres entren con bikini o malla. 

–¿Qué sentiste cuando no te dejaron bañarte?     –preguntó PáginaI12.

–Angustia, tristeza. Me estaban impidiendo el ingreso a las piletas sin motivo. El reglamento interno del establecimiento dispone que para que la mujer pueda utilizar el servicio que ellos proporcionan, tiene que usar bikini exclusivamente, caso contrario no podes meterte al agua. Pedí que me explicasen la razón de ser de esa normativa pero no la tenían. Y si la causa de la limitación que me hicieron era por cuestiones de salubridad, yo estaba dispuesta a una revisación médica. Pero no me dieron esa alternativa. No tuve más remedio que retirarme, junto a mi familia, del complejo.

J. tiene 21 años, es estudiante, nació y vivió en la provincia de Mendoza toda su vida. Es musulmana desde los 16 años. “Me convertí al Islam por mi propia voluntad. Lo hice porque allí encontré la verdad. Mi familia no es musulmana”, contó. Además, pidió aclarar que “no hay nada en el hiyab (indumentaria islámica) que restrinja la libertad de la mujer musulmana para expresar su opinión, para poseer y administrar sus bienes, para tener una educación. El hiyab es un acto de honor, dignidad y una garantía de que una mujer no sea juzgada por su apariencia externa. El hiyab libera y eleva el estatus de la mujer y exige que ella sea juzgada de acuerdo a su inteligencia en lugar de su sexualidad”. 

–¿Tuviste algún problema en otra oportunidad?

–Era la primera vez que la iba a utilizar, me la había comprado especialmente para este tipo de ocasiones.

–¿Qué pensás de que la prohibición sea solo para mujeres?

–Hay una disparidad, una desigualdad acerca de los reglamentos de vestimenta del hombre y la mujer lo que genera una marginación que en mi caso me perjudicó desde un punto de vista religioso. Imposibilita que las mujeres que deciden cubrirse lo puedan hacer.