El 17 de Enero de 1930, desde Budapest, Ferenczi escribía a Freud: "Querido amigo, ¡Fíjese, empiezo de nuevo por un acto fallido! Recién terminaba de releer su carta, me instalé para escribirle, y he aquí que en lugar del "Profesor" veo de repente al amigo, ahí en el papel, negro sobre blanco". Eso inmediatamente transformó de punta a punta el humor deprimido en el cual me encontraba después que recibí su carta; y decidí dejar simplemente al acto fallido su valor de signo de mis verdaderos sentimientos. Dicho eso, en la relación entre usted y yo se trata (al menos en mí) de una amalgama de diversos conflictos de sentimientos y disposiciones. Al principio, usted había sido mi maestro adorado y mi modelo inalcanzable, por el cual yo alimentaba los sentimientos, no siempre sin mezcla, del aprendiz. Después usted fue mi analista, pero las circunstancias desfavorables no permitieron llevar mi análisis hasta su términoPor supuesto, eso implicaba también que yo cambie mi posición un poco infantil contra el reconocimiento del hecho que no debía contar tan totalmente con su benevolencia, es decir no sobreestimar mi importancia para usted….".

El propósito de esta introducción, de un fragmento de la correspondencia que Freud y Ferenczi mantuvieron por más de 20 años, supone adentrarnos en los afectos que se ponen en juego en este encuentro inédito, entre amigos, camaradas, intelectuales, haciendo un contrapunto con lo que acontece con el lazo, ya propiamente analítico, y que en su devenir, su travesía misteriosa, sorpresiva para ambos, va deslizando hacia un acto de escritura.

El último párrafo del fragmento citado, donde se lee un Ferenczi dudoso del amor de Freud, que condensa la pregunta por el amor, ¿qué (me) quiere el Otro?, nos permite hacer pie en la experiencia analítica, cuando se cuela la pregunta por el deseo, soportado por el amor de transferencia.

Es sabido que algunas de estas cartas, entre Freud y Ferenczi, signaron producciones freudianas muy valiosas. Ese afecto trajo entonces, efectos de escritura. Si leemos, al detalle, estas correspondencias, vemos que ambos oscilan en diversos lugares, un Freud padre, amigo, confesor, un Ferenczi defensor -bastión del Psicoanálisis- discípulo, alumno, analizante. Salvando las distancias, aunque no sin ellas, ¿No es esto mismo, estos diferentes lugares, los que se actualizan en un análisis?

Quisiera subrayar el valor del significante "correspondencia", aquello que entre dos, se hace corresponder, condescender.

En 1933 Freud escribió "En memoria de Sandor Ferenczi", donde leemos lo siguiente; "Desde que el interés por el naciente Psicoanálisis lo condujo a , muchas han sido nuestras empresas compartidas. Cuando en 1909 fui invitado a Worcester, Massachusetts, para dictar allí conferencias, le pedí que me acompañara. Todas las mañanas, antes de la hora de mi conferencia, nos paseábamos ante la universidad, y yo lo invitaba a proponerme el tema a exponer ese día. El esbozaba así, lo que media hora después yo exponía en improvisación. Fue de esta manera, como Ferenczi tomó parte en la génesis de las Cinco conferencias sobre Psicoanálisis… Durante varios años pasamos juntos, en Italia, nuestras vacaciones otoñales, y más de un trabajo que posteriormente fue publicado con su nombre o con el mío tuvo allí, en nuestras conversaciones, su forma primigenia. Cuando estalló la guerra mundial, poniendo fin a nuestra libertad de movimientos, aprovechó el intervalo para comenzar análisis conmigo…".

"Con su nombre o con el mío", poco importa allí a Freud. Lo que se escribía cada vez, lo contingente, lo azaroso de aquella propuesta de Ferenczi respecto a lo que Freud expondría en sus conferencias, remite a esa contingencia de la que nos habla Lacan, aquello que cesa de no escribirse, signos de una trama amorosa que los implicó en un encuentro fascinante. Un rato antes, Freud le hablaba a Ferenczi, él era su destinatario. Es desde allí que luego hablaría a otros.

Me parece importante rescatar ese aspecto de intimidad que supone el hablarle a otro, a un otro en particular.

Correspondencia, que no equivale a "reciprocidad". El analista sostiene ese amor con su deseo y eso tendrá siempre efectos incalculables. En este sentido, lo que acontece en un análisis toma el valor de carta, una carta cuyo soporte es el amor. Una carta que va escribiéndose, cada vez, en cada sesión - cesión de goce que implica la palabra cuando tiene un destinatario. "Una carta llega siempre a su destino", dirá Lacan.

*Psicoanalista.