Las operaciones de búsqueda y rescate entre los escombros del hotel Rigopiano, sepultado por un alud de nieve, el miércoles pasado, en la localidad de Farindola –a 1.200 metros de altitud en la cordillera de los Apeninos, región de los Abruzos–, continuaban contrarreloj, después de haber rescatado vivas a nueve personas, entre ellas cuatro niños. En total son 11 los sobrevivientes, si se suman los dos hombres que se encontraban fuera del hotel cuando cayó la avalancha. Hasta el domingo, los rescatistas habían localizado y extraído seis cuerpos. Veintidós personas permanecen desaparecidas. Según los especialistas, el peso de la nieve que arrastró al hotel fue de 120 mil toneladas que avanzaron a una velocidad de entre 50 y 100 kilómetros por hora.

En torno al hotel de la tragedia, situado en plena cordillera de los Apeninos, continuaron trabajando sin descanso y en condiciones extremas más de cien operarios, entre bomberos, militares, miembros de Cruz Roja y del Auxilio Alpino. Lo hacen con la esperanza de que alguna de las 22 personas que siguen desaparecidas haya logrado sobrevivir en algún rincón, entre las ruinas, como lo hicieron los que consiguieron salvar la vida. Los socorristas sondean el terreno con perros adiestrados y herramientas tecnológicas en busca de ruidos o señales bajo los metros de nieve en los que quedó sepultado el hotel.

El responsable del Servicio de Prevención y Protección de los bomberos, Fabio Jerman, dijo en declaraciones a SkyTG24 que “la experiencia demuestra que puede haber esperanzas de vida” tras cuatro días. Los rescatistas proceden con cautela por temor a que las ruinas del hotel se hundan o que se desencadenen nuevas avalanchas en esta zona montañosa.

Los nueve sobrevivientes  rescatados de entre los escombros nevados del hotel –tres mujeres, cuatro hombres y cuatro niños– lograron salvarse tras permanecer días aislados en cuatro “células de supervivencia”, según las denominan los rescatistas, en las que tuvieron acceso al agua, gracias casi siempre al hielo derretido. Es el caso de Francesca Bronzi, quien pasó 58 horas a oscuras, sola y que cree que “lo peor fue la sed”, que logró aplacar “con hielo y nieve sucia”, según dijo a “La Repubblica”.

El alud la sorprendió sentada en un sofá que tras el impacto volcó completamente y le sirvió de escudo ante los escombros que se desprendían del techo: “Se había hundido todo, tenía una viga sobre la cabeza y no podía alzarme”, señaló a dicho medio.

En la segunda célula estaban Adriana Vranceanu, de 43 años, y su hijo mayor, Gianfilippo Parete, cuyo marido y padre, Giampiero, fue una de las dos personas que salió ilesa al encontrarse fuera del hotel, y que lograron dar la voz de alarma.

Vranceanu y el niño fueron los primeros en ser rescatados entre los aplausos de los socorristas y, según relató la madre, durante el tiempo que pasó encerrada tuvo acceso a una botella de agua de medio litro que encontró en su bolso.

En una habitación adyacente se encontraba la tercera “célula”, en la que se encontraba su hija de 6 años, Ludovica, acompañada por otros dos niños: Samuel di Michelangelo, de 9 años, y el mayor de todos, Edoardo di Carlo, de 10 años. En el momento del alud se encontraban en la sala del billar y en este espacio pasaron las horas a la espera de auxilio, echando mano a unas botellas de agua y a un tarro de alimento.

En el último y cuarto espacio, el más grande, se encontraban juntos la pareja Giorgia Galassi y Vincenzo Forti y el repostero romano Giampaolo Matrone. Galassi, de 22 años, rememoró sus casi 60 horas encerrada sin comida: “la única cosa que ingerimos fue el hielo que teníamos a nuestro alrededor. Hemos podido beber mucho y esa ha sido nuestra fuerza”, afirmó a Il Corriere della Sera.

 De acuerdo a los especialistas, la lengua de nieve pesaba casi 120.000 toneladas y arremetió contra el edificio a una velocidad de entre los 50 y 100 kilómetros por hora. El teniente coronel de los carabineros forestales (Meteomont), Vincenzo Romeo, dijo que se trata de una estimación realizada tras una inspección en el lugar de la avalancha. La cabecera o zona de origen del alud tenía una longitud de 250 metros y un espesor de dos metros y medio. Los carabineros creen que en su origen, el alud pesaba entre 40 mil y 60 mil toneladas pero aumentó hasta las 120 mil al deslizarse 2 kilómetros por una pendiente de 35 grados y alcanzar hasta una velocidad de 100 kilómetros por hora. A su llegada a la zona donde se asienta actualmente, sobre el hotel, cubrió con 300 mil metros cúbicos de nieve un área de ochocientos metros de largo por cien de ancho, con un espesor de cuatro metros, que ejerce un peso de 400 kilos por metro cúbico.