"Doscientas treinta y ocho", afirma sin dudar una trabajadora del Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (CELChe). Es el número exacto, fresco en su memoria, de fotos que llegaron desde Cuba.

"Vinieron en esas cajas de madera que decoran la exposición. Nosotros les pegamos esas banderitas", sonríe un trabajador del Centro de Expresiones Contemporáneas de Rosario (CEC, Sargento Cabral y el río), con esa clásica mezcla de dicha y cansancio que es más común encontrar en una boda que en el montaje de una muestra municipal. La cronista observa el verosímil collage de banderitas. Allí están representados Rusia, Grecia, las ex colonias francesas y belgas de África y el sudeste asiático; Bolivia, Italia, Japón, España, Argentina y Cuba. Le explican que esos son los países que recorrió en su intensa vida y con una cámara al cuello el autor de las más de 200 copias originales cuya calidad de conservación permitía exponerlas: un rosarino llamado Ernesto Guevara. Más conocido como el Che.

Fue Camilo Guevara, su hijo, quien seleccionó las fotos para la primera muestra en Cuba y eligió al CEC como sede de la exposición. Producida por el Centro de Estudios Che Guevara de la ciudad de La Habana con la Municipalidad de Rosario, Che fotógrafo es una muestra única. Porta el aura de unas invaluables copias cuya historia está ligada a la del siglo XX.

Sebastián Granata
Ramiro Guevara, hermano del Che radicado en Rosario.

Ya fue exhibida en varios países y llega a partir de la firma de un convenio de cooperación entre el Centro de Estudios Che Guevara de La Habana y el Centro de Estudios Latinoamericanos Ernesto Che Guevara (CELChe) de Rosario, firmado en 2018 con motivo del nonagésimo aniversario del nacimiento del autor.

Che fotógrafo es parte de la colección Vida y Obra del Centro de Estudios Che Guevara de La Habana. Está avalada por la UNESCO como una pieza del proyecto Memoria del mundo en su categoría internacional. Son fotos analógicas de alta calidad estética, en un estilo influido por el del documentalista alemán Gustavo Thorlichen. Como bien señala María del Carmen Ariet García, Coordinadora Científica del Centro de Estudios Che Guevara y estudiosa de su obra fotográfica y literaria, las fotos son parte de un proyecto más amplio, ya que el Che abordó "el género testimonio en diferentes facetas": la imagen fotográfica, el texto en prosa (diario, carta o reseña periodística) y algún ocasional poema subrayando la importancia cultural de lo observado. Las a menudo riesgosas peripecias del revelado de muchas de estas fotos, generalmente a cargo del fotógrafo mismo, a partir de su encuentro con Fidel Castro forman parte de la misma gesta revolucionaria que registran. Una de las pocas fotos en color muestra un cielo azul radiante. Es una escena de El joven rebelde (1962), película de Julio García Espinosa.

La muestra tuvo su primera edición en Cuba con curaduría de Lesbia Vent Dumois, artista y pedagoga que es una referente institucional en su país. En Rosario, Che fotógrafo se inauguró el jueves pasado y puede visitarse hasta el 3 de marzo con entrada libre y gratuita. Los cajones intervenidos sirven de butacas para sentarse a descansar del recorrido y a mirar los esclarecedores videos documentales que forman parte del envío. Allí por ejemplo cuenta Aleida March cómo vivió con el Che de incógnito en dos habitaciones de un hotel en Tanzania. En el doble autorretrato de ambos en Tanzania que se encuentra en la sala y que también está detrás de ella mientras habla, los dos están irreconocibles: ella con peluca y él riendo bajo su disfraz de viejo.

Sebastián Granata
Las fotos tomadas por el Che tienen alta calidad estética.

A cada uno de los cuatro núcleos que vienen organizados desde Cuba, en Rosario se les agregó un texto de un fotógrafo o fotógrafa local, escrito especialmente para la muestra. "La América Latina que vio Ernesto" es comentada por Beatriz Fiotto; "El foco de un proceso revolucionario" lleva el análisis de Silvina Salinas; Sobre "Una mirada del mundo" escribe Virginia Benedetto, y en "Auto-Retratado" se refleja Maximiliano Conforti. Con amor y rapidez, la gente del CELChe agregó el núcleo curatorial "Cuando el Che era Ernestito", un álbum familiar ambientado en el Rosedal de Rosario y en Córdoba. También sumaron mapas de los primeros viajes del entonces estudiante de Medicina: al noroeste argentino en 1950 y por Latinoamérica con Alberto Granado (1951 y 1952) y con Calica Ferrer (1953). Aquel gran viaje iniciático, tan influyente para las jóvenes generaciones aún hoy, significó para el muchacho de la cámara ("Mi máquina, compañera fiel de todas mis andanzas") una transformación interior que daría comienzo a su lucha por transformar el mundo.

Bolivia abre y cierra su aventura: fue en La Paz donde se encontró con la obra y la persona de Thorlichen a comienzos de los '50. Fue en La Higuera donde halló la muerte en 1967.

¿Qué miraba el Che? ¿Qué encuadraba, cómo componía? Lo que insiste en sus fotos es una mirada que interroga en una búsqueda ontológica de saber: quién soy yo, qué es este lugar que estoy conociendo (o construyendo, como Jefe del Departamento de Industrialización o como Ministro de Industria de Cuba). Su vista panorámica abarca lo más representativo de su objeto. Pero hay un punctum donde lo registrado se quiebra, ya sea para develar su identidad profunda o para dar cuenta de su alienación bajo el colonialismo: el logo de una multinacional en medio del paisaje, o los puños apretados del atleta ganador de los Juegos Panamericanos que cubrió para Agencia Latina. Antes de ser el Che, Ernesto Guevara fue reportero gráfico, fotógrafo callejero (en México, a mediados de los '50) y fundador de Tackle, una revista de rugby donde firmaba como Chiang Cho. En Cuba fundó dos periódicos y editó la Revista Verde Olivo, donde escribía la columna El Francotirador.