Falstaff, la comedia lírica en tres actos de Giuseppe Verdi, es una de las propuestas interesantes de estos días para los amantes de la ópera. La última obra del gran maestro italiano, cumbre de la ópera cómica, se pondrá en escena hoy y el miércoles 19, a las 20.30, en el Teatro del Globo (Marcelo T. de Alvear 1155), con un elenco notable de cantantes, orquesta y coro. Se trata de otro esfuerzo encomiable de la Compañía Lírica G. Verdi, que de este modo termina su temporada. Un aporte independiente que enriquece la actividad lírica de la ciudad y acude a mantener viva una escena que moviliza razones y corazones. 

   Con libreto de Arrigo Boito, a partir de Las alegres comadres de Windsor de William Shakespeare, la comedia lírica de Verdi gira en torno Sir John Falstaff, personaje poco confiable, miedoso y camorrero. Y por supuesto vanidoso. Falstaff, el orondo artífice de ineficaces estrategias para seducir a dos mujeres casadas y así quedarse con la fortuna de sus maridos, será interpretado alternadamente por los barítonos Juan Font y Luis Gaeta. En el papel del acaudalado míster Ford actuará el barítono Sebastián Sorarrain, mientras que la soprano Sabrina Cirera será Alice Ford, su esposa. Nannetta, hija de los Ford, estará a cargo de la soprano Natalia Salardino y Cajus, su prometido, le toca al tenor Gabriel Sala. Iván Maier, otro tenor, encarnará a Fenton, el enamorado de Nannetta, y la bella Meg Page será la soprano Laura Domínguez. La contralto Alicia Alduncin interpretará a la señora Quickly, la amiga de Alice, mientras que Pistola y Bardolfo, bizarros secuaces de Falstaff, serán el barítono Luis de Gyldenfeldt y el tenor Fernando Tasende. 

 Participará además el coro y la orquesta de la Compañía G. Verdi, bajo la dirección de su titular, Ramiro Soto Monllor. La escenografía digital es de Manu Tangir Farrés, el maquillaje y la caracterización de los personajes de Catalina Sofía y la dirección general y la puesta en escena es de Adriana Segal, que además contribuyó a la idea de los vestuarios realizados por Sidney Page. “En función de innovar, pensamos en un vestuario que conjugue gracia y colorido. Siempre utilizamos materiales de reciclaje para los vestuarios, que hacemos nosotros mismos. Esta vez lo hicimos sólo con corbatas. juntamos alrededor de tres mil para realizarlo ¡y los resultados son increíbles!”, explica Segal a Página/12.

   “La idea de cerrar la temporada con Falstaff tiene que ver con la continuidad del trabajo de esta compañía creada hace más de diez años, pero que en 2012 comenzó una transformación de pequeña compañía que realizaba óperas con escena al piano, hacia la gran compañía de ópera, con orquesta propia, solistas de renombre y nuevos valores y el coro de nuestra Escuela Popular de Opera (EPO), que es libre y gratuita. Esa búsqueda de excelencia se da también en la  escenografía, la iluminación y el vestuario”, continua Segal. La vie parisienne, de Jacques Offenbach, Madama Buterfly, de Giacomo Puccini, Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni, y más recientemente una versión de La Gioconda, de Amilcare Ponnchielli, fueron algunas de las producciones de la Compañía de la que también forman parte Susana Cardonnet como maestra de repertorio y Lizzie Waisse como curadora. “Durante las temporadas 2014 y 2015 pusimos en escena por primera vez en Latinoamérica, Oberto, conte di San Bonifacio, la primera ópera de Verdi. Aquel era un Verdi joven, de 23 años, con marcadas influencias de Donizzetti, Bellini, Rossini, pero ya con impronta propia. Esta vez quisimos redoblar el desafío y realizar Falstaff, la última ópera de Verdi, una ópera de suma complejidad, obra de un viejo sabio”, agrega la directora de escena.

–¿Cuáles son las características del Verdi tardío de “Falstaff”?

–Por empezar la gran cantidad de roles solistas. Hacen falta diez cantantes verdianos, con voces que puedan sostenerse en una estructura compleja, de tres actos y seis cuadros. También la orquestación, que demanda un gran trabajo del director, los músicos y los cantantes. No hay que perder de vista que Falstaff es una comedia y es preciso lograr complejas escenas de conjuntos, que deben provocar la risa, sin bajar un ápice la calidad artística.

–¿Cuál es su idea en torno de esta puesta?

–Respetar la obra tal cual Verdi la pergeñó. Representar el lugar y la época –Windsor, durante el reinado de Enrique IV– tanto en el vestuario como en la escenografía. Desde lo musical y actoral  traté de respetar al máximo el tempo de la obra, que es la  característica más difícil de cumplir. La trama tiene un ritmo que por momentos deja sin aliento a los músicos y a los cantantes, y como si esto fuera poco Verdi incluye una fuga final a 10 voces, donde intervienen todos los solistas, coro y orquesta. Ese final nos deja en medio de un estado de excitación y alegría genuina.    

–¿Cómo se sustenta una compañía independiente de ópera de Buenos Aires?

–La Compañía G. Verdi no cuenta con sponsors, ni ayuda gubernamental, tampoco somos una de esas asociaciones “sin fines de lucro”. Nos sostenemos con la venta de entradas a los espectáculos y algunas publicidades en los programas de sala y en nuestra página Web. Sabemos que los costos de una puesta jamás se cubren absolutamente con la venta de entradas. Y menos nosotros, que tratamos de abrir este maravilloso mundo con valores accesibles a todos, pensando mucho en quienes jamás vieron ópera. Se trata de esfuerzos conjuntos y desinteresados. Así como la gente hace fiestas, sale a cenar, viaja a Europa, se compra ropa, sale todos los años de vacaciones, arregla sus casas y consume lo que se le presenta, mi disfrute está en la realización de óperas. Para eso cuento con el gran sostén moral y ejecutivo de mi marido, “Kiko” Baleirón. El no tener condicionamientos de ningún tipo nos da una libertad única, para elegir títulos y crear puestas sin imposiciones de otros.