Levantamientos. Esperanza de cambio. Un futuro diferente que se divisaba. Represión. Esperanzas machacadas. Silencio. Nuevamente opresión. Las revueltas que comenzaron a fines del 2010 en Túnez y se extendieron a lo ancho de todo el mundo árabe llevaban consigo la promesa de cambio, pero, salvo donde se sembró la semilla, en los demás países no tuvieron éxito. En algunos lugares, como en Egipto, se está peor, según estima la directora del Consejo Árabe de Ciencias Sociales y doctora en Antropología, Seteney Shami. “La tendencia que se ve en la región es que se va moviendo hacia un modelo de más control, más opresión y más silencio. En los medios y en la academia. Pero yo no pierdo la esperanza y hay mucha gente que piensa como yo. Está este sentimiento de que algún día vamos a mirar hacia atrás, hacia los levantamientos, y vamos a decir: ‘Sí, ese fue el principio del verdadero cambio en la región’”, anhela la experta jordana en diálogo con Páginal12, luego de su conferencia titulada “La región árabe y América Latina: conexiones y comparaciones”, dada durante el reciente Foro Mundial del Pensamiento Crítico de Clacso. 

En esta entrevista, la académica señala cómo es la dura realidad de la investigación en ciencias sociales en la región árabe y reflexiona sobre el rol de las disciplinas humanísticas para entender el mundo existente e imaginar un futuro mejor, con nuevos vocabularios y nuevas visiones.   

–Durante su ponencia dijo que el trabajo de investigación se había convertido en un acto criminal en la región. ¿Podría profundizar sobre eso?

–Para dar algunos ejemplos, en los Emiratos Árabes Unidos, un investigador británico fue encarcelado de por vida (luego de realizada esta entrevista, el académico fue liberado) acusado de espionaje para Gran Bretaña. Otro investigador italiano fue asesinado en Egipto hace dos años. Uno podría decir que son casos aislados, pero mandan un mensaje y muchas universidades están diciendo: “Bueno, quizás nuestros estudiantes no deberían investigar en la región”. Además, escuché que en Europa algunas universidades están llevando a expertos militares para entrenar a los estudiantes sobre cómo protegerse. Por ejemplo, les aconsejan que deberían vivir cerca del aeropuerto así pueden escapar fácil. Pero, ¿qué tipo de investigación podés hacer así? Pero, al mismo tiempo entiendo a las universidades. Siempre ha habido una sospecha en nuestra región, especialmente sobre investigadores extranjeros. Siempre se ha asociado a investigación con espionaje. 

–¿Los investigadores locales también son sospechosos?

–No y sí. Cuando estaba haciendo investigaciones en Jordania, los estudiantes siempre hacían chistes y decían “¿Vos hacés estas peguntas y después le pasas las respuestas a Inteligencia?” Era un chiste, pero muestra que hay muy poco conocimiento de las ciencias sociales y de la actividad académica. Por eso es que tenemos que transmitir la importancia de este conocimiento y motivar a las personas a que se involucren en estas investigaciones. Porque si no tenés una cultura que aprecie a la academia y al conocimiento, entonces apreciás solamente a las ciencias duras y a la tecnología. Desafortunadamente, es el camino que el mundo está siguiendo. Por eso creo que tenemos una misión. La trampa, para mí es cómo no quedarnos solamente en decir “las ciencias sociales son importantes”, sino hacerlo en de una manera constructiva y positiva. Cómo encontramos nuevas funciones, nuevas misiones y nuevas visiones, y eso es lo más difícil 

–¿Por qué los gobiernos de la región no invierten en ciencias sociales?

–Invierten en algún tipo de ciencias sociales, como en encuestas, pero que son información directamente útil para los propósitos de los gobiernos. Ellos siempre se quejan sobre las investigaciones que no tienen una recomendación inmediata para realizar políticas. Así que, para ser justos, hay algunas investigaciones donde ponen dinero, pero en nada humanístico y definitivamente no en nada crítico. Así que la función del intelectual, según los Estados a lo largo de toda la región, es apoyar al Estado, y hacer de puente entre el Estado y la gente. Este enfoque está mal, es una instrumentalización. Cualquier Estado que instrumentalice el conocimiento y el pensamiento y lo use de determinadas maneras está mal. Porque finalmente estás matando el potencial de la producción de conocimiento en ciencias sociales. 

–También dijo que los jóvenes que viven en campos de refugiados están interesados en las ciencias sociales.

–Si, eso fue muy interesante de conocer. En el campo de refugiados Zaatari en Jordania, donde viven personas sirias, había un proyecto para realizar cursos online para gente joven. Y los que organizaban estos cursos dijeron “deberíamos enseñar ciencias y matemática para ayudar a estos jóvenes para que puedan ir a estudiar a Europa”. Gente bien intencionada, obviamente. Pero después les preguntaron a los jóvenes: “¿Y ahora qué cursos les gustaría hacer?” Y todos querían estudiar algo relacionado a las ciencias sociales porque querían entender cómo es que habían terminado en un campo de refugiados.

–¿Cuál es el rol que espera que tengan las ciencias sociales, hoy y en el futuro?

–En un nivel más idealista, crear nuevos lenguajes para imaginar un nuevo futuro, una nueva manera de entender nuestras realidades y entender cómo podemos pensar más allá de las realidades existentes. A las ciencias sociales no les está yendo bien en general. Estamos estancados en palabras que perdieron contacto con la realidad, como justicia social, izquierda y derecha, y así. Eso por un lado. Y además, teorizar desde la calle, escuchar a las calles, a los colectivos, a las comunidades locales, a los jóvenes, a las mujeres. Nuestro rol no es sólo amplificar esas voces sino realmente co-crear con ellos una manera diferente de cómo deberían ser nuestras sociedades. Una ambición más modesta tendría que ver con nuestro sistema educativo, que incentivemos a los jóvenes a pensar soluciones que no sean sólo tecnológicas y que dependan únicamente del dinero, como si estas dos cosas solas resolvieran todos los problemas.

Entrevista: Bianca Di Santi.