Con un uniforme de policía que le aprieta por todos lados, Marguerite Yourcenar cruza la avenida Corrientes que, gracias a las remodelaciones eternas, continúa en su calamitoso estado de guerra permanente, entra al bar donde la espera la prosti que deberá aportar para trabajar en libertad. En la mesa acordada se encuentra con la Violette Leduc. Ambas se sorprenden y se agarran la cabeza. ¿Qué hacés acá...? ¿Y ese uniforme de cana?, no te puedo creer... No me digas que sos la prosti nueva, no lo puedo creer... Bueno, dice la Leduc, alguna vez tuve que tirar la chancleta yo, pero vos... O sea que no soy la única desorientada, dice la Yourcenar, ¿también caíste en esta Argentina loca sin saber cómo...? ¡Exacto, gorda!, para no enloquecer me convencí de que estoy dentro de un sueño, y en un papel que no me desagrada: ¡de prosti!, estoy juntando material para continuar La Bastarda, que tan bien se vendió aquí. Lo mismo hice yo cuando me vi frente al espejo con esta ropa, me asusté, claro, me tira un poco, pero estoy en la tierra de mi querido Cortázar, mi traductor preferido, y acabo de empezar como recaudadora de putas y ¡justamente vos sos la primera...! La Leduc le aconseja: aprovechá la experiencia y agregale un capítulo a tus Memorias de Adriano... ¿Cómo caíste de puta?, inquiere la policía... Aparece un tipo y me dice de golpe, ¿cuánto cobrás?, me quise morir, pero pensé que Dios me estaba dando una salida y ¿viste que para conseguir trabajo cuando te preguntan cuánto querés cobrar hay que responder “lo que marca el convenio”?, bueno, para no meter la pata, le dije, “lo de costumbre”, y cuando me dio el dinero me dije, esto no está mal, así que por cábala me quedé en el mismo sitio y me va bárbaro... Ambas ríen. Bueno, te cuento, todas las semanas pasaré como recaudadora, al principio es tu voluntad, y luego, si sos muy amarreta, tengo que ponerte una suma fija, más la inflación, ¿podrás...? Algunos clientes fijos ya los tengo..., pocos, pero fijos... Bueno, entonces ya está todo dicho... De acuerdo, Marguerite..., tenés lindo nombre, siempre me gustó, además de tu literatura... Se miran a los ojos. La Yourcenar le dice que está canosa y que me parece más lindo el tuyo, es lindísimo, Vio-lett, suena espléndido, y te va bien con tu cara... Pero si soy fea, ¿qué decís?, y encima teñida... Pero tenés carácter, somos dos flores, ja, ja, ja... Bueno, gracias, y tu nombre es lindo aunque estés de policía... ¡O quizás porque precisamente estoy vestida de policía, me dicen más piropos con el uniforme que cuando visto de civil...! Marguerite suena poético... ¿Poético...? Eso, que es mucho más que una palabra, sos esplendor, magnificencia, poder, belleza, todo eso es Marguerite... Gracias, che, tendrías que escribir poesía... Lo haré, apenas aparecí en este país tropecé con Alfonsina Storni y me regaló sus libros, y quedé encantada..., pero murió hace kilómetros... No te entiendo, acabás de decirme que... Sí, sí, pero no olvides que estamos en un sueño, estamos en un país imposibilitado de ser real, ¿entendés?, y ella ya se suicidó, lo mismo que otro escritor con el que fueron amantes durante un tiempo pero todo quedó ahí, habría algo en lo que no iban, ¿viste?, y se separaron, la historia de siempre, hubiera sido lindo que se casaran y tuvieran hijos ¿no...? ¿Cómo se mataron...? El se envenenó y ella se ahogó en Mar del Plata... Mierda, que par de boludos... No, no digas eso, no eran boludos, eran seres especiales, estaban en otra onda, la poesía te eleva, ¿se entiende...? Violette, ¿no estarás rayada, no...? Se ríen... No, claro que no... ¿Y cómo llegaste a puta gustándote tanto la poesía...? ¿Quién te dijo que son trabajos incompatibles...? Bueno, tengo que irme, el comisario es chinchudo... Gracias, Marguerite, te voy a regalar un libro de Alfonsina... No te preocupes, ahora de policía tengo un cerebro de cemento, soy muy dura... Justamente por eso necesitás poesía, ¿ves...? Te aconsejaría que ya te fueras a tu casa, me parece que está por llover, ¿vivís lejos...? Hora y media, más o menos, en la otra esquina tengo el colectivo... Vamos, te acompaño a la parada. ¿Me estás controlando...? Se ríen. Violette bromea: la gente dirá: ¡la policía lleva presa a la prostituta! Vuelven a reír. Dale, vamos, te acompaño... Ya, ya, ¿por qué el apuro?, me gusta este barcito, y nuestra mesa, gracias Marguerite... Dale que va a llover. Apenas llegues metete bajo la ducha. No tengo ducha, tengo un barril donde acumulo el agua. La Yourcenar disimula un gesto de lástima, ya mejorarás, Dios aprieta pero no ahorca. La Leduc pregunta: ¿creés en Dios...? No lo sé, mucho no me preocupa... Deberías creer... ¿Por qué...? Y, por si acaso... Se ríen y van saliendo. La policía saluda al mozo. La prosti también lo hace. ¿Por qué lo saludás si no lo conocés...? ¿Sos celosa...? Ay, no me jodas, che, saludá a las paredes si querés... Siguen caminando sin hablar. Llegan al colectivo que está vacío y aún no abrió las puertas. No hay mucha cola. La Leduc cuenta los pasajeros que tiene delante y le dice contenta a la Yourcenar que irá sentada. Le explica que por lo general la cola se hace infernal y casi siempre le toca ir parada y los hombres se la apoyan. Bueno, te dejo, dice la Yourcenar. No-no, esperá, quiero que me despidas, quiero que el colectivo arranque y me saludes con la mano. ¿Estás en pedo vos...? Quedate, no te cuesta nada... ¡Sí, me cuesta, la charla debió ser de diez minutos y charlamos una hora...! Viene el chofer y abre la puerta del colectivo. Suena el celular de la Yourcenar. Atiende mirándola a la Leduc que paga el boleto y sube y agarra un asiento que da a la vereda. La Yourcenar dice ¡sí señor! y guarda el celular. La Leduc abre la ventanilla, ¿te retó el comisario...? La Yourcenar le sonríe, hace el gesto de amable fastidio: “¿de dónde me cayó esta loca...?”  La Leduc la interpreta bien, mirá que me doy cuenta de lo que pensás, ojito, eh... No paran de reír. La Yourcenar se acerca y le dice que cierre el vidrio porque el frío te puede hacer mal a la garganta, ¿no tenés un saco para ponerte, algo...? Tengo una camperita, dice la Leduc, y la saca de la mochila... Ponétela, casi le exige la Yourcenar. La Leduc le hace caso y le pide que se acerque, ¿qué sos?, ¿qué cargo...? Con fastidio, la Yourcenar responde: “oficial”... ¿Sólo eso?, qué poca cosa, sos una pinche cualunquen... Se matan de risa... La Leduc la mira con ojos de agradecimiento... La Yourcenar le reitera: cuidate, y arreglate ese pelo... La Leduc saca la mano por la ventanilla y la Yourcenar la estrecha. El colectivo empieza a irse y las manos se sueltan. Ve, la Yourcenar, que Violette sigue con la mano afuera moviéndola en amistoso saludo, vuelve a sonar el celular y atiende: Sí, señor, estoy yendo, y lo apaga. Vuelve a mirar el colectivo pero ya está tapado por el tráfico que se va congestionando. Intima, sonríe muy dentro, saluda levantando la mano aunque la Leduc ya no pueda verla, y se apresura hacia la comisaría.