“Sea usted de derechas” era el slogan publicitario del Generalísimo Francisco Franco impuesto en la radio que cada tanto Pepe Sacristán repetía en la película “Solos en la madrugada”, película buena y de paso vieja, si las hay.

Más allá de las vicisitudes propias y ciertas de la dictadura franquista que se llevó puestos muchos años de la historia española (hay hijos y nietos que nunca encontraron, cadáveres que tampoco aparecen, ¿te suena?) y de las propias que la peli narra (las soledades desesperadas en noches huérfanas de amor y de olvidos) más las ausencias de las utopías sociales; el slogan que aparece cada tanto y regularmente en la voz de José Sacristán, conductor de una emisión radial destinada a insomnes, es perfectamente aplicable, hoy, a las realidades contemporáneas en la América Latina.

Nicolás Maduro y Evo Morales en Venezuela y Bolivia respectivamente sostienen, a duras penas y con mucho esfuerzo, un modelo de gobierno más cercano a las necesidades de las masas sociales y a las realidades de sus países que a las vicisitudes del mercado de consumo internacional de turno. El sólo hecho de nombrar Estado Plurinacional a la República de Bolivia en la Constitución Nacional marca un cambio de paradigma que deconstruye el modelo de Estado-Nación impuesto desde las Europas “civilizadas”. También, Evo es un Aymará y un dirigente sindical que defiende los intereses de su pueblo frente al capital extranjero. Maduro también, antes fue Chávez. Lula lo hizo en su momento. Todos reservaron sus reservas (valga la redundancia) naturales (petróleo, gas, agua) en favor de la explotación propia, nacional.

¿Y por casa cómo andamos? Christine Lagarde puso una oficina del Fondo Monetario Internacional en el Banco Central de la República Argentina. Son hechos históricos. No se pueden negar. ¿Este será el cambio que votaron? Yo no los voté, diría un amigo, pero hete aquí que la mayoría sí. Era la revolución de la alegría. Sobre todo cuando ahora, vas al supermercado desierto a escarbar qué podés comprar que no sea tan caro como para poder morfar algo.

 “Sepa el pueblo votar”, diría otro amigo pero parece como que no aprenden. Porque encima a estos los votan, no los pusieron “de facto” en ninguna revolución, como pasó con el Generalísimo. Y encima los votan los pobres, totalmente seguros de que pertenecen a una clase social a la que no pertenecerán jamás. A menos que la emboquen muy bien vendiendo merca, cosa que dudo, porque el mercado, también, está asegurado para unos pocos, muy poquitos.

Los resultados de las elecciones en Brasil nos suman a todos (me incluyo) en un pesimismo fiero. Con Lula preso (el que tenía mayor intención de voto por goleada) el candidato del Partido de los Trabajadores (P.T) Fernando Haddad, delfín de Lula, si bien repuntó mucho (alcanzó al 45 % de los votos) no llegó a ganar la elección. La mayoría, el 55 % del electorado votó a Jair Bolsonaro, candidato de la ultraderecha fascista con ideas que todos creímos olvidadas (la misoginia, el travesticidio, el racismo, la xenofobia, la violencia declarada y abierta hacia las minorías diversas, etc.). El candidato liberal fue más creíble que el otro, el de los trabajadores. “No hay nada peor que un facho pobre”, me llegó el otro día; y sí, tenemos fachos y encima son pobres. Que sean fachos los ricos, vaya y pase, pero los pobres, ¿quién lo entiende? Será el tan mentado “Síndrome de Estocolmo” que mencionan por ahí… Nada volverá a ser igual en el gigante de Sudamérica, nada. Ya se dijo que Brasil se abre del Mercosur y olvidate de que negociemos algo. Nos venderán ellos a nosotros si les conviene sino venderán y negociarán con alguna otra potencia. Como dijo una amiga, “en Brasil todo es monstruoso, la pobreza es monstruosa y la riqueza también”. “Brasil es un monstruo en sí mismo”. Es un gigante en relación a los demás países latinoamericanos. Y eligieron el presidente más fascista que apareció por estos lugares. O los millones de pobres que pasaron con Lula a la clase media- media se olvidaron o los convencieron de que voten otra cosa.

El tema de ahora no es quién tiene los medios de producción, sino quién maneja los medios de comunicación (además de tenerlos) y quien se queda con las reservas naturales. Wilhem Reich ya estudió en la “Psicología de las masas del fascismo” cuál fue la exitosa propaganda que Hitler hizo de sí mismo y cómo hizo para que prendiera el brote del nazifascismo en Alemania. No había tele ni Internet en esa época, se usó el cine, la radio y los periódicos.

¿Y por casa cómo andamos? En octubre del año que viene (casi nada) hay elecciones presidenciales. Con una oposición diezmada y dividida (divide y reinarás, dice el refrán), un peronismo que no hace pie con una propuesta coherente y consolidada, un Poder Judicial que se está esmerando en meter presa a Cristina (la que tiene mayor intención de votos por goleada y la que aparece como oposición real al modelo que gobierna), que aparece disciplinado desde las autoridades del Poder Ejecutivo (nunca hubo tanta crisis de institucionalidad en la República, nunca), una Carrió que juega a ser la superwoman de la moralidad argentina y que en cualquier momento se candidatea ella sola (un psiquiatra, ¡por favor!) y un Mauricio que hizo todos los desastres juntos y abdicó al gobierno en favor del Fondo Monetario. Preside pero no gobierna.

Realmente pareciera que nunca estuvimos peor. Con la criminalización de la protesta social en manos de una Ministra de Seguridad facha, facha (fue montonera en alguna época) la ley de presupuesto obtuvo media sanción en Diputados (a pesar de) y en la Cámara de Senadores va a salir como por tirante, tal cual pasó con la ley de la Reforma Previsional en diciembre del año pasado. Hemos pasado de un estado de bienestar (el primer gobierno de Perón) a un estado que vendió todo (en manos del innombrable de Anillaco) a un estado ausente y con aviso (el de Mauricio). Esto me hace acordar a cuando Tato Bores (un genio del humor político argentino) se disfrazaba de arqueólogo y buscaba en el mapa de Sudamérica un país que alguna vez se llamó Argentina y que ya no existía más, estaba borrado de la cartografía, sólo aparecía el agua del océano.

Parece como si los astros se hubieran confabulado y las constelaciones de los gobiernos de la mayoría de los países de Latinoamérica apuntaran hacia las derechas, o fueran, y a mucha honra, de derechas… ¿Será que es la suprema voluntad del gran estado del Norte como aparece y suele ser o será una encrucijada histórica? Si en los ’70 se diagramó un Plan Cóndor, este parece ser el Plan Condorito…

Hay dos versiones de la historia: una que plantea que la historia es una línea de tiempo que avanza hacia la destrucción o la evolución, según como se mire y qué acontecimientos ocurran, y la otra que plantea que la historia es una rueda de tiempo que siempre gira (la que toma Claude Lelouch en la película “Los unos y los otros”, también muy recomendable para ver) y que siempre vuelven, cada tantos años, los mismos acontecimientos. Algo así plantea en las últimas palabras, un personaje de la película “La Peste”, de Luis Puenzo, que no es cualquier personaje, es un protagonista central, interpretado por Raúl Juliá, que plantea en el final de la peli que “Ustedes no entienden que esto siempre, pero siempre, va a volver a empezar”. Si bien la película “La Peste” toma el libro de Albert Camus como guión, queda flotando en el aire la duda, en estas últimas palabras del personaje de Juliá, si la peste es algo así como una epidemia de fascismo que engendra dictaduras o si, en verdad, está hablando de algún tipo de enfermedad biológica.

Como acabo de leer en una nota impecable de Mempo Giardinelli, Hitler ganó la presidencia de Alemania en elecciones democráticas porque la mayoría de la ciudadanía lo votó. Así llegó al poder. Todos recordamos todo lo que pasó después, dentro de Alemania y fuera de ella.

Todos tenemos un enano fascista adentro que nos ordena la vida (¿ordena?) y que pretende hacer lo mismo fuera de ella. Así estamos tranquilos y seguros, cueste lo que cueste. Tanta libertad duele y es peligrosa. No sea cosa que terminemos siendo personas tolerantes y encima felices.

Volviendo a la película que cito al principio de la nota: “Quedamos maravillosamente huérfanos y tenemos que aprender a ser libres” (o algo así) “de recuperar nuestra libertad individual, aunque sea la condicional y hacer lo que queremos con ella, porque es lo que queremos y es lo que nos gusta” es la propuesta que tira Pepe Sacristán, en el monólogo final (que no tiene desperdicio) de despedida del programa radial “Solos en la madrugada”, cuando ya la dictadura termina con la muerte de Franco y retorna la democracia bajo la extraña forma de monarquía republicana.

Ser libres da miedo, estar presos también. Compartir la vida civilizadamente tolerando nuestras diferencias en tanto sociedad es difícil, pero no es imposible. El respeto a la diversidad debiera de enseñarse en la escuela, en donde se educan a los niños, a pesar de que un ejército de padres intolerantes y conservadores se escandalice frente a las propuestas de la educación sexual integral, no sea cosa que las chicas descubran que tienen un clítoris y una vagina y los varones un pene y testículos y que no están destinados nada más que a procrear. Que también se pueden hacer otras cosas con eso. Amar. Disfrutar también. Que somos animales sexuales además de personas y que tanto los niños como las mujeres tenemos que conquistar el exclusivo gobierno sobre nuestro propio cuerpo. El cuerpo de los niños no es de los padres, no les pertenece. Es de ellos mismos. El de las mujeres tampoco pertenece ni a los hombres de la familia ni a sus cónyuges. Es de ellas mismas. Por más que resulte muy intolerante para algunos la marcha de mujeres en tetas (como si nunca hubieran visto una) protestando por la exclusiva gobernabilidad sobre su propio cuerpo, incluido el aborto legal seguro y gratuito.