Domingo a la tardecita y el club Estrella del Sud vibra. En el gimnasio Bruno Luchetti, las Cacatúas, el equipo +30 del club, están jugando su primer partido de la temporada en la Liga de Maxibásquet ante Domínico, cuando se oye un estruendo infernal que llega desde el buffet. “Gol de Racing”, comentan unos con otros, porque el modesto club de Wilde vive de manera especial el título de la Academia: Matías Zaracho, una de las figuras del equipo de Eduardo Coudet, y Diego Milito, ídolo y manager del nuevo campeón del fútbol argentino, se iniciaron en el baby en ese mismo gimnasio que ahora es escenario de un partido de básquet de veteranas y que hace cuatro años casi desaparece por un incendio.

Una camiseta enmarcada con el número 19 de la Selección Argentina Sub 20 luce colgada justo al lado del televisor donde llegan las imágenes del partido desde Victoria. “Con cariño para los chicos de Estrella”, dice la dedicatoria que firmó Zaracho, quien nunca se olvidó de sus orígenes en el club ubicado en el corazón de Wilde. Ni siquiera en las vísperas de la consagración.

Veinticuatro horas antes, el buffet donde está su camiseta volvió a verse alborotado: justo antes de ir a la concentración para el duelo ante Tigre con el resto del plantel racinguista, Zaracho regresó a Estrella, para dar, como casi siempre, el presente. Las fotos y los autógrafos con los chicos que lo idolatran, y las charlas con Raúl Bustamante, vicepresidente del club y encargado del fútbol infantil, y con Gustavo Dapena, su técnico en los primeros años e hijo del presidente, Alceo “Chiquito” Dapena, no podían faltar. También pudo ver en vivo las camisetas que donó para los futuros jugadores.

“Es una cosa de locos. Es que es el mismo pibe de siempre. Por eso lo queremos tanto”, le dice a Página/12 el presidente Dapena, que se perdió la última visita de Zaracho porque había ido a la cancha a ver Independiente, aunque el amor por el Rojo no le impide tener en su casa una camiseta 28 de Racing, regalo especial del niño mimado. “Es lo que consigue este sinvergüenza, que siendo de Independiente guarde como un tesoro una camiseta de Racing”, asegura Dapena, que le puso precio al trofeo: “Siempre digo que la vendo por 500 mil pesos”, bromea el veterano dirigente, que le tiene un cariño especial al volante de Racing porque es uno de los mejores amigos de Darío, uno de sus nietos, compañero de la división '98 de Estrella.

Cacho Demuro, responsable de su llegada cuando tenía cinco años, coincide con el presidente. “Lo que define a Zaracho es cómo es como persona. Y desde chiquito era así. La mejor demostración de lo que es fueron esas lágrimas en la entrevista del domingo. Ahí demuestra todo el esfuerzo que hizo él y su familia y por suerte pudo coronar todo el sacrificio que hizo”, explica Demuro, que asegura que Zaracho marcaba diferencia incluso cuando jugaba en dos categorías mayores.

Ese nivel superior hizo que Racing posara sus ojos en el pibe de Wilde, sin que Estrella opusiera resistencia para retenerlo. “Cuando vino a jugar la primera vez contra nosotros le tiraban patadas de todos lados, pero no lo podían ni agarrar. Y él no dijo ni mu. Y cuando terminó el partido, se abrazó con todos como si nada”, recuerda Dapena.

Milito, responsable de la gerencia técnica de Racing, es otro de los jugadores que se iniciaron en el club y que luego siguió yendo, incluso cuando ya jugaba en Italia. “El padre, el tío y unos amigos tenían siempre un turno los viernes a la noche, y Diego cuando podía también venía”, remarca el presidente, que bajo su gestión debió soportar el momento más duro de la historia de Estrella.

Es que en el mismo buffet donde está hoy la camiseta de Zaracho se generó un incendio que puso en peligro la continuidad del club. El domingo 4 de octubre de 2015, horas después de que se celebrara el 82º aniversario de la fundación, un cortocircuito en una heladera provocó el siniestro, que no causó víctimas aunque si muchos daños materiales. Con la ayuda de socios, vecinos y el municipio de Avellaneda, Estrella pudo refundar su sede y volver a funcionar con total normalidad apenas ocho meses después del incendio.

Superar adversidades día a día y dar contención para los chicos del barrio siguen siendo las premisas del club, remarca el presidente. Por eso, el éxito de un hijo dilecto como Zaracho se festeja como algo propio. “Es la historia de los clubes de barrio, vivimos para esto”, resume Dapena, sin que le falte razón.