Inspirado en la frase de su abuelo que solía decir “el mundo es de quienes pierden el equilibrio”, el director, autor y actor, Mauricio Dayub, presenta El Equilibrista, una obra que escribió, produjo y protagoniza. Actualmente también participa de la comedia más vista de la historia del teatro argentino, Toc Toc, que lleva más de 2600 funciones, y es además uno de los responsables de la sala Chacarerean Teatre. 

Después de diez años, Dayub decidió volver al escenario con un unipersonal ideado por él. “Escribir y actuar es una combinación perfecta. Estar arriba del escenario produciendo todo lo que te imaginaste debajo del escenario es inigualable. Ser propietario de lo que uno intermedia como actor es sagrado. Te hace responsable de la bajada espiritual del espectáculo”, detalló Dayub. 

Los autores Mariano Saba y Patricio Abadi también participaron del proceso de escritura y en conjunto con ellos y bajo la dirección de César Brie, reconstruyeron la vida de un equilibrista a través de sus recuerdos.  La obra, atravesada enteramente por la narración en primera persona, permite acompañar al protagonista en ese viaje de búsqueda personal que inicia a través de su historia familiar. Allí aparece el relato de la inmigración, el  amor,  la separación,  el reencuentro y la reconciliación. Y en ese relato, que es parte de la vida misma, la posibilidad de perder el equilibrio siendo un equilibrista. 

–¿Cuándo empezaste a pensar en esta obra?

Mauricio Dayub: –Es un espectáculo que pienso desde hace mucho. Pero bueno, pensar no significa ensayar. Mientras uno lo piensa no es nada. Pero cuando uno lo empieza a ensayar y lo pensó antes, se empiezan a plasmar  cosas que estaban en el aire y que empiezan a cristalizar ese deseo. Hace bastante que lo que veo en el teatro me parece un poco adulterado. Me da la sensación de que todo empezó a subir en el escenario. Y empecé a pulir mi deseo de qué era para mí el teatro. Y concluí que para mí es teatro si te lo hace imaginar el actor. No si te lo dice o si te lo muestra. Yo creo que la gente se aburrió de ir al teatro porque se la hacen muy fácil. Y si bien todos creemos que hace falta que el teatro sea divertido, que sea rápido como el teléfono, yo quería volver a lo que me conmovió del teatro cuando empecé. Y tras ese deseo empecé a construir la estructura de El equilibrista, para alcanzar eso que es la esencia del teatro: el hallazgo, el descubrimiento, la magia, la emoción. 

–¿Qué aportes a la obra le dio la mirada de Cesar Brie?

M. D.: –Yo empecé a ensayar sólo el espectáculo y en el camino me encontré con César Brie. Y entonces le propuse que me dirigiera una parte y aceptó.  Fueron muchas coincidencias. Cuando se lo mostré empezamos a trabajar desde cero. Y empezó a dirigir todo. Y yo me di cuenta de que lo mejor que me podía pasar era que dirigiera todo el espectáculo, que mancomunara eso que yo había pensado por separado. Fue un trabajo muy de ir a la ferretería todos los días para que se viera lo que queríamos que se viera y no se veía, para aludir con los objetos. Mis amigos me dicen que soy un actor de “chichiruchos”. Siempre llevo objetos para las escenas. Y muchas veces al director los objetos le dan miedo, que queden sueltos, que quede como algo puesto de afuera. Y yo todo lo que llevaba César me decía “si, si”. Se sumaba. 

–¿Por qué decidiste llevar lo metafórico del equilibrio de la vida a lo concreto y hacer una performance de equilibrio sobre una cinta? ¿Por qué tomar ese riesgo?

M. D: –Yo sentí que la metáfora del equilibrista me ayudaba a mostrar lo que quería. Partí de una frase que le escuché decir a mi abuelo, que el mundo era de los que se animaban a perder el equilibrio, por algo que me pasó cuando yo tenía veintipico de años. Yo no me animaba a hacer lo que quería porque vivía en una ciudad donde lo que yo quería no se daba demasiado y sentía que todos me elogiaban porque era un tipo equilibrado. Un día me di cuenta de que yo estaba viviendo para recibir ese elogio. Trataba de satisfacer la necesidad del otro siendo muy equilibrado, muy bien ubicado. Y esa antítesis, ese impulso que tuve de salirme de eso y esa frase de mi abuelo, me llevaron a la conclusión de que esa cinta, y el aprender a estar en equilibrio y desequilibrio en el aire era muy teatral y una metáfora que funcionaba. 

–¿Cómo vivís la experiencia de estar hace tantos años participando de un mismo proyecto como Toc toc y al mismo tiempo comenzar uno nuevo?

M. D: –Siento que soy, de algún modo, la esencia de esas dos cosas. A mí me hace estar en un momento y en un estado alucinante. Es como si se cristalizara el logro de todos mis objetivos. Hay algo de Toc Toc que tiene que ver con lo popular que yo siempre perseguí. Mis espectáculos no son hechos para un segmento. Cualquiera lo puede entender y lo puede disfrutar. Y al mismo tiempo no son espectáculos hechos para cualquiera porque hay trabajo, hay elaboración. Siento que ambos se complementan. La experiencia de Toc Toc está absolutamente volcada en El Equilibrista. El hecho de hacer reír todas las noches durante tantos años te da un training que te queda en el cuerpo.  Yo siento que hago un personaje de construcción igual que como hago en el teatro independiente y eso es lo que me hace estar pleno. 

* La obra puede verse todos los martes a las 21 en el Chacarerean Teatre, Nicaragua 5565.

Entrevista: Josefina Frega.