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Desde Madrid

Podemos celebra su quinto aniversario desangrándose. La formación de izquierda que irrumpió en España con el espíritu de los indignados del 15M, y logró disputarle al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) el protagonismo entre las fuerzas progresistas, sufrió esta semana su mayor crisis. 

Íñigo Errejón, miembro fundador, y secretario de Análisis Estratégico y Cambio Político del partido morado, anunció su candidatura a presidir la comunidad de Madrid a través de la plataforma de la alcaldesa de la capital española, Manuela Carmena, que aunque llegó al ayuntamiento junto a Podemos, busca reelegir con una lista de consejeros afines.

La decisión causó un cisma en la jefatura de Podemos. Pablo Iglesias, que se encontraba de baja por paternidad, publicó una carta audio en la que expulsó virtualmente a Errejón. “Deseo suerte a Iñigo en la construcción de su nuevo partido con Manuela, pero Podemos tiene la hoja de ruta que marcaron los inscritos y que se decidió en nuestras asambleas ciudadanas”. Si quedaban dudas, el secretario de Organización, Pablo Echenique, se ahorró la cortesía y las despejó unas horas después: “Si fuera él, renunciaría al escaño, pero de algo tiene que vivir hasta las elecciones”. Errejón llegó al Congreso de los diputados con las banderas de Podemos.

Errejón defendió su jugada como una forma de frenar a la ultraderecha. “Hay que abrir y sumar yendo más allá de las siglas: las fuerzas políticas del cambio son necesarias, la ciudadanía y su creatividad son imprescindibles. Nos encontramos ante un momento decisivo, Andalucía ha sido un toque de atención”. El miembro fundador de Podemos se refiere al tripartido de derechas que formó gobierno en la junta andaluza, y que integra a los radicales de Vox. Un partido que pregona el ultranacionalismo, y se opone a las leyes de la igualdad de género. 

Para Errejón, su candidatura a través de la plataforma Más Madrid no supone retirarse del partido que ayudó a fundar. “Yo soy el candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid y a la vez voy a concurrir de la mano de Manuela (Carmena)”. La rápida respuesta de Iglesias en su carta, parece no dejar margen para esa maniobra. Sin embargo, Rita Maestre, consejera del ayuntamiento capitalino, y aliada de Errejón, confió en que las dos formaciones lleguen a un acuerdo para acudir a las urnas con una sola candidatura. 

En cualquier caso, Iglesias apunta un hecho evidente. El acuerdo de Errejon y Carmena para competir bajo la misma marca electoral, no puede haberse fraguado el mismo día en que se anunció. “No doy crédito a que Manuela e Iñigo nos hayan ocultado que preparaban lanzar un proyecto electoral propio para la Comunidad de Madrid y que lo hayan anunciado por sorpresa”. El engaño puede ser más doloroso que la propuesta en sí. 

“Creo que una decisión como esta nace con el propósito de sumar y articular, no de romper con la historia de Podemos”, afirma Nuria Sánchez Madrid, profesora del Departamento de Filosofía y Sociedad de la Universidad Complutense de la capital. “Otra cosa es que quienes se arrogan la defensa de los valores originarios del proyecto pretendan excluir y expulsar ilegítimamente las ideas que se derivan de esta apuesta”.

A juzgar por la historia, el destino de Errejón parece estar por afuera de Podemos. De los cinco profesores universitarios que en el 2014 se propusieron patear el tablero político con una fuerza que jaqueara el bipartidismo oxidado, solo queda Pablo Iglesias. Juan Carlos Monedero, más cercano al líder, se marchó en el 2015 cuando ardió la polémica por no declarar al fisco ingresos que recibió de parte de gobiernos latinoamericanos; Carolina Bescansa, conservó su escaño pero fue apartada por dejar al descubierto un plan para unir fuerzas con Errejón y desplazar a Iglesias; y Luis Alegre, se despidió así mismo por diferencias de criterio con la jefatura.

La partida de Errejon cuenta con un prólogo casi más jugoso que su desenlace. La historia comenzó en Vistalegre II, la Asamblea Ciudadana que celebró Podemos en el 2015 para dirimir el liderazgo del partido. Por un lado, Iglesias, arropado por Izquierda Unida, apostaba por endurecer el discurso y presionar en las calles. Del otro, Errejón, pretendía una fuerza de perfil institucional, dispuesta a extender los límites de su discurso para ampliar la base de electores. El triunfo fue para Iglesias, que logró imponer su programa, y se rodeó con alfiles de su paladar. 

Uno de ellos es Ramón Espinar, exactivista, y actual portavoz de Podemos en el Senado, y secretario general de Podemos Comunidad de Madrid. Con él se enfrentó Errejón por la candidatura que un par de días atrás, presentaría Podemos para competir por el gobierno autonómico de la capital. En una maniobra auspiciada por Iglesias, Espinar intentó colocar a una de las suyas como segunda de Errejón.

Es posible que el flamante acuerdo de Errejón con Manuela Carmena, encuentre fundamento en los últimos tres años en que debió tragar decisiones contrarias a su criterio. En las elecciones autonómicas de mayo, pondrá a prueba el éxito de su apuesta. 

Por el lado de Iglesias, ya sabemos cómo le fue al partido morado. Unos dirán que gobierna en coalición con el PSOE, y que gracias a la presión de su fuerza consiguió impulsar medidas populares como el aumento del salario mínimo. Otros apuntarán que esa realidad puede esfumarse muy pronto, y con un costo muy alto. Si el líder socialista no aprueba los Presupuestos Generales del Estado, podría llamar a elecciones nacionales. Las últimas encuestas muestran un marcado descenso en el apoyo que recibe Podemos. Del 21 por ciento de los sufragios que logró en los comicios de 2016, el Centro de Investigaciones Sociológicas señala que, actualmente, obtendría un 14 por ciento.

Para la analista Nuria Sánchez Madrid, ese declive “no puede no interpretarse como el fracaso de un modelo de organización anticuado, tremendamente jerárquico y decisionista, más propio de comunidades primarias que de colectivos maduros, atentos a las dinámicas y patologías sociales del presente”.

La salida de Errejón no tiene visos de retorno. Pero dada la “sorpresa” que generó en la dirección de Podemos su anuncio, no se descarta que en los próximos días pueda alcanzarse algún acuerdo. Lo que si está claro, es que la crisis llega en un momento crítico para las fuerzas progresistas de España. Entusiasmado por el triunfo en Andalucía, el tripartito de derechas que conduce el Partido Popular, promete exportar su esperpento al resto del país. El mandato de la izquierda era unirse, y enfrentarlo para impedir que radicales como Vox llegaran a las instituciones. La ruptura entre Iglesias y Errejón no parece avanzar en esa dirección.