“Todas las ciudades pos-apocalípticas son iguales”, dice un androide alto, pillo y atlético, con alma de robot y acento de jugador de la NBA, mientras recorre las ruinas de una humanidad masacrada. Y parece guiñar su ojo electrónico al espectador acostumbrado a surfear las pantallas entre historias de máquinas, monstruos, personas, escenarios apocalípticos y finales abiertos. Love, Death & Robots, la nueva saga de cortos animados para adultos de Netflix, propone un universo con todos esos ingredientes y en un formato ideal para tiempos fragmentados, atenciones dispersas y públicos apurados: son 18 piezas cortas –algunas muy cortas, van desde 5 minutos de duración hasta 17, la más larga–, lo que permite colar episodios aquí y allá, uno ahora y otro antes de la ducha.

Ese formato, el “de antología”, que supone obras independientes, universos distintos y abismales cambios de clima y propuesta de una historia a la otra, resulta una poderosa plataforma dentro de otra poderosa plataforma –Love, Death & Robots dentro de Netflix–. Así, los dos únicos hilos que parecen enhebrar los episodios son el visual (son todas animaciones, más allá de algún cameo-insert humano, como el de Topher Grace) y el temático, basado en el power trío del título. Aunque, a decir verdad, el reparto entre esas tres líneas es desparejo: hay mucha muerte, algunos robots (en el amplio sentido, pues también hay aplicaciones, ametralladoras, maravillas biológicas, heladeras en modo diablo y otras maquinolas) y sólo chispazos de amor… salvo que pensemos en el amor con el que esta serie, evidentemente, está hecha.

El formato y la era en que vivimos hacen que Love, Death & Robots remita inevitablemente a Black Mirror, con sus fábulas tecnológicas y sus moralejas humanas. Aunque, desde lo temático, acaso otra de las referencias más claras de esta colección sea aquella saga ochentosa de Steven Spielberg, Cuentos asombrosos. El concepto incluye en sí la diversidad, dado que se trata de cortos firmados por distintos directores, distintos estudios, distintos guionistas, distintos artistas visuales (su vasto plantel incluye a Robert Valley, de TRON: Uprising, o Jerome Chen, de Godzilla). Y la vara estética que ponen las animaciones es muy alta, con un abanico de matices que puede pasar por el animé sexy, el cartoon naif, el hiperrealismo bélico o el comic de horror.

Como todo compilado, éste tiene algunos pasos en falso –ay, esa ucronía hitleriana de Historias alternativas– pero un muy buen nivel promedio, dada su curaduría de elite, ya que la producción es de dos peces con sobrepeso en la industria, David Fincher (director de El club de la pelea, Alien 3 y Se7en, los siete pecados capitales) y Tim Miller (cuyo currículum incluye la dirección de Deadpool y la aún no estrenada Terminator 6). Hay muchas entradas posibles para esta saga, ya que no hace falta respetar ningún orden para ver sus episodios, pero aquí van algunas opciones posibles, al filo del spoiler, para entrar con buen pie en su universo sorprendente y lleno de volantazos.

Los tres robots Con un extraño tono de comedia después del desastre, tres robots recorren una Tierra devastada, llena de cadáveres, mientras entrecruzan agrios y ácidos comentarios sobre la humanidad, con diálogos hilarantes que tributan a las lenguas mecánicas más largas del universo Star Wars, como en un eventual show de humor entre C-3PO y los dos geniales androides de los spin-offs, L3-37 (el de Solo) y K-2SO (el de Rogue One).

La era del hielo En un departamento recién alquilado, una heladera vieja esconde en su congelador un mini-ecosistema paralelo en miniatura, en cuyas costras heladas parece recrearse –tal vez determinista– el camino evolutivo de la vida en la Tierra, desde los dinosaurios y los mamuts hasta la –tal vez impredecible– civilización sapiens.

Guerra secreta Una asfixiante, sangrienta y sucia fábula de guerra vintage, con el Ejército Rojo librando un combate paralelo y verosímil en los helados bosques siberianos, bien lejos del frente europeo, contra una monstruosa amenaza sobrenatural que lleva años cazando soviéticos.

Piezas únicas El episodio más sci-filosófico, tal vez a la manera de pesos pesados de la ciencia ficción como Philip K. Dick o Isaac Asimov (y sus sueños de robot), plantea la gran revelación de un misterioso y mítico artista plástico –una mezcla del graffitero brit Bansky con nuestro Indio Solari– que, ante la expectativa mundial, abre al fin su corazón.

La ventaja de Sonnie La adrenalina sanguinaria de las jaulas de la UFC, el animé lésbico hot y las conexiones biológicas entre seres que rigen el universo de Avatar se ensamblan para meter a una heroína herida y feroz en un escenario futurista de peleas clandestinas.