PáginaI12 En Brasil

Desde Brasilia

En una de las tribunas del Sambódromo de Río de Janeiro fue alzado el cartel “Lula Libre” para saludar el paso de la escola do samba Paraíso do Tuiuti que presentó una alegoría que parte del público asoció al líder preso en el sur del país. El desfile de poco más de una hora de esa agrupación estuvo signado por los aplausos a las ironías contra el gobierno de Jair Bolsonaro cuya consigna de campaña fue “Brasil encima de todo, Dios encima de Todos”. En la madrugada de ayer, ante setenta mil espectadores, el último carro de Tuiuti mostró la frase “Dios encima de todos, pero a favor de la tortura”.

Un par de horas más tarde ingresó a la pasarela de 700 metros la agrupación Mangueira, una de las más tradicionales y varias veces electa campeona del Carnaval. Con los colores rosa y verde la “escola do samba”, homenajeó a la activista Marielle Franco, asesinada hace un año por una presunta “milicia” parapolicial que tendría vínculos con el bolsonarismo.

En Olinda, región nordeste, un monigote de más de 5 metros de altura reproduciendo la imagen de Bolsonaro junto a otro de su esposa Michelle,  fue alcanzado por latas de cerveza lanzadas por el público. Fueron tantos los ataques contra el muñeco que los organizadores de ese Carnaval callejero tuvieron que enviar dos custodios para ponerlo a salvo de la repulsa popular.

“Ele não” (“Él no”) fue la consigna repetida por estudiantes de la Universidad de Brasilia en una avenida de la zona norte de la capital donde bailaron hasta el amanecer, pese a la lluvia, vestidas de color naranja, el elegido para mofarse del capitán retirado.

Sociólogos e historiadores enseñan que en Brasil nunca hubo uno sino varios carnavales. En la época del Imperio, los señores celebraban el suyo imitando al de Venecia con pelucas y vestidos costosos, mientras los esclavos lo festejaban a su modo, a veces a escondidas y arriesgándose a ser arrestados.

En la actualidad la diversidad está asociada al abismo que separa a ricos de pobres, y a las particularidades de cada región.

Empresarios, deportistas y estrellas de telenovelas de la Globo participaron en el nonagécimo baile carnavalesco realizado en el Hotel Copabana Palace. Corrieron ríos de champagne y una actriz de telenovelas disfrazada de Sofía Loren luciendo joyas valuadas en 400 mil dólares se paseó ante los fotógrafos junto a la piscina, según las crónicas publicadas en sitios especializados.

Afuera del hotel cinco estrellas junto a la playa más famosa de Brasil, en los cordones callejeros de Rio, los perfumes eran distintos. Cientos de miles de personas bailaron mientras seguían los camiones con parlantes, y bebían hectolitros de cerveza entonando “marchinhas” sobre Bolsonaro y sus hijos envueltos en el escándalo de los prestanombres vinculados a las “milicias” que tienen vía libre para matar en las favelas. En el argot popular los testaferros reciben el apodo de “naranjas”. Ese color y esa fruta estuvieron entre las marcas de estos carnavales.

Naranjas fueron mostradas por las chicas universitarias de Brasilia, danzando a dos kilómetros del palacio presidencial y también por los participantes en el bloque carnavalesco Unidos de Barro Negro, de Belo Horizonte. Rodrigo Alves, miembros de Unidos, llevó tinta naranja para pintar a quien quisiera mofarse de los testaferros del mandatario.

“El Carnaval está cada vez más politizado, no queremos ofender a los que votaron a Bolsonaro, queremos hablar de los que están callados ahora cuando aparece la corrupción de este gobierno”, aseguró.

Ninguna fiesta popular mide mejor el ánimo brasileño que el Carnaval.

En el de Bahía, la cantante Daniela Mercury se despachó contra la “homofobia” del gobierno al que responsabilizó de implantar un sistema de “control policial” contra gays y lesbianas. Mercury y Caetano Veloso acaban de lanzar el tema “Prohibido el Carnaval” que capta ese clima de época.

La sátira llega a su punto más alto en el video clip cuando los cantantes dicen “los nenas de rosa y los nenes de azul”, citando a la pastora evangélica Damares Alves, titular de la cartera de la Mujer, Familia y Derechos Humanos.

Bolsonaro no fue visto en ninguna de las fiestas carnestolendas celebradas en todas las capitales. Su ausencia fue más notoria en el Sambódromo de Rio, considerado como la vidriera nacional porque sus desfiles son televisados en vivo para millones de brasileños y con retransmisiones en el exterior. Todo presidente sueña con un baño de multitudes en esa pasarela.

El faltazo puede reflejar el temor a los abucheos de un gobernante que en la primera encuesta realizada a 50 días de su toma de posesión apareció con el 38 por ciento de popularidad, el peor resultado de todos los presidentes recientes en igual período.

En respuesta a las críticas, el jefe de Estado publicó ayer al mediodía en su perfil de Twitter un ataque a los músicos bahianos. Y más abajo posteó un tema musical que dice “esta marchita es para nuestro querido Caetano Veloso y nuestra querida Daniela Mercury. Chupá! “.