Carol Danvers, alias Capitana Marvel, no es la primera mujer superhéroe que llega al cine con su propia película pero se siente como si lo fuera, porque sí es la primera que no está construida prácticamente en ninguno de sus rasgos desde una mirada masculina. Y eso es todo un hito. En 2005 se estrenó, con poca fortuna, la mediocre Electra, donde Jennifer Garner interpretaba a una asesina por encargo devenida heroína que, si bien esto no era central en la trama, se enamoraba del hombre que la habían mandado matar. La Viuda Negra de Scarlett Johansson apareció por su parte en varias películas de Marvel, y Wonder Woman tuvo su protagónico en una película de DC; las actrices siempre aparecieron enfundadas en trajes diseñados para resaltarles el culo y las tetas, como versiones de carne y hueso de esas heroínas de curvas imposibles, cintura de avispa y belleza clásica que son casi obligadas en la multitud de historietas pensadas en principio para un público masculino. De más está decir, además, que Scarlett Johansson, Jennifer Garner y Gal Gadot, que interpretó a la Mujer Maravilla, se acomodan sin esfuerzo en la categoría de belleza hegemónica (no por nada dos de ellas fueron modelos). Está bien, ya entendimos que las mujeres pueden mostrar el culo y ser poderosas al mismo tiempo pero, ¿tenemos que creer que no hay ninguna variante en el guardarropas de las heroínas? 

Por otra parte, y casi como si fuera la contracara de eso, a veces se hizo un esfuerzo por buscarles a las superheroínas características que las diferenciaran en tanto mujeres; el gran furcio de la película de la Mujer Maravilla, en ese sentido, fue hacerla pronunciar un discurso intragable sobre el amor que todo lo vence en el clímax de la batalla final, justo cuando estaba bajando enemigos a fuerza de piñas y con recursos que poco tenían que ver con el amor.

En Capitana Marvel se siente desde el principio que hay algo distinto, y la película nunca decepciona en este punto. Ambientada entre la tierra y un planeta habitado por los kree, la historia está llena de idas y vueltas en el tiempo y la memoria pero básicamente tiene que ver con Vers (Brie Larson), una kree de sangre azul y puños que disparan fotones que se entrena para defender a su planeta en una guerra intergaláctica. Pero en un momento sabrá que tuvo un pasado como Carol Danvers en el planeta Tierra, donde fue piloto de avión en la Fuerza Aérea, y que debe investigar ese pasado para saber quién es. Arrojada a la ciudad de Los Ángeles en la década del 90, Vers se cruza nada menos que con Nick Fury (Samuel Jackson) con unos años menos, y ahí descubre que tiene no solo una historia sino también una especie de familia íntegramente femenina. Algo confusa en la profusión de datos sobre la guerra entre dos razas de extraterrestres, la película se vuelve más íntima y permite conocer mejor a su protagonista cuando la pone a interactuar con humanos, tanto con Nick Fury como con Maria Rambeau (Lashana Lynch). Y Brie Larson, con su actitud escéptica y su disposición para divertirse cuando se arma un equipo que recuerda a los Guardianes de la Galaxia en su heterogeneidad festiva, es algo digno de ver. Con los gestos cancheros de los pilotos en películas como Top Gun (1986) –además de jeans y una campera de cuero, remeras con inscripciones, pelo siempre desordenado–, algo de la irreverencia de Tony Stark y la remota posibilidad de que quizás sea la primera superheroína lesbiana (algo parece insinuarse al respecto en una pelea con Minn-Erva), esta chica se conoce por el nombre nada menos que de Capitana, su gesto más característico es la cara de enojo y los puños apretados, y en sus momentos de máximo poder, cuando atraviesa el aire envuelta en llamas, lleva un casco por el que el pelo rubio le asoma en una cresta. Porque basta con verla para saber que es fuerte, y porque lo es, la película no necesita cargar las tintas sobre su capacidad salvo por un momento, breve, en que musicaliza una pelea con Just a girl, de No doubt: nadie estaba pensando que la Capitana Marvel era solo una chica, pero valga la escena como remanente de un pasado muy cercano en el que fue necesario aclararlo.