El mural alusivo al 24 de marzo del ‘76, concebido con la certeza de que la memoria, verdad y justicia son caminos irreversibles, se había pintado sobre la calle Lugano, casi Gallo, debajo de la tribuna que homenajea a una de las glorias de Banfield: Eliseo Mouriño. Manos repletas de intolerancia, con el anonimato del que se valen para dejar su huella, lo arruinaron con una clara intención. Dejar un mensaje intimidatorio, antidemocrático, como lo indica el daño que le causaron.

La idea de los hinchas y socios era plasmar, con la colaboración del colectivo artístico Muralismo Nómade, un homenaje a los estudiantes detenidos desaparecidos del ENAM (Escuela Normal Antonio Mentruyt), a quienes estuvieron detenidos en el centro clandestino de detención Pozo de Banfield y a quienes nacieron ahí y fueron niños apropiados. La obra fue marcada con el número 6000 sobre el 30.000 –aquella es la que declaró el negacionista y ex funcionario radical Darío Lopérfido– y un signo pesos sobre la imagen de una madre de Plaza de Mayo. El ataque fue direccionado hacia esos símbolos y no contra los colores de Banfield. Una Ve y la Pe del Viva Perón también aparecieron escritas sobre la obra. Acaso para que el agravio “se interprete de distintas maneras”, señaló el abogado Sergio Smietniansky.

El mural se había pintado justo frente a la casa de un socio de Banfield. Germán Nicolás Gavio fue un militante de la Juventud Peronista que estudió en el ENAM. Lo asesinaron antes del golpe del ‘76. Su sobrina hoy es la responsable del área de cuestiones de Género en el club. “Si hace falta vamos a pintar 30.000 murales más”, dicen los autores de la obra.