Un buen día, entre rondas de jueves, tardes de archivo y charlas en su casa de Hipólito Yrigoyen al 1500, las Madres de Plaza de Mayo que integran la asociación dirigida por Hebe de Bonafini miraron para atrás y notaron lo inmensa que es la historia que atesoran sus cuerpos arrugados y algo encorvados, sus pañuelos blancos. Y decidieron compilar parte de ella, la referida a los viajes que realizaron por decenas de países, en dos libros documentales. “El mundo es un pañuelo” decidieron bautizar a la colección que, en más de mil páginas, detalla cronológica y contextualmente cada aventura fronteras afuera de Argentina que emprendieron con el objetivo de “construir justicia”. “Estos libros son un legado para los que vinieron después de nosotras y para los que vendrán”, definió Bonafini. “No es entretenimiento, es una enseñanza sobre lucha, sobre resistencia”, completó. 

Hebe se hizo cargo de la idea de compilar en dos tomos los viajes que realizaron las Madres de Plaza de Mayo durante sus primeros 20 años. Explicó que, un poco, lo pensó para destacar “todo lo que se logró a pesar de que siempre se viajaba sin plata, sin la ropa adecuada, todo eso que pasa cuando se sale de un barrio al mundo”. ¿Salir al mundo para qué? Para “contar qué pasaba en Argentina, todo el horror que estábamos sufriendo o que habíamos sufrido y, desde allí, construir justicia”, aseguró en diálogo con este diario. “Fuimos siempre bien decididas a lo que íbamos a hacer: a no exponer tristezas personales, a no pedir dinero. Siempre fuimos detrás de la justicia”, añadió. 

Hace algunos años, la titular de la asociación comentó la idea con sus compañeras y juntas decidieron que la coordinación del trabajo por hacer la ejerciera Luis Zarranz, trabajador del área de comunicación del organismo. Luis armó un equipo con el que no descansaron durante años: revisaron de pies a cabeza el archivo que las Madres atesoran como reflejo de cada paso que dieron en su historia, hicieron entrevistas, recopilaron fotografías, pusieron en contexto, organizaron: decenas de países visitados, más de 20 grupos de solidaridad que se constituyeron en varios de ellos —Holanda, Francia, Suecia, España, Alemania, Estados Unidos, entre otros— para “abrazar” la causa de las Madres y “tomarla en sus manos”. 

“Jefes de Estado, líderes religiosos, parlamentarios, referentes internacionales: las Madres lograron acceder a todos con su reclamo inquebrantable y con su lucha como pedagogía de acción. El pañuelo blanco llevó así su reclamo y testimonio al mundo entero”, recordó Zarranz en la introducción que redactó para los dos tomos de “El mundo es un pañuelo”, que fueron editados por la Universidad Nacional de La Plata (Edulp) y que vio la luz de manera formal el miércoles. 

Así, quebrando las fronteras geográficas también las Madres lograron quebrar las simbólicas: “Todo el mundo supo qué pasaba en Argentina gracias en parte a que nosotras salimos a contarlo”, apuntó la Madre. La cosecha fue más extensa: plazas y calles fueron bautizadas en honor a la lucha de los pañuelos blancos, pero también vínculos nuevos que se tradujeron en protección fronteras adentro e incluso aportes de pruebas contundentes al proceso de justicia. 

En ese sentido, Bonafini apuntó que viajar fue, también y en parte, “una estrategia para no estar tan solas”: “Tener un hijo desaparecido no es un privilegio, es una tragedia. Y tener dos o tres o cuatro, como nos pasa a algunas, es terrible. ¿Sabés cuántas veces miro la mesa y me pregunto si alguna vez he tenido a todos mis hijos sentados alrededor de ella? Me lo pregunto en serio porque a veces no puedo creer que pasó todo eso y durante mucho tiempo nadie dijo nada, no puedo creer lo solas que estuvimos. Este libro muestra un poco eso, también”.

En su prólogo, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner coincidió con la titular de la asociación en cuanto a la idea de legado: “Esto no es un libro, es un documento histórico: un testimonio vivo de una lucha singular que protagonizaron mujeres argentinas”, postuló. Es que tanto para la ex mandataria como para Bonafini, el detalle de cada viaje emprendido refleja “estrategias de lucha”: “Estos libros enseñan que la lucha no hay que abandonarla aunque cueste, que la lucha nunca es inútil. Nosotras no conseguimos que nuestros hijos volvieran con vida, pero logramos muchas otras cosas: conseguimos reinvindicarlos, condenar a sus asesinos, que el mundo entero supiera qué pasaba, que los hijos de nuestros hijos se enteraran de quiénes eran sus padres”.