Algunos pedagogos recomiendan la historieta como puerta de entrada a la lectura. Los que saben, recomiendan que los chicos lean historieta porque es lectura y, además, porque los pibes lo disfrutan. El tema es que hasta hace algunos años, el reverdecer del cómic en la Argentina encontraba pocos espacios para los niños en las editoriales. Como señalan desde el movimiento cultural Banda Dibujada, dedicado a la promoción de la disciplina, la tendencia viene cambiando sostenidamente. Eso se refleja en el crecimiento enorme de títulos que el colectivo recibe para sus ya tradicionales premios dedicados a las viñetas para chicos y jóvenes. En 2016 se publicaron cantidad de novedades para las franjas que van de los cinco a los once años. En los últimos meses y con la racha final de eventos y los editores que apostaron a los regalos navideños y de Reyes, hubo una catarata de viñetas.

Es cierto igual que, a la hora de publicar para los chicos, muchos editores piensan en el potencial costado “educativo”, quizás como forma de convencer a los mediadores de lectura. Así, por ejemplo, Comic.ar Ediciones publicó el segundo volumen de Los crichos (de Andrés Lozano), una serie sobre una extraña raza de… ¿cosos? dedicados a fomentar la evolución de las especies en la Tierra. Las tiras de Lozano tienen –afortunadamente– más de humor que de pedagogía, y los que quieran más de la segunda les conviene El buscador silvestre, del prolífico cuyano Chanti (Sudamericana).

El dibujante mendocino sacó otros dos títulos en esta última retahíla. Historietas delirantes (Comiks Debris) hace honor a su nombre. Mayor y menor, en tanto, alcanzó su décimo volumen recopilatorio, un hito notable para un autor al que Buenos Aires aún no le hace justicia, pero que despierta devoción en Córdoba, Mendoza y otras ciudades, agotando tiradas con una facilidad que envidiaría más de un literato consagrado.

También en el plano del humor está El infante Dante Elefante 4 (Ediciones de la Flor), de Javier Rovella, que sigue dando cátedra de cómo narrar y hacer humor con dibujos mudos. Rovella hace gala de cuanto recurso dispone el lenguaje de las viñetas y mantiene fresca su propuesta ante un cuarto libro. Si es cierto que el primer medio expresivo de los chicos es el dibujo, Rovella pone a disposición de sus lectores todo el potencial de este lenguaje.

Los títulos más llamativos de la temporada, sin embargo, pasan por la aventura. Editorial Común arriesgó bastante con la muy buena serie Amuleto, en la que unos niños terminan en una dimensión extraña para salvar a su madre, un legado familiar que desconocían y, de paso, a toda una existencia de criaturas. La saga de Kazu Kibuishi tiene un dibujo muy dinámico, ribetes originales en su propuesta y una edición impecable. En Estados Unidos llegó a las listas de best-sellers en el circuito de librerías, por fuera del universo de los superhéroes.

Los autores nacionales también apostaron por la aventura. En Pictus, uno de los sellos especializados en historieta juvenil, abrieron una línea de historieta para chicos y sacaron un muy promisorio primer volumen de Max Hell, de Guillermo Höhn y Pablo Tambuscio, que se manda de lleno al espacio con pasos de comedia, monstruos y naves.

Uno de los títulos más interesantes de los últimos meses es Lucy Niestra, un lanzamiento de Blup Ink que profundiza la propuesta de la editorial de tener un libro de aventuras para chicos ambientado en cada provincia. Lucy Niestra transcurre en Santa Fe y la protagonista es una niña que investiga las pesadillas de la gente. Su autor, Luis Roldán, ganó este año la categoría en los premios Alija por su Zoila zombi y presentó esta historia, que es superadora de la anterior, que ya era buena.

Los zombis siguen rindiendo. Y aunque no hay estrictamente comesesos en Tiburcio en concierto (Comiks Debris), la historieta humorística de Alejo Valdearena y Diego Greco los menciona contantemente, a sabiendas de que muchos lectores se identificarán con el fanatismo de su protagonista por los muertos vivientes. Además de ampliar el universo de Tiburcio, aquí Valdearena y Greco se despachan con un “extra” final especialmente divertido: una versión “zombi” de “Zamba de mi esperanza”, que se puede leer (y cantar) con el ritmo de la versión de Los Chalchaleros (cosa que se recomienda efusivamente).

El buen momento de la historieta para chicos tiene otro exponente con la apertura del catálogo de Edelvives a la disciplina. La reconocida editorial publicó Churro, el conejo, de Gastón Caba, claramente orientado a niños de menos de cinco años.

El último de esta racha de libros no es exactamente para niños. O al menos, no es sólo para chicos y quizás es de esas que mejor leer con los padres. Brunella, nuevamente Rovella, pero esta vez en Comic.ar, y con una tónica muy distinta. La protagonista es una niña en situación de calle, con problemas de violencia familiar, y el autor destaca en la tira sus muchas desventuras y las inequidades sociales que padece.