PáginaI12 en Francia

Desde París

Una garganta de fuego se llevó más de 800 años de historia en el corazón de París. En el curso del incendio, el ministro de Interior francés, Christophe Castaner, dijo que no era seguro que se pudiera “salvar” toda la catedral. Pero ya tarde en la noche, los bomberos anunciaron que la estructura de la Catedral estaba “a salvo y preservada en su conjunto”. Poco después, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció el lanzamiento de una suscripción nacional para financiar la restauración.

Todavía en la madrugada, la gente que se reunió en los puentes de la capital y en las orillas del río Sena para presenciar el lento consumo de la Catedral de Notre-Dame, se secaba las lágrimas de los ojos. Una sensación de pérdida irreparable, de herida secular sumió a miles de personas en un espeso silencio. Católicos o ateos, no había nadie que no sintiera o expresara que un pedazo de sus propias vidas desaparecía ante sus ojos. El principal tesoro de la arquitectura gótica, terminado de construir en 1345, era, anoche, un edificio oscuro, devorado por las llamas que iluminaban apenas su vientre herido. En ese silencio empezaron a escucharse las campanadas de la Basílica del Sagrado Corazón, distante unos cuantos kilómetros, y de muchas otras iglesias de la capital como una forma de conjurar la principal amenaza: la destrucción completa de una catedral que es tanto un nido de la cultura occidental como un pozo de leyendas. 

Al principio del incendio se temió que el fuego destruyera también las dos torres del edificio, pero hacia las 10 de la noche (hora local) esa posibilidad quedó también descartada. La lucha de los 400 bomberos desplegados contra las poderosas lenguas de fuego fue una batalla presenciada en directo por miles de personas. 

Por momentos parecía que las llamas iban a envolver todo el edificio, que los chorros de agua que caían desde todas partes jamás podrían detener su progresión. Luego, de pronto, las llamas se hacían más pequeñas y los bomberos ganaban una nueva batalla. “Esto que estoy viendo es como si una parte de mí se quemara con la catedral”, decía una señora mientras filmaba con su teléfono móvil el ir y venir de las llamas. Un señor, a su lado, se enjuagaba las lágrimas con un pañuelo y decía que un “pedacito del alma de París se está desvaneciendo delante nuestro”. 

Todo apunta a probar que el incendio que comenzó hacia las siete de la tarde hora de París está “potencialmente vinculado a los trabajos de renovación” que estaban en curso. Con un costo de 6 millones de euros, la restauración de la catedral debía terminar en 2022. El fuego salía precisamente de ahí, del centro de los andamiajes colocados para restaurar la aguja y el techo. Esta parte superior fue construida entre los siglos XII y XIV. La aguja fue la primera en derrumbarse y su desmoronamiento provocó un inmenso grito de estupor entre la gente. Todavía era de día cuando, a lo alto, la cruz se tambaleó desde sus 93 metros y se llevó con ella todo el resto de la aguja. Hacia la medianoche, una tupida columna de humo podía verse desde distintos puntos de la capital francesa. 

Se desconoce cuál fue el motivo que desencadenó el incendio, tanto más cuanto que, para evitar un desastre así, la electricidad había sido cortada en toda la zona donde se desplegó la estructura de andamios. 

No es la primera vez que Notre-Dame sufre un incendio. En 1871, durante la  insurrección de la Comuna de París que buscó instaurar en la capital francesa una reforma política popular, la catedral había sido parcialmente incendiada. A lo largo de la Revolución francesa de 1789, la catedral también sufrió los embates del proceso de desacralización e incontables saqueos.  

Notre-Dame evoca como pocos edificios la identidad, la historia y la magia de París al tiempo que remite a la obra literaria de Victor Hugo, precisamente a la novela Nuestra Señora de Paris (1845) y sus personajes eternos, como la bailarina bohemia Esmeralda o el Papa de los locos, Quasimodo, apodado así por su joroba y su fealdad. Notre-Dame es, con 13 millones de personas que ingresan cada año, el edificio más visitado de Europa. Cada día de la semana se celebran cinco misas y siete los domingos. La tarea que viene ahora consiste en salvar las obras de arte. Desde ya, según adelantó el rector de Notre-Dame, la túnica de San Luis y la Corona de espinas fueron recuperadas a tiempo. 

Notre-Dame es un símbolo popular gracias a la obra de Victor Hugo, es como un ADN de la identidad francesa donde convergen la Edad Media, Juana de Arco, Carlos VII, Enrique IV, la Revolución francesa, los dos Bonaparte, el Mariscal Pétain, el general de Gaulle, la esencia de la Liberación de París después de la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial y el testimonio de toda una época de poderío político y moral de la Iglesia. Y sin embargo, pese a su lujo y su imponente arquitectura, Notre-Dame de París es del pueblo gracias a la pluma de Victor Hugo y sus personajes exuberantes. En su libro, Quasimodo vivía precisamente recluido en los techos que se quemaron ayer. París se mira a si misma como si le hubieran amputado un miembro de su cuerpo y un relato de su historia. Algo faltará por mucho tiempo en el horizonte de la capital. 

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París quedó paralizada por el incendio, que se veía desde distintos puntos de la ciudad.